Capítulo 10-Loco por ella.

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Dicen que cuando es amor, los sentidos no funcionan, no razonan, no coordinas las cosas en tú cabeza. Sin embargo, cuando estás en negación todo es confuso es...extraño.

Victoria decía no querer seguir entre esos brazos que tanto la acogian y le calentaban todo el cuerpo, no dejaba de corresponder a los ardientes besos de Heriberto. Estaban en su oficina, tocándose más allá de la ropa, compartiendo besos...que comenzaban a grabarse en su piel, tenía que ser sincera con ella misma y admitir que ese hombre le encantaba y eso, simplemente era muy peligroso. «Jugar con fuego Victoria ¿Estás loca? Tal vez si, mejor que me metan en un loquero.»

—Victoria...—Logró decir contra su boca, los dos estaban ajitados, con unas ganas arrolladoras de arrancarse la ropa y hacerlo sobre ese escritorio.—No me hagas esto.

Se separó lentamente sin dejar de mirarlo a los ojos, los dos tenían las pupilas dilatadas, a Heriberto le pareció la imágen más excitante y encantadora del mundo, tenerla así, tan cerca del el, tocando la suavidad de su piel, observandola respirar con algo de dificultad y con los labios hinchados a causa de los apasionados besos que lo volvían loco, ya estaba hecho, estaba loco por esa mujer, loco por Victoria.

De un momento a otro la puerta se abrió de golpe, tal fué la sorpresa que los dos respingaron del susto, era Pipino quien había ingresado sin tocar a la oficina, tenía la boca abierta a más no poder mientras miraba la escena escandalizado.

—Si así está el infierno, entonces que me lleve el diablo a mi también.—Insinuó sin quitarle la mirada de encima a Heriberto.

Victoria se bajó del escritorio rápidamente, tratando de alisar un poco su ropa y Heriberto de ocultar el notable bulto entre sus pantalones.

—¿En qué momento te dí permiso para que entraras a mi oficina sin tocar?.—Le espetó visiblemente molesta, tenía las mejillas rojas de las vergüenza pero obviamente no lo demostraría.

Pipino le sonrió con un poco de picardía en el rostro. Esas cosas no solían suceder y con la gran Victoria Sandoval mucho menos.

—Reina no sabía que estabas...—Se aclaró un poco la garganta.—tan ocupada, para la próxima cierra con llave eh, ya sabes cómo son hoy en día, hoy fuí yo pero mañana quien sabe.—Acariciaba con exagerada lentitud la carpeta entre sus manos, mientras examinaba a Heriberto de pies a cabeza.—Pero que monumento...

Victoria parpadeo aún más enojada de lo que ya estaba, era una mezcla de frustración con calentura no culminada y para colmo Pipino se estaba devorando a Heriberto con la mirada.

—Te invito a que te vallas por allá.—Señalaba la puerta.—directito a la chingada y no regreses nunca.—Lo vió queriendo protestar y lo miró de manera asesina.—¡Que te vallas te digo!.—Gritó.

—Ya entendí ¡Oh my god!.—Tomo el pomo de la puerta y la abrió.—dejame decirte que te apoyo eh, esto es darle a Osvaldito dónde más le duele.—Le guiñó un ojo y salió lo más rápido que pudo.

Heriberto quien había permanecido en silencio todo ese tiempo se quería morir, que le diera un infarto allí mismo y de una vez, el pantalón le iba a explotar, lo único que había entendido de todo aquello es que Victoria lo estaba usando, tenía muchas teorías que respaldaban esa posibilidad, el corazón se le quería salir del pecho y maldijo en silencio por haber permitido que sentimientos no deseados florecieran en su corazón. Victoria se giró a mirarla y supo, que estaba perdido, estaba en las redes de esa mujer y ya era tarde para dar marcha atrás.

—Donde está la carpeta de Fernanda.—Queria salir de ese lugar lo más rápido posible e ir por una ducha de agua congelada, si es que eso era posible.

Victoria tragó en seco, juraría que si no hubiese sido por Pipino en ese preciso instante estaría haciendo el amor sobre el escritorio con ese hombre, pero el orgullo era más fuerte que todo, no lo insinuaria y tampoco haría algo al respecto para enmendar la situación, la sangre le hervía y sentía que los senos se le saldrían del brasier, maldijo mil veces a Pipino, esa tarde mandaría al mismísimo demonio a todo el que se le cruzara en el camino.

—Es esa...—Señalaba un tanto temblorosa la carpeta que estaba en una esquina del escritorio, todo estaba tenso.

Heriberto la tomó y exhaló recuperando un poco la respiración, a ella parecía no afectarle nada de lo que había estado a punto de pasar. Una pequeña grieta hizo acto de presencia en su alma.

—Adiós Victoria.—Dijo fríamente.—Sara se comunicará contigo cuando concrete la cita para Fernanda.—Caminaba hacía la puerta con intenciones de marcharse, estaban tan enojado con sigo mismo por permitir que le afectara.

Victoria lo seguía con la mirada, era casi imposible disimular que no veía el preciado bulto que minutos antes la acariciaba entre las piernas, apretó los dientes de solo pensarlo. «Que desgracia, ¡Maldita sea! ahora que hago.»

—¿Quien?.—en ese momento todo en su cabeza era muy confuso.

El tomó el pomo de la puerta mirándola con suma seriedad, ella parecía desorbitada, la manera en que cerraba las manos en puño daba mucho que desear, parecía debatir consigo misma pero el no pensaba quedarse a descubrirlo.

—Sara, mi secretaria, la misma a la que intimidaste la última vez.—Ella abrió la boca.—No tuvo que decírmelo Victoria, creeme que no fue necesario.—Abrio la puerta y trató de ser lo más cordial que pudo.—buenas tardes.

—Idiota.—Se quejó entre dientes.

—Lo soy, por querer tapar el sol con un solo dedo.

La miró brevemente y salió tratando de disimular todo el mal genio que se cargaba encima, nadie más que él tenía la culpa de todo aquello.

Victoria esperó un par de segundos y se asomó en la puerta, observando cómo casi todas la miradas reposaban sobre el mientras se marchaba, le parecía indignante, le fastidiaba porque aunque no lo quería admitir ese hombre ya comenzaba a rondar muy cerca de su corazón. Cuando las puertas del ascensor se cerraron salió de la oficina y se detuvo a unos cuantos metros de una joven quien parecía estar en medio de un trance.

—Daniela.—Le llamó con una sonrisa tan falsa como los senos de la chica.—¿Puedes recoger tus cosas por favor?.

La joven parpadeo sin entender a que se refería.

—¿Cómo? No la entiendo.

«Además de lenta, bruta.» se dijo internamente.

¡Estás despedida!.—Exclamó dejando de sonreír.—¿No quieres más tiempo para andar fijándote en cada hombre que pasa? Pues ahora lo tienes, te me largas ahora mismo.—Fulminó a todos los presentes que observaban y regresó a su oficina.

La tarde apenas comenzaba y lo único que quería era gritar, fue directo al baño y se enjuagó un poco la cara, porque el coraje que  se cargaba encima era gracias a qué si quería que Heriberto le hiciera el amor. Se miró unos segundos al espejo y en un arranque de furia gritó con todas sus fuerzas.

Porque lo que vendría...era como la lava ardiendo en todo su esplendor, nadie la pararía.







«Los otros eran simulacros, tú eres el incendio.»





Maleja_Ruffo CynthiaPerezAbalos edithproenza ❤️

La Dama De Hielo. V&HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora