Cuando el masoquismo reina en nuestras vidas, es muy difícil superarlo.
—¿Que estás haciendo...?.—No sabía ni de que manera cuestionarla, estaba totalmente impresionado. Soltó un fuerte suspiro y la ayudó a salir.—¿Como entraste? ¿Porque...?.—La miraba fijamente mientras ella intentaba recuperar algo de dignidad.
Victoria se aclaró la garganta intentando buscar algo que decir, pero tristemente no le salían las palabras, en su vida le había pasado algo parecido.
—Maldito teléfono...—Refunfuñó lanzandolo sobre la cama.
Heriberto sonrió algo divertido.
—Tal vez deba reportarlo con seguridad, hacen muy mal su trabajo en este lugar.
Victoria alzaba la barbilla.
—¿Te parece?.
Heriberto se cruzaba de brazos.
—Me parece interesante fíjate, ¿No pudiste encontrar otro lugar donde esconderte?.—Dijo sarcástico.
Ella bajó la mirada unos segundos.
—Ibas a entrar con ella yo...no supe que hacer.
Heriberto suavizó la mirada y de cierto modo se sintió un poco apenado.
—Entiendo...—Comprendió que si hubiese cedido a las insinuaciones de Leti le iba a ir muy mal.—¿Trajiste un arma?.
Ella porfin sonrió pero muy leve.
—Quizas si debí traerla, yo siempre tuve razón.
Los dos se quedaron en silencio mientras se miraban, sin entender porque siempre que estaban juntos el corazón se sentía eufórico.
—¿Vas a decirme porque te escondías bajo mi cama?.
Victoria se sentó en la cama mientras lo miraba.
—Es que...hay algo que me impide dejarte ir.—Bajaba la mirada.—No quiero tener que verte de la mano de otra mujer, creo que me moría o...los mataría.—Balbuceó casi inaudible.
—¿Como?.
—El caso es, que no podía quedarme con los brazos cruzados, no querías saber de mi.—Lo miraba directamente a los ojos.—Te amo Heriberto.
—Yo también te amo Victoria.—Dijo con algo de pesar.—Y no hay maldito minuto que no piense en ti, en tus besos, en el olor de tu piel cuando te hago el amor yo...no se que hacer.
Heriberto soltó un suspiro, mientras se acercaba al gran ventanal que daba con una maravillosa vista en la habitación.
—Se que todo esto es mi culpa y quiero buscar la manera de enmendarlo.—Se levantaba para caminar un par de pasos hasta él.
—Esto no se trata de quién tiene la culpa o no Victoria.—Se giraba para mirarla.—Yo siempre caigo, una y otra vez, y sinceramente ya estoy cansado, me enferma tener que alejarme de ti, de mis ganas de tenerte conmigo cada día de mi vida, pero siempre pasa algo que te hace dudar. ¿Cómo hago Victoria? Yo te quería firme a mi lado.
Victoria frunció un poco el seño.
—¿Querías?.—Dijo algo dudosa.—¿Estás queriendo decir que ya no me quieres a tú lado?.
Heriberto negó.
—No fué lo que quise decir.
—Es lo que entendí. No me metí cuatro copas para entrar a esta habitación y meterme bajo esa cama que estaba llena de telarañas por cierto.—Decia algo indignada.—para que me digas que ya no me quieres.—Los ojos se le llenaban de lágrimas involuntariamente, era coraje.—Maldita sea.
Se giraba para secarse las lágrimas que querían bajar.
—Por favor no maldigas...—Se le oprimía el pecho.—Victoria.
—Creo que mejor me largo de aquí, no debí venir.
Heriberto la tomó de la cintura e hizo que lo mirara.
—Mujer escuchame, yo te amo, eres la mujer de mi vida, eres mi todo.—Le acariciaba el rostro.—pero no quiero que sigamos en esto, con estos miedos e inseguridades, solo quiero que tomes una decisión y no desistas de ella.—Le acarició los labios.—quiero que seas mía Victoria.
Ella cerró los ojos.
—Ya lo soy.
Heriberto sonrió mientras la abrazaba.
—Creo que siempre digo lo mismo, pero realmente no sé que voy hacer contigo.—Ella se aferraba a él.
Victoria levantó la miraba y fué directamente a sus labios, tomó su boca en un beso suave que rápidamente se fué consumiendo por la pasión, retrocedineron hasta chocar con el cristal del ventanal y ella supo, que no iba a querer hacer todo aquello con nadie más.
—Hazme el amor.—Pidió entre besos.
Esa voz, le encantaba cada vez que se lo pedía, era como un dulce detonante. El calor comenzó a apoderarse de sus cuerpos y sin darle tiempo de reaccionar a Victoria la giró contra el cristal mientras le quitaba la ropa, ella se sonrió por lo bajo consciente de todo lo que se avecinaba.
—Para mi, es un honor...—Dijo con voz ronca del deseo, desabrochó el brasier y cubrió los dos senos de Victoria con las manos.—no sabes cómo extrañaba tocarte...
Victoria jadeaba con los ojos cerrados, el contacto con el vidrio y su piel le erizaba el cuerpo, estaba un poco frío pero eso hizo que fuera más exitante.
Cuando la tuvo completamente desnuda ante el tuvo que aguantar la respiración unos instantes, se sentía tan afortunado de tenerla que cada parte de ella le llenaba el alma de felicidad, era la mujer más hermosa que había conocido en vida. Se deshizo de su ropa rápidamente para tomarla de las caderas.
—Esto es hermoso.—Murmuró con dificultad al admirar la vista del lugar.
—Si que lo es.
Hizo que abriera las piernas para él y paso una mano por su torsa hasta posarla en un seno para acariciarlo, cuando la escuchó gemir gustosa, se introdujo en ella con fuerza.
«Me podré despedir de ti una y mil veces más, pero seamos realistas no sé cómo irme, ni siquiera quiero hacerlo.»