Cuando las cosas se salen de las manos, hay que respirar profundo y dejar que la mente se enfríe...¿No?.
—Aquí no...—Susurró contra sus labios.—esto no soluciona nada.
Heriberto la tomo del trasero con suavidad.
—Lo soluciona todo, eres una berrinchuda que necesita mano dura.—Sonrió sabiendo que la haría enojar.
—¿Quien te crees que eres?.—Le espetó indignada.
—El hombre que te hará feliz por el resto de tu vída.
A Victoria se le formó un nudo en la garganta, ¿Que eran esos cambios constantes de humor? Se estaba volviendo loca o ese hombre la tenía loca.
—Me quiero ir.—Logró decir apartando la mirada.—Antonieta y yo tenemos asuntos que resolver.—Trataba de alejarse pero él se lo impedía.—Me sueltas porfavor.
—Te vas conmigo Victoria.—Sentenció mientras la apretaba de la cintura.—Se que estás enojada por todo esto y de cierto modo te entiendo, pero quiero que estés conmigo esta noche.
—Yo no quiero.—Lo miraba fijamente.
Heriberto le sonrió dulcemente y la besó unos segundos.
—Mentirosa.—La azotaba con suavidad, cosa que hizo que Victoria casi gritara de la impresión.—se que lo deseas tanto como yo, tu mirada no miente.
—Deja de hacer esas cosas, alguien puede vernos, estás loco.—Le reclamó mirando a los lados.
—Tú me tienes así.—La tomaba de la mano.—Vamos, es hora de irnos de aquí.
—No voy a ir contigo.
Heriberto solo sonrió con algo de malicia.
—Ya lo veremos.
Victoria se estremeció de pies a cabeza, no podía ocultar que moría de ganas por irse con él, pero el orgullo antes que nada, podía más que todo.
—Me las vas a pagar.—Se cruzaba de brazos mientras miraba a través de la ventana del auto.
Heriberto se sonrió recordando.
—Yo te lo advertí mi amor, no quisiste por las buenas...—Posaba la mano en una de sus torneadas piernas.
Victoria se giró indignada.
—¡Eres un animal! ¡No soy un costal de papas al que puedes llevar como un mendigo obrero!.—Le quitaba la mano.—¡Y menos delante de todo el mundo!.
Heriberto no pudo evitar reírse cosa que encendió a Victoria aún más.
—Perdoname pero es que no lo puedo evitar, además, no seas exagerada no fué delante de todo el mundo, estábamos afuera.
—A mi no de parece chistoso fíjate, maldito la hora en la que me cruce contigo.—Soltó sin más.
Heriberto automáticamente dejo de sonreír, quizás si se había pasado un poco, pero solo un poco en cambio Victoria...algunas veces no media las cosas que decía. Él silencio se hizo notable en el ambiente y Victoria supo que algo se había congelado en el pecho de Heriberto.
Cuando llegaron al departamento de Heriberto todo seguía en completo silencio, el buen ánimo que había tenido se había esfumado en eyl y sí, ella era la culpable.
—Voy por una ducha e iré a llevarte a tú casa.—Se quitaba la corbata.—me hace falta...—Dijo casi en un susurró que Victoria logró escuchar.