El amor es el veneno más letal que existe, pero no sabemos vivir sin el.Victoria permanecía abrazada a él, pensando en todo y en nada, debía admitir que nunca un hombre la había hecho sentir de esa manera y de tantas maneras posibles a la vez, era como ir de cero a mil en tan solo pocos segundos, todo el enojo y los reproches se habían esfumado, era como si solo necesitara de sus brazos para estar bien. Lo cierto era que nunca había dependido de un hombre de esa manera, siempre había podido sola, en todas las facetas posibles, había amado a Osvaldo, pero lo que sentía por Heriberto no se comparaba en lo absoluto, era como si la dama de hielo que siempre fué comenzaba a desaparecer, ya no era esa mujer que siempre le gritaba a todos por el simple hecho de cruzarse en su camino, estaba enamorada de ese hombre, su corazón le pertenecía en todos los sentidos, ya no podía vivir sin él, toda la amargura que había acumulado por años, ya no estaba ¿O si?.
—Eres mi debilidad...—Confesó en un susurro, estaba muy quieta escuchando los latidos de su corazón.—Nunca me había enamorado de esta manera.—Se removió en su pecho para mirarlo a los ojos, él le sonrió mientras le acariciaba la mejilla.—Nunca había irrespetado mi oficina.—Insinuó al verse desnuda junto a Heriberto en el lugar que consideraba sagrado.—¿Que estás haciendo conmigo?.—Cuestionó con el corazón aún acelerado.—Porque no pude odiarte desde un principio...
Depósito un cálido beso en su labios mientras buscaba las palabras correctas, había mucho de que hablar, y mucho que aclarar pero no era el momento, y más, cuando se sentía con tanta paz cuando estaba con ella, cuando le hacía el amor...
—Tienes que dejar de cuestionarte tanto las cosas...—Acariciaba su espalda desnuda, estaban reposando solo el sofá, era muy extraño, todo se sentía muy ligero, había un silencio en ese lugar que...—Amo cada parte de ti y cada una de tus facetas, aunque amarte duele algunas veces.—Sonrió al recordar el día que la había conocido.—Te he extrañado Victoria, eres el amor de mi vida y solo quiero hacerte feliz.
Victoria sonrió sin poder evitarlo, a veces dudaba de si merecía a ese hombre pero en definitiva, no pensaba soltarlo. Su pecho se rebosaba de tranquilidad al saber que su corazón le pertenecía, era un sentimiento que no sabía cómo describir. Soltó un suspiró y lentamente la sonrisa fue disminuyendo en sus labios, era inevitable.
—Tenemos que hablar.—Lo escuchó suspirar.—Hay tantas cosas que...
—Lo sé, pero no ahora, yo también quiero hablar, quiero decirte tantas cosas pero ahora no es el momento.
Había algo que la mantenía agobiada, tenia días sin saber cómo manejarlo y tampoco sabía de qué manera hacérselo saber, y él comenzaba a sospechar, podía verlo en su mirada, esos ojos que la habían recorrido ciento de veces no fallaban.
—¿Entonces cuando?.
—Ven conmigo esta noche.—La miraba fijamente, como si intentara leer su mirada, porque aunque tratara de ocultarlo, sabía que había algo, podía sentirlo...—Hay mucho por decir y se que quieres hacerlo.
—He Sido injusta contigo muchas veces y...—Recordando el incidente con María, no entendía que había con ella que la inquietaba tanto, no eran celos, era algo que iba más allá que eso.—Tu también tienes mucho que explicar.
—Victoria.
Se separó de él y comenzó a buscar sus cosas para vestirse, aparentemente estaban esparcidas por todo el lugar, se sonrió para si sola, no se arrepentía de nada, todo lo contrario, lo volvería a repetir un millón de veces. «Pero más que feliz.» le susurró esa vocecita traviesa.
—Es que no te entiendo.—se giraba a mirarlo con el brasier en la mano y él sin poderlo evitar desviaba la mirada hasta sus senos.—Hay muchas cosas que no entiendo.