Capitulo 18-Mi bella dama.

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Sin dudarlo, alguna vez hemos estado locos por alguien ¿Pero quien no ama la locura?.








Un par de días después, Victoria remiraba el teléfono que tenía entre las manos, estaba ansiosa, ¿Porque lo estaba haciendo? No entendía, se suponía que ella era la maldita e inalcanzable Victoria Sandoval, la mujer empoderada con la que nadie podía, pero ahora, ciertas cosas comenzaban a ejercer un cambio. Ese hombre le hacia querer abirir las piernas con tan solo una mirada, no solo se trataba de atracción sexual, era todo en el, la manera tan peculiar que tenía de mirarla, como le sonreía y le transmitía tanta paz que...

—Esto no me puede estar pasando a mi.—Renegó dejando el teléfono sobre el escritorio.—¿Que no aprendiste la lección Victoria? El amor...no existe.

«Pero lo deseas, fantaseas con él por las noches en la cama, mentirosa.» la contradijo esa vocecita maliciosa en su cabeza.

Se restregó el rostro un par de veces hasta dejarse caer completamente sobre la silla, todo le jugaba en contra. Levantó la mirada y observó el ramo de flores que estaba en el pequeño sofá, flores...que justamente le había enviado él. Estaba tan sumida pensando en todo y en nada que minutos después cayó en cuenta de que alguien tocaba la puerta de su oficina.

Respiró ondo tratando de no delatarse, pero suponía quien se encontraba tras la puerta esperando por ella.

—Buenas tardes...Victoria.—Dijo casi en un susurro.

Estaba parada a un lado de la puerta, mirándolo con su intensa mirada y una postura imponente digna de una Diosa griega, recorrió con algo de lentitud todo su cuerpo, pero ese vestido verde...ese vestido lo tentaba a querer sentir la piel a través de la tela, se Ceñia al cuerpo de Victoria como un guante, resaltaba las caderas perfectamente y si subía un poco más la mirada, podía venerar ese escote que mostraba un poco de lo que ya desea probar con los dientes. Fue como un click, un pequeño tirón proveniente de su entrepierna que lo hizo entrar en razón.

—Heriberto.—Le llamó saliendo del trance en el que estaba.—¿Te vas quedar toda la tarde parado en la puerta?.

Él le sonrió un tanto avergonzado, termino de entrar a la oficina y Victoria cerró la puerta.

—Perdón es que...me distraes.

Victoria se recostó un poco sobre la puerta mientras lo observaba, su mentón estaba perfectamente afeitado, se preguntó que pasaría si se atrevía a acariciarlo, vestía un traje algo obstentoso por lo que supuso que seguramente apenas salía de algún compromiso importante y ese aroma, ese perfume que se introducía entre sus fosas nasales hasta hacerla temblar.

—¿Te distraigo?.—Indago mordiendo sus labios involuntariamente.

Heriberto se sonrió fascinado, algo en esa mujer había cambiado, era un tanto misteriosa cuando se lo proponía, pero de admitir que todos esos días sin verla ni saber de ella habían Sido un martirio, no convenía minuto sin verla. Se cruzó de brazos y asintió.

—Me distraes, me nublas la mente Victoria.—Se acercó a ella como un cazador a su presa, sin romper el contacto visual tan hipnótico entre ellos.—¿No te has dado cuenta?.—Dijo acariciando las subes ondas de su dulce cabellera.

Victoria sonrió un poco, su corazón se aceleraba y aunque quería alejarse y comportarse como la mujer fría y atorrante que era, no podía, él tenía algo que le calentaba el alma, le producía ansiedad querer descubrir a qué se debía.

—Cada loco tiene su manera de expresarse, pero tú...—Estaban tan cerca, que el aire comenzaba a fallarle. Involuntariamente le remiraba los labios, recordando las veces que los había probado.—la sacaste del estadio.—Heriberto se pegó un poco más a ella.—Gracias por las flores.

La Dama De Hielo. V&HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora