¿Que es sentirse completamente felíz? Es como un sube y baja inestable de emociones, estaciones que solo suceden cada cierto tiempo ¿No?.
Victoria sonreía un poco triunfante sobre el pecho de Herberto, ¿Acaso Leticia creía que le ganaría? Porque estaba más que equivocada, nadie podía contra Victoria Sandoval, siempre pelearia por lo que era suyo y le pertenecía, porque si, ese hombre era todo suyo, ya no podía vivir sin el, tampoco quería. Suspiró un poco mientras se removía sobre él, las manos de Heriberto se movieron sobre su piel desnuda y eso la hizo estremecer.
—¿Te digo algo?.—Depositaba un beso en su cabeza, a lo que Victoria solo asintió.—No te creí capaz...de algo así.
Ella ya no pudo ocultar su sonrisa maliciosa.
—Cariño, aún no sabes de lo muy capaz que soy, cuando se trata de lo que es mío.
—¿Y que es tuyo?.—La miraba algo divertido.—Porque no veo nada que tenga tu nombre aquí.
Victoria lo miró unos segundos, para después sentarse sobre él y dejar que la sábana descubriera la parte superior de su cuerpo. Se removió los labios mirándolo con intensidad, el corazón de Herberto se aceleraba.
—¿Ah no?.—Paseaba sus manos por el pecho de Herberto.—Tu corazón es mío...Tú.—Se detenía.—Eres mío.
Él sintió una calada de felicidad invadir por todo su cuerpo, quería que ese momento no se acabara nunca, era la mujer que amaba y que quería a su lado hasta su último día.
—Estoy loco por ti mujer.—Se le oscurecia la mirada. La tomó de la cintura y sin dejarla reaccionar la dejo bajo el.—Tú eres mía Victoria.
—Haz que sienta eso que dices...—Murmuró con voz provocativa.
—No sabes lo que acabas de hacer Victoria...—Dijo con voz ronca. Le abrió las piernas y se adentró con fuerza entre su femeidad.
Ella jadeó fuerte y sonrió mientras cerraba los ojos, era exactamente lo que quería. Pero le sonrisa se desvaneció muy rápido, Herberto se metía los senos en la boca y los succionaba con unas ganas abrumadoras, ya no pudo resistirlo más, pequeños grutitos salían de los labios de Victoria y se intensificaron cuándo él comenzó a moverme aún más rápido en su interior.
—¡Antonieta!.—Dijo derrepente mientras se tomaba de la cabeza.—¿Cuánto tiempo tenemos aquí?.—Lo miraba mientras terminaba de arreglar su ropa.
Heriberto se sintió algo confundido.
—Unas cuatro horas ¿Porque? Sucede algo con ella.—Se sentaba en el borde de la cama.
—Es que quede el avísarle si todo estaba bien, la pobre debe de estar preocupada por mi.—Buscaba su teléfono y sin duda alguna, cuando lo tuvo en sus manos la barra de notificaciones estaba llenada de llamadas perdidas de Antonieta.—Tengo que ir por ella.
Él abrió grande los ojos.
—No me digas que ella también está aquí.—Dijo algo sorprendido.
—No creerás que vendría sola, tenía que tener refuerzos por si la cosa se tornaba fea.—Caminaba hacía la puerta.
—Que estás diciendo Victoria.—Se levantaba de la cama.—a dónde vas.
—Ya regreso, necesito ir por Antonieta, te amo.—Cerraba la puerta tras de si.—Maldi...—Apretaba las piernas un poco, aún podía sentir esa sensación...que hasta se sentía rara al caminar era como si...—Casi te dejan en silla de ruedas Victoria, que esperabas.
—Me tenías preocupada Victoria, te llamé como cien veces imaginado lo peor, Leticia bajo como alma que se la llevaba el diablo.—Victoria sonrió.—¡Que pasó!.
Se sentaba en living junto a ella.
—La estúpida creyó que se iba aprovechar del viaje para que Heriberto se la llevara a la cama.—Apretaba los dientes al recordar la escena.—Es una maldita...
Antonieta la miraba sin poder crecer en lo que acababa de escuchar.
—No me digas que...
—¡No! Gracias a Dios no, me metí bajo la cama de Heriberto y...—La vio abrir muy grandes los ojos, aguantando las ganas de reír.—Ni se te ocurra, ya suficiente vergüenza la que pasé, el caso es...que la muy maldita entro a la habitación con una excusa barata y se le declaró.
—No puede ser...¿Y él?...no me digas que...
Ella negó rápidamente.
—Por supuesto que no, yo misma los hubiera matado.—Dijo muy bajito.—Puedes estar segura de que ese hombre me ama de lo contrario, no le hubiera importado nada y estaría con ella en la cama. ¡Gracias a Dios llegue a tiempo!.
—No nombres a Dios, tú te vas derechito al infierno eh y con toda razón.—Observando un pequeño moretón en el cuello.—ya veo que se reconciliaron.
«El corazón cree todo o casi todo lo que le hace latir, pobre inocente.»