Morimos por tener su amor pero....¿Moriría por tenerme a mi?.
Era simple, no había que darle tantas vueltas al asunto para idear o maquinar algo de lo que estaba pasando en aquella oficina, un ramo de flores en el sofá, Victoria sentada tras el escritorio y Heriberto a un costado mirandolo fijamente, con una expresión de que no se dejaría intimidar.
—Que demonios está haciendo este tipo aquí Victoria.—Reprochó completamente serio y cerrando la puerta de un portazo.
Heriberto solo permaneció quieto, observando al que seguía siendo el esposo de Victoria, se preguntaba tantas cosas en el cabeza que no hizo más que apretar los puños con fuerza.
Ella se levantó de su silla alisando un poco su falda mientras lo retaba con la mirada, Osvaldo no tenía porque meterse en sus asuntos y más, si la beneficiaban.
—Ah no, a mí no me vengas con estas escenitas absurdas eh porque no te quedan, no eres quién para prohibirme con quién debo o no debo estar en mi oficina ¿Ok?.—Se acercaba un poco.—te recuerdo que está es mi empresa y por lo tanto...puedo hacer lo que se me pegue la gana en ella.
Osvaldo le sonrió con prepotencia, muy lejos de querer llevar las cosas en paz.
—¿Ya le dijiste a nuestra hija que te estás acostando con su Doctor? Dime Victoria como crees que va a reaccionar cuando se entere.—Se cruzaba de brazos observando como la mirada de Victoria se oscureció.—¿Y lo de ayer que? ¿No signico nada para tí? Acaso ahora andas por el mundo acostandote con cuánto hombre se te cruce en el camino.
Algo en su interior explotó, era como un cuchillo que se enterraba en el pecho y una cólera que le recorría desde los pies hasta la última hebra de cabello, terminó de acercarse a Osvaldo y como en cámara lenta le estampó una sonora cachetada que hasta a ella, se quejó un poco de dolor.
—¡Eres un maldito!.—Gritó indignada, la furia se apoderaba de todo su ser.—no te metas conmigo porque te va a pesar, no sabes de lo que soy capaz por mis hijos ¡Imbécil!.—Advirtió.
Heriberto la tomó de los hombros para que se calmara, cosa que obviamente no lograría.
—No entiendo como es que eres capaz de faltarle al respeto a la mujer que supuestamente amas y es la madre de tus hijos.—Dijo aguantandose las ganas de partirle la cara.—creeme que si no estuviéramos en la oficina de Victoria y con ella presente, te molida a golpes.
Osvaldo quien se tallaba la mejilla dió un par de pasos en dirección a él, cosa que Victoria impidió poniéndose en medio.
—No te tengo miedo.—Lo señalaba.—cuando quieras dónde idiota. No eres quién para hablarme de moral ¡Cuando te estás acostando con mi esposa!.—Exclamó ofuscado.
Victoria levantaba las manos tratando de evitar algo mayor, seguramente ya la empresa entera se había enterado de todo lo que estaba pasando.
—Ya estuvo bueno Osvaldo, lárgate ahora mismo y no regreses.—Decia con la sangre a mil.—no hagas que sea yo quien te saque porque creeme.—lo estaba odiando a horrores en ese preciso momento.—no te va a gustar.
—Esto no se va a quedar así Victoria, todo esto es solo un berrinche tuyo por todo lo que pasó, pero regresaras a mi.—Miraba a Heriberto un tanto déspota.—y tú idiota, disfruta las migajas que te da Victoria porque eso es lo único que recibirás, no te contó que ayer cuando estaba conmigo ni siquiera te recordó ¿Verdad?.
Heriberto tragó en seco, golpe bajo, directo al su atormentado corazón, ¿Com evitar que no le afectara?.
Victoria abrió muy grande los ojos, deseando tener una maldita pistola en las manos y propinarle un par de disparos directo al cerebro.