Capitulo-23 Hay que comenzar.

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¿Cuánto tiempo se necesita para sanar y no dañar?










—Victoria.

Ella exhaló con fuerza, simplemente no quería hablar de ello.

—¿No te basta con esto?.—Se removía un poco entre sus brazos, ni siquiera tenía el valor de mirarlo a la cara.—Heriberto por favor.

Él se mantuvo en silencio algunos segundos, tratando de entender aquella conversación.

—¿Y que es esto para ti Victoria?.—Preguntó algo herido por como lo había dicho.—¿Buscarme solo cuando te den ganas y ya? Dijiste que me amabas.

—Una persona puede llevar a decir muchas cosas sin sentirlas.—El cuerpo de Heriberto se tensó notoriamente y ella se maldijo por querer arruinar las cosas.—Maldita sea...—Mascuyo tan bajo como pudo.—no quise decir que...

Heriberto negó rápidamente, ¿En qué momento las cosas se habían tornado tan tensas? Victoria no hacía más que contradecirse y herirlo con las cosas que decía.

—Entonces mentias, no dijiste más que puras mentiras.

—¡No!.—Exclamo tratando de no perder la calma.—Era...es verdad Heriberto, yo si me enamoré de tí.—Lo miraba fijamente a los ojos.—pero no puedo estar contigo.

Heriberto asintió con suma seriedad, la hizo a un lado y se levantó de la cama sin importarle que no tuviese nada de ropa.

—Bien, entonces espero que no te importe que salga con otras mujeres y haga lo que mejor me parezca, no voy a seguir con tu jueguito, pensé que había Sido bastante claro contigo.—Buscaba algo que ponerse, se acercaba la hora de ir a trabajar.

Victoria estrujaba muy fuerte las sábanas, la sola idea de imaginarlo sonreír con otra mujer le quemaba.

—Ni en chiste, de ninguna manera vas a salir con otra mujer.—Se levantaba para plantarsele a un lado.—-¿Me entendiste? Ni se te ocurra.

Heriberto la miró molesto.

—¿Entonces que demonios quieres? Me estás volviendo loco y te digo algo Victoria, tú no puedes prohibirme cosas, se que hago y que no con mi vida.

—Fijate que sí, tú me quieres a mí, me deseas a mí.—Dejaba caer la sábana para quedar completamente desnuda antes él.—y no puedes estar con otra que no sea yo. ¿Porque sabes una cosa? No sé que maldito embrujo me hiciste, pero me lo hiciste y aquí me tienes, sin saber que hacer.—Lo señalaba con la mano.—esto es tu culpa, yo no quiero ni puedo verte con alguien más, no puedo.

Heriberto contaba hasta díez mentalmente para no perder la cabeza, no entendía en lo absoluto a esa mujer y que estuviera desnuda a centímetros de él tampoco ayudaba mucho.

—¿Entonces que es lo que quieres de mi Victoria? Porque déjame decirte.—se restregaba el rostro.—que no te estoy entendiendo en lo absoluto.

—Te quiero a ti.—Lo tomaba de las manos.—puede parecer que estoy loca  pero...esto debe ser un secreto.—Heriberto quiso soltarle las manos pero ella no lo permitió.—escuchame, no puedo salir de la mano contigo como se que te gustaría, no por los momentos, hay muchas personas buscando como destruirme y no quiero que tú seas a quien apunten, me estoy divorciando de ese idiota y mientras no esté oficialmente libre no podemos hacer esto público.—Le suplicaba con la mirada.

Heriberto no supo que decir, en el fondo quizás la entendía, sabía que mi era nada fácil, pero hacer la relación oficial no era lo que realmente quería si ni siquiera tenían una.

—¿Que somos Victoria?.

—Que quieres que seamos.

—Quiero que seas mi mujer, la mujer de mi vida Victoria, eso quiero.

Victoria solo sonrió un poco terminó de acercarse a él y lo abrazo.

—Ya lo soy, solo tenme un poquito de paciencia, es todo lo que pido.

Heriberto la apretó a él aferrandose a esas palabras, solo era un voto de confianza y que todo comenzara a marchar de la mejor manera.

—Te amo Victoria.—La tomaba del rostro mientras buscaba algo más en su verde mirada.

—Yo también te amo Heriberto.







Los días comenzaban a pasar algo tranquilos, trabajo por aquí y por allá en ambas partes, todo parecía comenzar bien, Heriberto la esperaba todas las tardes para salir por un café o simplemente terminar en una pequeña habitación, donde solo se podían escuchar los jadeos de Victoria. Eran momentos que Heriberto resguardaba en el corazón.



—Maximiliano ha estado muy raro últimamente.—Dejaba la taza sobre la mesa algo pensativa.

Heriberto fruncia el seño.

—¿A qué te refieres?.

—Es que no lo sé, no me lo dice pero lo siento preocupado, como si algo lo atormentara, solo espero que no sea por la muchachita esa...

—Victoria, esa pobre muchacha no tiene la culpa de nada.

—¿Ahora tu también la vas a defender?.—Lo miraba.

—No la estoy defendiendo, simplemente está mal que lo tomes en contra de ella.

—No es lo que yo quiero para mi hijo.

—¿Se lo has preguntado?.—Ella esquivó la mirada.—Dime algo Victoria, ¿Como te sentirías si tus hijos deciden que no soy lo que ellos quieren para ti?.

Ella tomó la taza entre las manos mientras lo analizaba.

—No pueden decidir por mi.

—Ni tú por ellos.

A unos cuantos metros, mientras continuaban con la conversación, una pequeña lente los enfocaba un par de veces, estaban tan distraídos que dió paso a una pequeña sesión clandestinas, que en menos de lo que Victoria esperaba iba a ser revelada.

—Esto será una bomba...
















«Me pasé la vida imaginándome, no es momento de ser cobarde.»

La Dama De Hielo. V&HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora