Capitulo 17-Donde todo comienza.

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Hay algo en su interior que embriaga, que te hace desear más y más.




Heriberto la sentó sobre el escritorio y se poso en medio de sus piernas, la acariciaba con ardor, como si nunca hubiese tocado aquella piel que lo invitaba a pecar sin pena alguna, es que esa mujer le embriagaba el alma, era un sentimiento tan puro y turbio a la vez que hasta era peligroso.

—No se que me pasa cuando estoy contigo.—Confesó bajando con besos ardientes por toda la curva del cuello.—pero me encantas Victoria, me vuelves loco.

Victoria respiraba con dificultad, la vista se le nublaba y algo entre sus piernas pedía a gritos ser acariciada.

—Hazlo, tómame.—Murmuró cerrando los ojos.—pierde el control ahora mismo conmigo.

Levantó la falda hasta la cintura de un solo tirón, no tenían mucho tiempo por lo que no pensaba desperdiciar ni un solo segundo. La despojó de las prendas necesarias hasta estampar su rostro entre los senos de la mujer que le robaba el aliento, mordisqueaba un pezón mientras que con las manos le arrancaba el encaje que cubría su entre pierna.

Victoria lo tomaba del cabello, apretaba los labios tratando de no ser escuchaba, pero lo único que quería era gritar, la rigidez de sus pezones contra la boca de Heriberto era abrasadora, como si una corriente eléctrica le recorriera todo el pecho, era una sensación estremecedora y comenzaba a experimentar algún tipo de adicción por ese sentimiento, olía a peligro pero quería descubrir hasta donde podía llevarla. Inconscientemente abrió aún más las piernas cuando se sintió invadida por un par de dedos, un gemido escapó de su boca y a este le siguieron unos cuantos más, no podía controlarlos.

—¿Estas listas para mí Victoria?.—Murmuró saboreando el pezón izquierdo.

Ella se removía sobre la mesa, comenzaba a sentirse muy acalorada.

—Ahhh.—Jadeó tras una gran succión proveniente de la boca de Heriberto, los dedos en su parte íntima comenzaban a moverse atrevidamente.—Hazlo...quiero necesito que me hagas el amor.—Pidió con la voz temblorosa.

Heriberto subío hasta su boca y tomo sus labios en un ardiente beso, se despojó de los pantalones y se bajó la ropa interior, cubrió todo el espacio entre sus piernas y la tomó muy fuerte de las caderas, se alejó un poco de su boca y la miró fijamente, ella abrió los ojos y sin previo aviso se enterró de un solo golpe entre los pliegues de aquella mujer. Un gritito escapó de sus labios, tenía las pupilas dilatadas, su pecho subía y bajaba sin control, era como si encajaran de una manera que no sabía explicar. Lo envolvió con las piernas y él comienzo a moverse en su interior con firmeza.

—Me encanta tu sabor...—Susurró contra sus labios para callar cualquier ruido que pudiera perjudicarlos.

Victoria tenía las mejillas sonrojadas, el maquillaje seguramente comenzaba a correrse por todo su rostro pero lo que realmente le importaba, era estar sobre la mesa sintiendo los gloriosos embiste de Heriberto, se aferraba a él como si todo dependiera de ello. ¿Alguna vez se había imaginado estar haciendo todo aquella, después de todo lo vivido y a la edad que tenía? Seguramente se hubiera reído de ella misma, pero ahí estaba, sintiendo cosas por un hombre que apareció en el momento más crítico de su existencia. No obstante se estaban acariciando de una manera que sobrepasaba todos los límites. Estaba casada, tenía una vida difícil y sabía que las cosas se enredarian un poco más.

—Heriberto...—Logró Murmurar al sentir que se movía un poco más fuerte en su interior.—No puedo...

Le enterraba las uñas tratando de no gritar y en un intento de no dejarla gritar, Heriberto la comenzó a besar como si quisiera devorarla, todo aquella le encantaba, eran muchas emociones y la adrenalina hace mucho que había llegado a su tope. Cuando logró sentir que todo su cuerpo se desvanecía, él la abrazo muy fuerte acabando en su interior, Victoria flexionaba las piernas para que él no se alejara, quizás se estaba volviendo loca pero le encantaba tenerlo tan unido a ella.

—Estoy enamorado de ti Victoria.—Dijo un par de minutos después, los dos respiraban con más calma, pero sus respectivos corazones seguían descontrolados.—no puedo dejar de pensar en ti.—La miraba a los ojos, había un brillo extraño en ellos.—dia y noche recito tu nombre.

Ella sonrió un poco y seguidamente elevó la barbilla.

—No debiste enamorarte de mi.—Él salía de su interior e involuntariamente de sus labios escapó un gemido.—No soy lo que tú imaginas.—Bajaba de la mesa con la ayuda de él.

—Yo no imagino nada de ti Victoria, déjame conocerte, que tú también me conozcas a mí.—Ella miraba aquella parte en específico de su cuerpo que tanto llamaba la atención.—Un poco más...de lo que ya conoces.

Ella sonrió con pircardia pero aún así no dejaba de sonrojarse, apartó la miraba y se dispuso a buscar sus cosas para vestirse.

—No es momento de hablar de este tipo de cosas, mi hija está afuera y esto...—Miraba a su alrededor mientras se arreglaba el brasier.—no te puedo negar que me gusta estar contigo, pero tú y yo somos completamente diferentes.

Heriberto terminaba de subirse el pantalón, en ningún momento dejaba de mirarla, de admirarla como mujer, deseaba tanto tenerla solamente para él que de alguna u otra forma lo lograría.

—Eso no tiene nada que ver, al contrario hace que las cosas sean más interesantes entre los dos.—Le miraba los senos.—¿Ya te dije que me encanta en sabor que tienen?.

Victoria abrió muy grandes los ojos y terminó de vestirse de una buena vez.

—Yo...por favor no me digas esas cosas.—Le alizaba la ropa tratando de quitar cualquier arruga.—debo irme.

—Victoria ¿A qué le temes?

Ella frunció el seño.

—Yo no le temo a nada, pero debo irme mi hija me está esperando.—Caminaba en dirección a la puerta con intenciones de irse.—gracias por atendernos.

Heriberto caminó hasta ella e impidió que abriera la puerta, la pegó contra la misma y metió una de las manos bajo la falda, acariciando todo a su paso hasta tocar aquel pequeño trozo de encaje, Victoria suspiró con fuerza parecía sorprendida.

—¿Que debo hacer para que aceptes salir conmigo?.—Le Susurró al oído, la piel de Victoria se erizaba.

«Tocarme como lo estás haciendo, maldita sea, este hombre me encanta.»Se dijo como los ojos cerrados, lo abrió nuevamente y se vió reflejada en los de Heriberto.

—Yo te llamo...Ah...—Entre abria los labios moviéndose contra los dedos juguetones de Herberto.—ahora déjame...ir.

Heriberto besó la curva de su cuerpo.

—¿Debo confiar en ti?.

—¿Tienes otra opción? Creo que no.—El sacaba la mano con una lentitud casi tortuosa.—te voy a cortar los malditos dedos, ya verás.—Le advirtió fungiendo seriedad.

Heriberto levantó las manos sabiendo que mentía.

—Estaré esperando tu llamada Victoria pero por favor, no me hagas sufrir más.

Ella sonrió mientras abría la puerta.

—Te llamaré.—Le guiñó un ojo.—hasta luego doctor.

La vió cerrar la puerta y negó con la cabeza, estaba perdiendo el juicio, ¿Alguna vez le había pasado algo similar? ¡Jamás! No entendía que tenía Victoria que le alborotaba hasta lo que no debía, solo debía esperar. Observó su escritorio y se sonrió, jamás le había quitado la ropa a una mujer en ese lugar, era la primera vez que pasaba, ¿Hasta que punto podía llegar con Victoria? Sin duda alguna aquello sería una montaña rusa, solo esperaba no salir con el corazón hecho pedazos.

—Mi dama de hielo...




















«Estaba loca joder, estaba loca. Tenía en su cabeza una locura preciosa. ¿Como no iba a perder la puta razón por ella?.»







Hola chicas hemos vuelto, estaremos actualizando más seguido disculpen la tardanza 🖤

La Dama De Hielo. V&HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora