Capitulo 16-Solo deja que pase.

1K 111 20
                                    

Aprender a no ignorar lo que sentimos es el paso más difícil de dar.





Maximiliano se sentía pequeñito, como cuando tan solo era un niño y sus padres peleaban sin él entender la razón. Ahora era diferente, había crecido y con tristeza lamentaba saber que el matrimonio estaba roto, todo parecía estar en trozos y no sabía ni que hacer. No podía imaginar a Victoria con otro hombre, nunca había pensaba en esa posibilidad y la sola idea la detestaba, no estaba de acuerdo y no por ser egoísta, si no que consideraba que todo era muy reciente y lo que más le pesaba es que seguían casados.

—¿De que estás hablando papá?.—Cuestionó mirando a Victoria quien parecía congelada en las escaleras.

Osvaldo sonrió con amargura, mirando fijamente a la mujer que lo vivía atormentando día tras día, a la que amaba por sobre todas las cosas.

—Dile Victoria, dile que tienes un amante.—Dijo sin ganas de ocultar lo que tanto le dolía.

Victoria respiró profundamente tratando de calmar su corazón, estaba tan acelerado que temia que se le saliera del pecho, se quitó los tacones y se imaginó lanzando uno de ellos en dirección a Osvaldo, pero no lo hizo, se contuvo por poco porque sabía que era muy peligroso y a como estaban las cosas no le convenía.

—Eso no es cierto.—Negó irritada, últimamente ese hombre se estaba convirtiendo en un dolor de cabeza.—en todo caso qué ¿te duele verdad? Imbécil.

—No lo puedo creer ¿Que está pasando contigo mamá?.—se pasaba las manos por el cabello.—¿Que les pasa a los dos?.

Osvaldo había visto las intenciones en la mirada de Victoria, lo quería matar de eso no tenía dudas, sin embargo no era la manera en la que quería que se encaminaran las cosas.

—Solo intento recuperar esta familia, se que de alguna u otra manera todo esto se ha convertido en un caos, pero podemos salir de esto.—Contuvo la respiración unos segundos.—Podemos olvidarnos de todo esto.

Victoria negó en total desacuerdo.

—¿Crees que todo lo que hiciste se puede olvidar así de fácil? Porque déjame decirte que estás muy equivocado, jodiste todo lo que teníamos, mataste el maldito amor que sentía por ti, todo, te di todo de mi Osvaldo.—Se sonrió por las ironías de la vida.—pero claro, pudo más una cara bonita y un cuerpo más joven, pudo más que todo el amor que decías tener por mi, en ese momento no recordaste todos los momentos que tú y yo tuvimos, mandaste todo a la basura, ahora.—Lo señalaba con los zapatos, tratando de mantenerse firme y no derrumbarse delante de ellos.—no te quejes, porque todo esto.—Señalaba a su alrededor.—es culpa tuya y no hay nada que puedas hacer para remediarlo.—Los ojos se le llenaban de lágrimas, odiaba ser tan vulnerable en algunas ocasiones.

No sabía que decir, la culpa lo acompañaba día y noche, sabía que era verdad, que había creado una herida que ahora no sabía como curar, buscaba de todas las formas posibles alguna alternativa pero sentía que se desesperaba porque nada parecía funcionar.

—¿Que quieres que haga eh? Te he pedido perdón de todas la manera posibles.—La miraba en aquellas escaleras como la mujer inalcanzable que siempre había creído que era y si que lo era, no podía perderla sin intentarlo todo. Tal vez no la merecía pero la amaba, había tanta decepción en su mirada que se le rompió el corazón, se arrodilló ante ella totalmente derrotado.—No se qué hacer, me equivoqué Victoria lo hice y no se que hacer para recuperarte, odio saber que fuí yo quien te hizo daño pero no quiero perderte, no puedo perder a la madre de mis hijos, la mujer de mi vida, Victoria me tienes a tus pies, derrotado e implorandote perdón.

Ella solo lo miraba, aún lo quería, nadie dejaba de amar de un día al otro, eran muchos años de matrimonio, tantos momentos vividos, era casi imposible que no le afectara todo aquello, su corazón se apretujaba y dolía. Pero todas las imágenes se agolparon en su cabeza, aquellas en las que besaba a otra mujer, otros labios que no eran los de ella, una lágrima bajó y supo que ya era suficiente.

—No.—Se dió la vuelta con todas las intenciones de subír hasta su habitación.—No puedo hacer esto, así que te pido que te vallas.

Maximiliano no sabía que hacer, tenía un montón de sentimientos encontrados, todo aquello era muy fuerte, todos estaban sufriendo y no era justo para ninguno, pero consideraba que no podía hacer nada para cambiar las cosas entre sus padres, lograba entender que Victoria estaba más que rota aunque luchara por demostrar todo lo contrario.

—Mamá.

Ella comenzó a subir las escaleras.

—No quiero que nadie me moleste, es lo único que pido.

Terminó de subir las escaleras y se fué directo a su habitación, lanzó los zapatos a un lado y se dejó caer sobre la cama, tenía los sentimientos a flor de piel y mucho en que pensar, nada era como esperaba y era más que frustrante no tener el control de ciertas cosas. No iría a la empresa, estaba cansada y sin ánimos para nada solo quería dormir, se tomó un par de pastillas y se metió debajo de las sábanas con todas las intenciones de olvidarse del mundo, a veces era una vía de escape.

Los días comenzaron a pasar y con ellos comenzó a llegar el estrés, el desfile estaba próximo a realizarse y aún habían muchas cosas por hacer, su mal humor era más que notable. Todos los días encontraba un ramo de rosas en su oficina, junto a una pequeña nota que aunque en algunas ocasiones le sacaban una pequeña sonrisa siempre se quejaba, Heriberto era el responsable de todo aquello y sin embargo, evitaba contestarle las llamadas a toda costa, necesitaba ignorarlo para poder concentrarse y no pensar en él, de lo contrario iría a parar a un psiquiatra. Acompañaba a Fernanda a las consultas pero se comportaba tan fría con Heriberto que hasta su hija se extrañaba.

—Victoria.—La llamó cuando estaba por cerrar la puerta.—puedes regalarme un minuto de tu tiempo.—Ella dudaba.—Es importante.

Fernanda le sonrió.

—Andale mamá, aquí te espero.

Ella suspiró.

—Esta bien.—Cerraba la puerta no muy segura.—Que quieres y por favor que sea rápido.—Se cruzaba de brazos.

Heriberto sonrió, esa mujer si que era difícil, se acercó a ella y la sintió tensarse, clara muestra de que estaba nerviosa.

—Que sucede Victoria.—Acarició su mejilla con suavidad.—Porque no contestas mis llamadas.

Ella alejó el rostro. Su perfume la estaba embriagando, se estaba conteniendo para besarlo y pedirle que le hiciera el amor allí mismo.

—No tengo porque hacerlo.

—Dijiste que no te habías arrepentido.—Murmuró algo desilusionado.

Ella lo miraba fijamente a los ojos, era como un imán que la atraía, no tenía palabras para definir lo que sentía.

—No lo hice.

—No puedo dejar de pensar en ti Victoria.—La tomó de la cintura embelesado con sus labios, olía tan bien que moría por abrazarla.—hay algo en ti que me tiene loco y no se que hacer.

Sus manos quemaban, era como un hormigueo que le recorría todo el cuerpo e iba a parar en aquel punto entre sus piernas, deseaba a Heriberto y lo imaginaba con ella en las noches más frías.

—¿Porque me tienes que hacer esto? ¡Demonios!—Exclamó tomándole los antebrazos.—No te hagas ilusiones...

Comenzó a besarlo de manera apasionada, como si quisiera devorarlo a besos y Heriberto no hizo más que corresponder con las misma intensidad, probando de los besos que consideraba que eran la gloria.











«Métele amor al caos y verás como todo se ordena.»

La Dama De Hielo. V&HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora