Victoria detuvo el beso aún sintiéndose en las nubes, respiraba de manera agitada y todo su cuerpo estaba alborotado, bajó la pierna frustrada y supo por la mirada de Heriberto que estaba incómodo y realmente no lo culpaba, trató de permanecer calmada y se giró en dirección al hombre que se acercaba a ellos visiblemente enojado, parecía que los mataba con lo mirada una y otra vez.
—Victoria...—No sabía que decir, estaba apenado, con un problema grandísimo entre sus pantalones y ahora frente al que era el esposo de la mujer que acababa de besar.
—¿Que te pasa?.—Cuestionó indignado, se acercó con intenciones de intimidar a Heriberto pero Victoria lo impidió cruzandose en medio de los dos.—¡¿Quién es este imbécil?! ¡Es que acaso te volviste loca!.—Exclamó colérico.
Victoria levantó la manos completamente sería, enojada por la manera en que los había interrumpido e indignada por lo cínico que estaba siendo.
—Mide tus palabras, ahórrate tus dramas baratos para tus estúpidas novelas, porque conmigo no Osvaldo ya no, yo hago lo que quiera cuando quiera y con quién yo quiera.—Lo señalaba.—asi que lárgate de una maldita vez de mi vista. Tú no tienes nada que hacer aquí.
Osvaldo cerró las manos en puños, con la sangre hirviendo y mirando a Heriberto de manera amenazante, no se iba a salir con la suya, no lo iba a permitir.
—Sigues siendo mi esposa Victoria, que no se te olvide y aunque te reviente en el alma me sigues amando ¿De verdad?.—Se pasaba las manos por la cara irritado.—¿Estás haciendo esto para darme una lección? Por lo que te hice, tú no eres así Victoria, me equivoqué te he pedido perdón de mil maneras no se que más quieres de mi. Pero esto...—Señalaba a Heriberto con desprecio.—solo lo estás usando para hacerme sentir miserable.
Victoria sonrió sin nada de gracia en el rostro, retrocedió un poco hasta casi chocar con Heriberto.
—¿Sabes una cosa? Hay muchas cosas de mi que tú no conoces, no tengo porqué darte explicaciones, piensa lo que quieras, me vale como no tienes una idea lo que pienses, sigo siendo tu esposa por un maldito papel, pero que te quede algo muy claro Osvaldo, en mi vida no te quiero de vuelta, por mi te puedes morir ahora mismo.—Tomaba a Heriberto del antebrazo, el corazón latía muy rápido en su pecho.
—Victoria, déjate de estupideces, no puedes hacerme pagar por lo que hice de esta manera.—Se quejó indignado, le quemaba verla con otro hombre que no fuera él.—deja el maldito orgullo de lado, ¡Abre los malditos ojos!.—Paseo la mirada por toda la ropa de Victoria y casi que le da un infarto ¿Que demonios había pasado?
Heriberto quien se estaba tragando todos los celos y la rabia contenida, contó hasta díez mentalmente para no ir por él y molerlo a golpes, ganas no le faltaban se estaba conteniendo de sobremanera para no hacerlo, sin embargo respetaba el hecho de que Victoria estaba presente y ya bastante tenía con lo que estaba pasando.
—Creo que Victoria fue bastante clara, no entiendo porque sigues aquí.
Osvaldo lo fulminó con la mirada.
—Tú no te metas idiota, el que debería largarse ahora mismo eres tú ¿Que crees? Que por unos cuantos besos...¿Significas algo en la vida de Victoria? Pues fíjate que está mujer que está a tú lado me ama, me pertenece de todas las maneras posibles.—Sonrio sabiendo que había dado en el clavo, el rostro de Heriberto se desfiguraba.—tenemos una familia, estamos casados y tú solo eres un pasa tiempo, con quién descarga la rabia de saber que estuve con otra mujer.
Victoria lo miró completamente furiosa, se plató frente a Osvaldo y sin dejarlo reaccionar le propinó una sonora cachetada, el golpe resonó con fuerza en el rostro de Osvaldo, no obstante ella tuvo que agitar la mano un par de veces a causa del ardor que la sacudia, el golpe fue tal que a ella también le había dolido.
—¡Lárgate de mi vista!.—Gritó enojada.—¡Maldito sea el día en que decidí casarme contigo!.—Se sobaba la mano adolorida.—¡Lárgate!
Heriberto la tomó de los hombros tratando de tranquisarla, de lo contrario las cosas acabaríamos aún peor.
Osvaldo se sobaba la mejilla anonadado, el ardor era casi insoportable pero lo que sentía en ese preciso momento al verla con Heriberto era aún peor.
—Esto no se va a quedar así Victoria, tú vas a regresar a mi, eso te lo aseguro.
—¡Ya vete!.—Exigió alterada.—Infeliz.
Osvaldo los miró a los dos antes de marcharse, había odio en el, odio por el hombre que pretendía quitarle a la mujer que le pertenecía, no se daría por vencido, era cuestión de tiempo para que Victoria lo perdonara, la conocía, tan solo estaba dolida y con el orgullo herido.
—¿Estás bien?.—Se ponía frente a ella examinandola con la mirada.—respira profundo Victoria.
Ella asintió no muy segura, tenía el estómago revuelto y una punzada amarga en el pecho y lo peor de todo, quería romper en llanto, llorar de rabia e impotencia, pero no lo haría frente a Heriberto, por ese día ya había conocido más de lo que le hubiese permitido.
—Estoy bien yo...—Suspiró sacando todo el aire contenido.—que vergüenza contigo, de verdad perdóname por este mal rato que te hice pasar, no lo merecías.—Lo miraba a los ojos apenada.—es un idiota.
Heriberto no dijo nada al respecto aunque estaba de acuerdo en ello, era un imbécil por traicionar a una mujer tan maravillosa como lo era ella. Le acarició las mejillas y le sonrió débilmente.
—No te preocupes, por mi está más que olvidado, no merece que te alteres por su culpa.
Victoria desvío la mirada tratando de aguantar las lágrimas que luchaban por salir, estaba agobiada era más de lo que podía soportar. Heriberto lo notó la tomó del mentón tratando de comprender que pasaba por la mente de Victoria. ¿De verdad amaba a ese hombre?
—No me siento bien...—Confesó en un hilo de voz.—Heriberto.
Él la envolvió entre sus brazos sintiendo como Victoria se aferraba a su pecho, era como si de alguna u otra manera su calor minimizara las cosas, se sentía bien con él y eso le asustaba, dejó caer una lágrima cuando sintió las caricias de Heriberto por toda su espalda, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo y tuvo que separarse un poco de él para mirarlo a la cara.
—¿Porque no vas y descansas? Lo necesitas.—Sabia que estaba contenidose para no llorar frente a él, el corazón se le estrujaba.
—Lo necesito.
Acerco el rostro al suyo y tras mirarse a los ojos unos segundos lo besó, fue suave no se comparaba a ninguna de las veces anteriores, Heriberto la tomó de la cintura y atrás pasar unos minutos sintiendo el calor del otro el beso subió considerablemente de tono. Le escuchó jadear contra su labios hasta que lentamente se fueron esperando de aquél cálido beso.
—Adios Victoria.—pegaba su frente a la de ella.—descansa.
La admiró por última vez le sonrió con nostalgia y se alejó de ella sin rumbo fijo, tenía un montón de cosas en la cabeza.
Ella permaneció en silencio, observando cómo se marchaba dejándola con un vacío inexplicable en el pecho. Quiso gritarle para que se detuviera, quedaría hacerlo, pero se mantuvo en silencio hasta que lo vio subirse al auto y retornar a algún lugar desconocido.
—Heriberto...
«A mí me encantan los retos, como tú, pero dime, ¿Te gustan los perseverantes?.»