Capítulo 3-No juegues con fuego.

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Heriberto aspiró con fuerza conteniendose para no besarla ahí mismo, ella lo miraba de manera retadora, sabía lo que quería porque en su mirada lo veía reflejado, había deseo, lujuria y en lo más profundo de su ser deseaba que aquél extraño se atreviera y lo hiciera, se sentía atraída, como si aquella mirada penetrante la hipnotizara, sin lugar a dudas, ese hombre la había perturbado de todas las maneras posibles.

—Si no me sueltas ahora mismo, te juro que te vas arrepentir.—Le advirtió altanera, respiraba con dificultad, los nervios la estaban traicionando e inconscientemente se remojó los labios.

Heriberto le sonrió extasiado, fue como un detonante en su interior, ella forcejeo irritada, la alteraba, quería salir corriendo muy lejos de ese hombre.

—¿Que pasaría si te beso? Porque déjame decirte Victoria, es lo que más deseo.—Ella entre abrió los labios inquieta, anonadada, era un atrevido.

No solía comportarse de esa manera, pero al tenerla tan cerca, aspirando su dulce aroma era más de lo que podía resistir. Esa mujer lo atraía y mucho.

—¡Quítame las manos de encima de una maldita vez¡.—Alzaba la voz.—Si no me...

Pero él no la dejó continúar, tomó sus labios entre los suyos y la beso con ardor, probando el dulce sabor de su boca, era exquisita, ella se removió ante el contacto, al principio se negó a corresponder, pero cuando él la pagó completamente a su cuerpo no se resistió y termino correspondiendo al beso, todos los sentidos se alborotaron en su cuerpo, era como un huracán de sensaciones que se desataba dentro de ella, Heriberto la estampó contra la pared sin importarle si alguien pasaba y los veía, su corazón latía desbocado. Ella suspiraba acalorada, los dos se besaban con desesperación era como un fuego que los consumía. Todo su cuerpo se estremecía y sin poder evitarlo sus pezones se endurecieron bajo el brasier, estaba excitada, abrió los ojos de golpe y con brusquedad se separó de él.

Lo miró por algunos segundos tratando de recomponer su respiración, a duras penas y podía respirar, su corazón latía como loco, se tocó los labios temblorosa tratando de comprender que le estaba pasando y con toda la indignación posible le estampó la mano en el rostro, por segunda vez en el día, quizás hasta más fuerte aquella vez.

—Victoria...—Se quejó sobándose la mejilla, le había pegado justo en el mismo lugar, el ardor no se hizo esperar.

—En tú maldita vida me vuelves a besar, ¡imbécil!.—Le reclamó colérica, tenía las mejillas sonrojadas.

Recogió su bolsa del piso, ni siquiera en eso se había fijado, ¿En qué momento había ido a parar el piso?. Elevó la barbilla y lo fulminó furiosa.

—Victoria.

—Oyeme bien.—Lo señalaba con frialdad, le había gustado, más de lo que se negaba a si misma.—No quiero que te vuelvas a cruzar en mi camino, un pobre idiota como tú jamás tendrá la oportunidad de estar con una mujer como yo ¡Jamás!.—Se giró con intenciones de marcharse y se encontró con que una mujer los observaba en completo silencio, parecía sorprendida.—¿Se te perdió algo querida?.

Pasó aún lado de la mujer con la frente en alto, si los había visto o no, muy poco le importaba.

Heriberto ni siquiera se paró a mirar a la mujer, mientras caminaba hasta su mesa sonreía, Victoria era una fiera, tenia un carácter bastante fuerte para su gusto, pero sabía a peligro y tenía ganas de saber que se sentiría sucumbir entre tanto fuego.

—Pero hombre que te paso.—Pablo dejaba su teléfono aún lado.—¿Y esa sonrisa eh?.

Heriberto se dejó caer sobre la silla, suspiró y se pasó las manos por la cara.

La Dama De Hielo. V&HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora