Capítulo 4-Entre sentimientos.

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¿Que sería de la vida sin ese típico factor sorpresa? Sin esa rara necesidad de verse reflejada en otra mirada, en otros labios, sin ese chispazo que surge en tu interior cuando conectas de alguna manera con alguien, ¿Cómo puede un completo desconocido desestabilizarte los sentidos? Porque justo eso, había hecho Heriberto con Victoria.

Todo el trayecto hasta su casa fue una completa tortura, no lograba sacarse el rostro de aquél desconocido de la cabeza, no le gustaba lo que le estaba pasando, esas cosas no solían suceder, de hecho nunca le habían pasado y a estás alturas de la vida era lo que menos quería y más, cuando se encontraba pasando por una de las decepciones más grandes de toda su existencia, lo único que no lograba entender y le molestaba era el simple hecho de permitirse pensar en ese hombre, un completo desconocido del que no tenía la menor idea de quién era, tampoco le importaba y deseaba con toda su alma no volverlo a ver, era lo que realmente quería ¿No?.

—Maldito atrevido.—Refunfuñaba recordando como la había besado.—debí pegarle más fuerte, por imbécil.—Se decía a si misma mientras abría la puerta de la casa, ya era tarde por lo que seguramente todos estarían dormidos.—por cruzarse en mi camino.

Cerró la puerta y arrojó sus pertenencias al primer mueble que encontró en la sala. Estaba enojada, nada había salido como esperaba, era un caos total, ¿Que haría con el proveedor de telas? Ni siquiera le había prestado atención en ningún momento y todo por culpa de aquella mirada perturbadora que la vigilaba, ese en definitiva era uno de sus días más amargos.

—¿Mamá?.

Victoria casi que saltó del susto, se giró hacia donde provenía la voz y solo era maximiliano, quién la miraba de una manera muy extraña a su parecer.

—¡Me asustaste!.—Se tomaba del pecho tratando de tranquilizar su corazón.—un día no muy lejano me vas provocar un infarto.

—No quise asustarte mamá.—Se acercó a ella y besó su frente con dulzura.—¿Cómo te fue con el proveedor?.

Victoria bufó mientras negaba con la cabeza.

—Prefiero no hablar de eso ahorita, conformate con saber que fue un día de porquería.—Arrugaba la cara con desagrado, estaba cansada.—no se que voy hacer.

Maximiliano la observó por algunos segundos, compadecíendose de todos los pesares que atormentaban a su madre, odiaba saber que sufría, porque aunque tratara de ser fuerte, él más que nadie sabía que no era así, siempre demostraba ser una mujer fría, sin escrúpulos, pero muy dentro se encontraba la mujer de bonitos sentimientos que se negaba a salir.

—Mamá...—Tomó de las manos a Victoria y la miró fijamente a los ojos, ella no estaba sola.—sabes que nos tienes a nosotros, puedes confiar en mí, yo deseo ayudarte en todo lo que sea posible.—Un pequeño destello surgió en aquella mirada cansada.—no estás sola y quiero que lo entiendas, no puedes pretender hacerte cargo de todo tú sola, porque aunque no lo quieras aceptar es mucha presión, déjame ayudarte.—Le suplicó apretando sus manos suavemente.

Victoria bajó la mirada tratando de mantener la compostura, su hijo era su pilar, quién llegaba a descifrar cada uno de sus sentimientos con tan solo una mirada y realmente no le gustaba, no quería que nadie de diera cuenta de las cosas que pasaban a su alrededor.

—Hijo...yo los amo, son mi vida y si crees que todo esto es a raíz de lo que...—Levantó la mirada nuevamente, pero está vez no había ninguna emoción en ella.—tú padre me hizo, te equivocas, quizás si tenga un montón de cosas encima, pero mientras ustedes se encuentren bien yo también lo estaré.

Maximiano suspiró con pesadez, ella nunca admitiría nada frente a él y eso era verdaderamente frustrante.

—Yo se que lo hizo papá te dolió, porque no solo te lo hizo a tí a nosotros también.—Soltó sus manos alejándose un poco, le molestaba de cierta forma su actitud.—no éramos la familia más perfecta del mundo pero había unión, amor y todo eso se fue a la basura por culpa de papá.—Se paseaba por el lugar tratando de mantener la calma.—no justificó nada de lo que hizo, pero todos tenemos derecho a equivocarnos, él lo hizo y estoy dolido por eso porque tú no lo merecías y sé que aunque tú no lo digas.—Se detenía mirarla seguro de lo que diría.—estas desecha por dentro, por Dios mamá esto no puede seguir así, no te cierres conmigo, ¿Porque me alejas de ti?.—Reprochaba con amargura, estaba cansado de callarse las cosas para no lastimarla, pero ya no podía más.

La Dama De Hielo. V&HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora