Victoria salió del consultorio con una pequeña sonrisa triunfal, solo para que la secretaria lo notara, se detuvo frente a ella unos segundos y su sonrisa se hizo más amplia, le encantaba ver cómo la muchacha cambiaba de expresión, el color de sus mejillas había desaparecido, quiso espantarla con algún comentario pero consideró que no era necesario, a partir de ese día las visitas iban a ser más frecuentes y ¿porque no? Si se le atravesaba nuevamente en el camino le perturbaria la existencia, negó con la cabeza y siguió su camino hasta el ascensor.
Sara miraba en dirección por dónde había desaparecido la desagradable mujer, su corazón se quería salir, no le era grata la presencia de Victoria, confirmaba que los rumores que tanto se escuchaban en los pasillos del hospital eran más que ciertos, esa mujer era loca y peligrosa.
—Por los clavos de Cristo.—Decía al santiguarse en repetidas ocasiones, haciéndose la señal de cruz con los dedos.—es peor de lo que pensé.
Las puertas del ascensor se abrieron ante ella, ingresó rápidamente observando cómo dos jóvenes se besaban en el mismo sin prestar atención alguna de si alguien subía o no al ascensor. «Malditos engendros adolescentes.». Maldijo internamente fastidiada.
Apretó los dientes asqueada de semejante escena, no tenían decencia, ya no había respeto, las puertas del ascensor volvieron a abrirse anunciando que ya habían llegando al piso correspondiente, se le había hecho una eternidad.
—No durarán, aprendan a besar a esa edad mi abuela ya tenía 5 hijos.—Soltó saliendo de aquella tortura.
Los dos jóvenes se quedaron en silencio y mirándose entre si totalmente confundidos, escuchando a los lejos un; “¿ya no me amas?”. Seguramente sería el inicio de una eterna y toxica discusión, no podía evitarlo, ver arder el mundo era una maravilla.
En el camino a la empresa todos sus ánimos se esfumaron, el enojo regresaba como si de una tempestad se tratase, no toleraba que el doctor de su hija fuese precisamente ese hombre, tontamente creyó que no volvería a verlo, pero una vez más, la vida le daba una bofetada, no todo salía como ella quería y eso la enfadaba.
Salió del ascensor respirando con fuerza, el solo hecho de pensar que tendría que lidiar con un montón de problemas la estresaba aún más.
—¡Derecha!.—Gritó enojada, a su parecer la joven estaba encorvada.—¿Que demonios está pasando con todo el mundo hoy? Que no pueden hacer algo bien.
La muchacha bajó la mirada avergonzada, el corazón le latía muy fuerte, no lograba pensar con claridad.
—Lo siento...prometo que lo haré mejor.
Victoria se acercó un poco más divizando a María, parecía estar paralizada al igual que todos los presentes, Antonieta la miraba atónita, no era la primera vez pero igual nunca dejaba de sorprenderle sus grandes cambios de humor, a veces la espantaba.
—No necesito que me prometas nada, necesito que lo hagas ¿Que es esto?.—Señalaba a su alrededor.—¿Les parece que esto es profesional? Que no entienden que con tan solo una maldita falla se arruina todo.—Espetó colerica.
Pipino ingresó a la sala de modelaje con un par de bocetos en mano, analizó un momento el rostro de todas las presentes y supuso lo que estaba sucediendo, todo estaba tenso, freno en seco al ver que centraban la atención en él y se dió la vuelta.
—Olvidenlo, yo me voy de aquí.—Decia agitando las manos, era mejor desaparecer en esos casos, antes de que él también llevase de lo que estaban repartiendo en ese ambiente.
Antonieta negó con la cabeza cuando Pipino se regresó prácticamente corriendo, ni siquiera ella quería estar presente en ese lugar.
—Victoria, creo que estás exagerando.