Capítulo 11-Nuestro.

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El amor se acaba cuando la traición inicia, nada es para siempre y a veces solo hay que afrontarlo, la vida es difícil, puedes caer un millón de veces pero en tus manos está si quieres seguir de pie y ser...¿Feliz?



Esa tarde había Sido difícil, tener que lidiar con un tormentoso dolor de cabeza y miradas curiosas no era nada fácil, sin embargo, aunque quería permanecer de pie comenzaba a sentirse débil, que todo a su alrededor comenzaba a desaparecer, ya no tenía a la familia unida que fingía tener ante los medios, estaba a mitad de un tedioso divorcio, su hijo distanciado y una hija que se oponía a la separación, sin agregar el montón de problemas que tenía encima y para colmo la llegaba de Heriberto a su vida empeoraba aún más las cosas, odiaba sentirse tan rara ante su presencia, era algo...que no entendía.

Al llegar a la mansión lo primero que hizo fue abrir una botella de vino, eran muchas emociones por un día, y en alguno de esos acabaría por perder la poca cordura que le quedaba. Se sentó en el majestuoso mueble de su despacho frente a una gran fotografía de la que había Sido su familia felíz. Tomó un gran trago y se sonrió amargamente, todo estaba roto, la familia, el amor, la confianza ¡Absolutamente todo! Y Osvaldo era el único culpable de todo aquello. Poco a poco iba perdiendo el sentido de la vida, se sentía vacía.

—Maldita la hora en la que te dije que te amaba.—Renegó mientras observaba la fotografía.—eres un animal...siempre lo fuiste.

Suspiró fuertemente y se sirvió otra copa de vino, estaba tan sola  en esa casa que una parte de ella quería embriagarse hasta perder el conocimiento, quizás de ese modo se olvidaba hasta de ella misma.

Pero para su mala suerte no estaba tan sola como ella esperaba, largos minutos después Osvaldo ingresaba al despacho y la expresión en su rostro daba mucho que desear.

—¿Victoria?.—La sorpresa en su voz era más que notable.

Ella frunció los labios sin mostrar alguna emoción.

—Buenas noches, ¿Que haces aquí?.—Recorria con los dedos el borde de la copa ante la atenta mirada de Osvaldo.—Tus hijos no están aquí.

Osvaldo suspiró y se acercó un par de pasos, había pasado tanto tiempo desde la última vez que la había encontrado de la misma manera y sinceramente no le gustaba, cuando lo hacia...no era por placer.

—Nuestros hijos Victoria.—Le corrigió.—y lo sé, vine a verte a ti.

Victoria abrió muy grande los ojos.

—¿A mí? No me digas, a ver, para que querías verme.—Bebió un sorbo de la copa.—a aquí me tienes.

Osvaldo no sabía que pensar, pero de una cosa estaba más que seguro, esas copas comenzaban surtir efecto.

—Pero no como yo quiero...—Soltó afligido.

—Ay por favor, no me vengas con estás estúpideces.

—Quería invitarte a cenar, para que hablemos, sin discutir solo hablar y tratar de arreglar un poco las cosas.—Ella lo miraba con seriedad.—por nosotros Victoria y por nuestros hijos.

Ella se quedó mirándolo fijamente un par de segundos, analizando cada palabra que salía de la boca de ese hombre, ¿Enserio estarían juntos para toda la vida? «¡Puras mentiras!» gritó para sus adentros.

—¿Salir?

—Si, salir.

No quiso contenerse y se rió de lo retorcido que le parecía.

—Claro, claro salir a divertirnos que buena idea, maravillosa.—Decia irónicamente sin dejar de sonreír.—el feliz y amoroso matrimonio Sandoval sale a divertirse.—Movia la mano libre dramáticamente.—para que todos vean lo amorosos y lo felices que son.—Se río secamente.—que conmovedor, no me hagas reír por favor, ni a la esquina contigo, ¿Crees que soy estupida? Solo quieres que todos crean que estamos bien, que nada ha pasado y que seguimos siendo el matrimonio perfecto.—Lo señaló con la copa.—eso no va a suceder, se acabó Osvaldo.

La Dama De Hielo. V&HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora