¿Porque no dejaba de pensar en ese doctor? Algo tenía que no podía sacarselo de la cabeza. Estaba sentada en la cama, justo frente al espejo de su tocador, se miraba fijamente mientras un sabor amargo bajaba por su garganta, estaba tan desilucionada de todo y de todos que no permitiría que volvieran a romperle el corazón, ya estaba cansada y le demostraría a todo el mundo que con ella simplemente no podrían, no la verían destrozada, no más de lo que ya estaba, Osvaldo había jugado con lo único puro que tenía, su corazón, estaba roto y sin ganas de renacer entre las cenizas ¿Para que hacerlo?. Se levantó de la cama y se paseó por toda la habitación tratando de entender como serían las cosas a partir de ese momento, tenía mucho con que lidiar. Tomó la carpeta que estaba sobre el tocador y revisó que todo estuviese en su lugar, era todo lo correspondiente al caso de Fernanda, no quería perder más tiempo, se encargaría de hacerle llegar a Heriberto el expediente de su hija. Lo que eran las cosas de la vida, de alguna u otra manera se toparía con él, con el hombre que le alteraba los sentidos.
—Maldito hombre, a buena hora te tuviste que cruzar en mi camino.—Se quejó cerrando la carpeta a mala gana.—esto no puede llegar más lejos, yo no lo pienso permitir.
Ya eran altas horas de la noche, sin embargo ella no lograba conciliar el sueño, el arrebato de Osvaldo esa tarde no dejaba de rondarla, le parecía la cosa más indignante del mundo ¿Como era posible? No iba a negarlo aún le afectaba pero no dejaría que alguien lo notase, Osvaldo pagaría por todo el daño que le había hecho, no pensaba quedarse de brazos cruzados, no cuando su nombre estaba plasmado en cada revista de todo el país por su culpa.
—¿Te sientes bien?.—Le cuestionó mirándola con el café en la mano, no parecía haber tenido una buena noche.
Victoria frunció el seño y se removió un poco en la silla.
—¿Tan mal me veo?
Antonieta se recostó sobre la puerta mirándola fijamente por algunos segundos, largó un suspiro y negó con la cabeza.
—¿Es Osvaldo verdad?.—La vió tomar un sorbo de café y dejarlo sobre el escritorio.—¿Te ha hecho algo?.
Victoria rápidamente negó con la cabeza. No precisamente y tampoco lo hubiese permitido.
—No sería capaz, él sabe muy bien que no le conviene.—Se frotó las manos pensativa.—es un imbécil.
Antonieta camino hasta quedar frente a ella.
—¿Lo amas Victoria? Después de todo lo que te hizo, ¿Lo sigues amando?.
Victoria se encogió de hombros, ¿Cómo explicarle lo que ni siquiera ella sabía?.
—Nunca se deja de amar de la noche a la mañana Antonieta, pero lo que él me hizo es imperdonable, ni yo misma sé cómo me siento.—Se levantó de la silla mientras caminaba por toda la oficina.—Osvaldo desde que lo conocí fue un idiota, pero me supo ganar, confiaba en él, creía que lo nuestro sería para toda la vida y muy estúpidamente creí que nunca me faltaría.—Sonrió con amargura.—y resulta que no solo me faltó al respeto, si no que también se burlo de mí, ¿Sabes lo que es que te engañén quién sabe por cuando tiempo?.—Se giraba para ver la cara de Antonieta.—aunque no quiera duele.
Antonieta apretó los labios compadesiendose de la mujer de ojos verdes, la conocía mejor que nadie y sabía que no era fácil mantenerse de pie, no cuando todo parecía querer salirse de su cause.
—No vale la pena Victoria, se que es difícil, pero es mejor olvidar y seguir como si nada hubiese pasado.—Victoria quiso interrumpirla pero ella levantó las manos para que la escuchara.—Lo sé, pero mírate Victoria dime ¿Es justo?.—La señalaba.—es justo que llegues aquí con una ojeras de momia por culpa de ese hombre.