Algunas veces, imaginamos tantas cosas que al final...termina siendo una simple ilusión de lo que podría pasar, pero que hasta ahí llega.
—¿Y que? A caso a ti nunca te dejaron marcas Antonieta.—Optaba por una postura imponente cuando por dentro moría de la vergüenza.
Antonieta sonrió mientras negaba con la cabeza.
—No de esa forma Victoria, me sorprendes.—La miraba fijamente.—Ya no eres lo que solías ser, tú jamás hubieses permitido algo como esto, claro, no hasta que llegó él, las cosas cambian supongo.
Victoria pensé en las palabras que acababa de decir y...era cierto, las cosas cambian con el tiempo, pero sobretodo, cuando conoces a la persona que te hace cuestionar todo, hasta incluso a ella misma.
—Hay muchas cosas que te sorprenderían y honestamente no me arrepiento de lo que soy hoy en día, de las cosas que he hecho, porque simplemente siento que me estoy convirtiendo en lo que dije que no seria y creo...—Se detuvo un momento, tomando fuerzas para decirlo.—que me gusta.
—Eres más compasiva, eso es bueno.—Le sonrió con algo de tristeza.—Sin embargo, debes muchas disculpas Victoria.
—Ni lo sueñes.—Si era lo que estaba pensando...—No, ni lo sueñes.
—Ya lo soñé, solo espero que no te arrepientas después, el tiempo corre y no perdona Victoria, recuerdalo.
Ella se levantó un tanto pensativa.
—Creo que debo regresar con Heriberto, solo venía a verte, por si seguías viva.
—Para tú tranquilidad si lo estoy, no te vas a deshacer de mi así como así.—Se levantaba también.—Tendrias que hacerlo con tus propias manos.
Victoria sonrió mientras la miraba.
—Se hacer muchas cosas con mis manos.—sonreia algo burlescas.
—Victoria...—Se sonrojaba.
—Estas muy sensible Antonieta.
Ella se cruzaba de brazos.
—Solo espero que esto valga la pena.
Victoria sonrió mostrando los dientes.
—Como nunca antes, de eso puedes estar segura.—La miró unos instantes.—Gracias por esto Antonieta de verdad, de todo corazón te agradezco por todo lo que estás haciendo por mi.
—Solo le estoy haciendo un bien a la humanidad, ahorita estarías llorando en tu habitación por Heriberto, no agradezcas.
—Muy chistosa, bueno creo que ha sido muy grata tu compañía pero ya debes irte.—La veía abrír muy grande los ojos.—No te preocupes, yo me encargue de todo antes de venir, solo tienes que subir a un avión y listo.
—¿Y listo? Es enserio Victoria, por favor.—Se cubría el rostro con las menos.—No juegues de esta manera.
—No estoy jugando, lo estoy diciendo muy enserio, ya está hecho a lo que veníamos, no puedes quedarte aquí.
—¿Y porque no según tú?.
—¿Que se supone que harás? Lo menos que quiero es que estés incómoda, quizás no pueda verte.
—¿Ahora te preocupas por los demás?.—Victoria cambiaba su expresión.—No puedes manejarlo todo Victoria.
—Pues ya vez que si, te vas y punto Antonieta, no volveré a repetirlo.
—Creo que sigues siendo la misma después de todo.—Tomaba su bolsa.—No sé en qué estaba pensando.
—Antonieta.—Se sentía algo culpable pero era más que obvio que no lo demostraría.
—Si arruinas las cosas, te juro que no haré nada para ayudarte, ese hombre quizás no te merezca.—Lo dijo como si de un puñal se tratase, esa oración había llegado a lo más profundo, lo sabía, podía mirar ese sentimiento hiriente en la mirada de Victoria.—Victoria...
Ella apretaba muy fuertes los dientes, no se lo había esperado pero como dolía.
—Vete.—Sacaba algunas cosas de su bolsa.—Es todo lo que necesitas, buen viaje y una vez más, gracias por todo.—Se dió la vuelta tratando de alejar las lágrimas.—Mald..
Muy pocas personas llegaban a tocar su duro corazón pero Antonieta, era una de esas pocas, que con tan solo unas palabras podían hacerlo sangrar y como no...era su amiga de toda la vida.
—Victoria, ¿Me estás escuchando?.—Heriberto la tomaba del rostro para que lo mirara.—¿Estás bien?
Ella repitió una vez más aquella oración, y tuvo que cerrar los ojos unos instantes pero no sollozar.
—Perfectamente, solo estaba tan enfocada pensando en algunas cosas que...—Suspiraba.—Perdoname.—Se abrazaba a él y se lo decía con todo el corazón.—solo que aveces no se controlar lo que digo o las cosas que hago.
Herberto se sintió extrañado, desde que había vuelto a la habitación estaba algo pensativa.
—¿Estás segura? No habrá algo que quieras contarme, me preocupas.—La apretaba contra él con suavidad.
—Estoy bien, no hay nada de que preocuparse.—Le sonreía, lo menos que quería era arruinar las cosas una vez más, no cuando ya lo había recuperado.—Solo quiero que sepas que...te amo Heriberto.
—Yo también te amo mujer, más que nada en esta vida.—Cuando trató de acariciar su mejilla Victoria tomó la mano y la puso en su cuello, sonrío algo extrañado y dudoso de sus pensamientos.—¿Quieres te ahorque mientras...?
—Me quiero morir.
Heriberto rápidamente retiró la mano y se subió sobre ella.
—¿Me vas a decir que te pasa?.
Victoria negó mirándolo fijamente.
—Obligame.
Quería ponerse serio, pero no quería problemas con ella, no quería perderla, de alguna u otra forma ella terminaría diciéndole o eso quería creer.
—No voy a obligarte, quiero que me digas porque te nació hacerlo, sabes que estoy aquí para tí, para lo que sea Victoria, no lo olvides ¿Si?.—Depositaba en beso en sus labios.
—Te amo.—Soltó.
Los ojos de Heriberto detellaron.
—No sabes lo que eso significa para mí Victoria...—Pegaba su frente a la de ella.—No tienes ni idea el infierno que pase todos estos días sin ti, no paraba de pensar en ti, día y noche, sin poder sacarte de mi mente...ya no sabía ni que hacer ni como olvidarte...
—Yo no quiero que me olvides.
—Ya no podré hacerlo, te llevó aquí.—Señalaba su pecho.—En lo más profundo del corazón y ahí vas a estar hasta el último día de mi vida Victoria.
«Me gustaba mi libertad, hasta que probé tus cadenas.»