A veces el mundo es tan pequeño que no te da tiempo ni de procesar.
—Victoria...—La miraba de pies a cabeza, su mujer estaba fascinante.
—¿Victoria Sandoval?.—Indagaba la rubia mujer con una pequeña sonrisa.
Ella sonrió aún más a verse reconocida, pero como no, si era un gran icono de la moda en el país.
—La misma que viste y calza querida.
Heriberto no pudo contener la sonrisa, pudo notar la tensión en Victoria y no eran más que celos, seguramente dudas de haberlo encontrado justamente allí y con una mujer, vaya suerte la suya.
—Antonieta.—Le saludó Heriberto al verla en un costado, se levantó de su silla tratando de esparcir la incómodo que comenzaba a emerger en el ambiente.—Patricia quiero presentarte a Victoria Sandoval, una amiga, por lo visto ya has escuchado de ella.
Victoria lo fulminaba con la mirada, quería estrangularlo ¿Una amiga? «Con que tú maldita amiga...» podía sentir la ira recorriendo todo su cuerpo.
Antonieta quería que se abriera una brecha y se la tragara, compadecía a ese pobre hombre, se avecinaban tiempos difíciles para él.
—¿Y como no? Si es una de las mejores diseñadoras de este país, es un verdadero placer, Patricia Santana.—Le ofrecía la mano cordialmente mientras se levantaba de su silla.
Victoria pensó por un momento dejarla con la mano estirada, ganas no le faltaban pero al parecer la mujer no tenía ni las más remota idea de que estaba cenando con el hombre que le quitaba el aliento, quería gritar.
—Creo que ya no necesito presentarme.—Le devolvía el saludo fingiendo estar de lo más tranquila.—Antonieta, mi mejor amiga y mano derecha.—La señalaba.
—Es un honor conocerlas de verdad.—Le sonreía a las dos.—no creí que esto pasaría esta noche.
Victoria apretaba las manos disimuladamente ¿Y que pretendía que pasara? Estaba muy enojada con Heriberto, no sabía que pensar o de qué aferrarse.
—Ni yo.—Lo miraba fijamente.—Bueno fue un gusto encontrarlos aquí, pero se hace tarde y ya nos tenemos que ir.
Antonieta fruncía el seño.
—Pero...
—Tenemos un asunto importante que atender ¿Recuerdas?.—La miraba.
¡Era mentira! Y ella lo sabía, pero no tenía de otra más que seguirle la corriente, realmente estaba disfrutando la comida y la noche hasta que Victoria los vio...Maldita la suerte de Heriberto.
—Ah claro, tienes razón, se nos hace tarde.—Miraba su reloj.
Heriberto ya intuía por dónde venía todo, esa mujer estaba hecha un furia pero bien que sabía disimular, ¿Que pretendía que dijera? Realmente no la entendía y si, tenía mucho que explicar.
—Victoria ¿Me regalas cinco minutos de tú tiempo? Hay algo importante que debo decirte.
Ella lo dudó, ganas no le faltaban de dejarlo con la palabra en la boca, pero estaba tan enojada que si lo hacía todo terminaría peor, además de alguna u otra manera debía hacer entender que ese hombre era suyo.
—Claro.
—Patricia discúlpame unos minutos, ya regreso.
—No te preocupes, voy a ir pidiendo la cuenta.—Tomaba los documentos de la mesa.—Creo que ya estamos listos.
Heriberto asintió mientras le sonreía amablemente.
—¿Quieres hacerme compañía mientras tanto?.—Le preguntó mientras Heriberto se marchaba junto a Victoria.
Antonieta le sonrió ¿Porque no?
Heriberto no paraba de ver esas caderas que se contorneaban de un lado al otro con sensualidad, ese vestido negro se amoldaba a su figura como si de un guante de tratara, su mujer era una completa Diosa y si, sin dudas estaba en serios problemas con su Diosa.
—¿Me quieres explicar que Demonios haces con esa mujer aquí?.—Soltó enojada apenas se encontraron solos.
Heriberto suspiró profundamente, hasta enojada se veía hermosa.
—Estas preciosa.—Dijo admirandola.
Victoria bufó aún más enojada, tuvo que darle la espalda para no perder la cabeza.
—¿Eres idiota o te haces?
—Victoria mi amor, te dije que tenía una cena importante, pero no sabía que era una mujer.
Ella se giró rápidamente.
—¿Ah no? No sabías que cenarías con una mujer, por favor no me hagas reír.—Se cruzaba de brazos.
—Victoria.—Dió un par de de pasos.—La descripción que a mí me dieron era una de mujer de unos 60 años o no se si fuí yo quien lo malinterpretó.
—Que casualidad.
—Mi amor, esto no es por placer o porque realmente quisiera, la acabo de conocer, es por trabajo y lo sabes.
Ella negó frustrada.
—No, lo que a mí me molesta es que no me lo hayas comentando, cada uno tiene sus responsabilidades dentro de nuestros respectivos trabajos, pero que me presentaras como una amiga me parece indignante. ¿Crees que soy idiota?.—Le espetó completamente sería.
—¿Y como debía presentarte?.—También comenzaba a ponerse serio.—si eres precisamente tú quien impide que te presente como mi mujer, perdoname, pero verdaderamente a veces no te entiendo.
Victoria no supo que responder, porque aunque le costara admitirlo él tenía razón.
—Tienes razón...yo...—Cerró los ojos unos segundos.—Tienes razón, pero eso no quita que me ocultaste que saldrías con alguien.—Insistió.
—Victoria no te lo oculté, solo no sabía con quién sería..
Ella se sonrió sarcástica.
—¿Entonces siempre te reúnes con personas que no conoces...o solo con mujeres?.
Heriberto negó implorando paciencia al cielo, era más difícil de lo que pensaba.
—¿Es enserio Victoria? ¿De verdad quieres hacer esto?.—Preguntó molesto con su actitud.
—Estoy ardida en celos.—Admitió furica.—Me voy.
Ella comenzó a caminar a paso firme, estaba muy enojada, pero en cuestión de segundo Heriberto la tomo de la cintura, había pensado en dejarla ir, pero a quien engañaba no era capaz de hacerlo.
—Tú te vas a quedar conmigo.—Le susurró al oído, sentía como el cuerpo de Victoria se estremecía ante el contacto.
—No quiero.—Negó altanera.
—¿Ah no?.—La giraba para mirarla fijamente a los ojos, y...¡Demonios! Esa mujer era su perdición.—Pues no te vas a ir.
El corazón de Victoria galopaba sin control en su pecho.
—Heriberto...
Él sabía lo que quería, no había necesidad de decirlo, enmarcó su rostro con las manos y la besó, pero no fué un beso dulce o suave, no, era uno lleno de pasión y deseo ardiente, por la mujer que lo volvía loco.
«Yo me enamoré de sus demonios, ella de mi oscuridad. Éramos el infierno perfecto.»