Una silueta perfectamente estilizada caminaba por los grandes pasillos de Casa Victoria, se trataba de la mujer que causaba estragos en todo el lugar.Unos zapatos Christian Louboutin de color negro retumbaban a más no poder, altos con tacones de aguja, estilizaban unas piernas por las que cualquiera mataría por tener y ella más que nadie lo sabía. Todos se volteaban a mirarla, ella era digna de admirar, brillaba en todo su esplendor, sin embargo nadie se atrevía a interponerse en su camino, los últimos días habían sido difíciles y todos lo sabían, Victoria era consciente de que más de uno la observaba con curiosidad sabía a qué se debía y eso realmente le fastidiaba.
Fulminó a más de uno con la mirada y se dirigió a paso seguro hasta la sala donde se estaban ensayando las pruebas de vestuario. Se detuvo en la puerta a observar detenidamente a quien modelaba en ese preciso momento, no sabía porque pero cada vez que tenía cerca a esa muchacha la embarga un sentimiento extraño, la había aceptado por no tener a más muchachas de respuesto pero ahora comenzaba a desistir.
—Detente.—Exigió con dureza, todos se giraron a mirarla completamente perplejos.—¿Que demonios crees que estás haciendo?.—Cuestiono de manera intimidadora, se acercaba a la joven.
María tragó en seco mientras su corazón se aceleraba, se apretujaba las manos con nerviosismo. Aún recordaba lo emocionada que estaba por haber conocido a la gran Sandoval pero ahora, ahora creía que esa mujer acabaría con ella con tan solo mirarla.
—Modelar, como usted me enseñó.—Dijo con nerviosismo en la voz.
Victoria sonrió con sarcasmo,
—¿Yo te enseñé a caminar así?.—Se cruzaba de brazos.—Mirate, no tienes ni una gota de gracia, te hace falta delicadeza, caminas sin elegancia, estás encorbada.—La miraba con frialdad.—Ahora te pregunto ¿A esto le llamas modelar?.—La señalaba de pies a cabeza.
A María se le hizo un nudo en la garganta, como que si las palabras de la mujer a la que admiraba la estuviesen atravesando como si de cuchillos se tratarán.
—¿Porque tiene que ser así?.—Dijo con la vista nublada por las lágrimas, se negaba a dejarlas caer, no delante de ella, ya se sentía lo suficientemente humillada.
—Porque es la verdad.—Le entrego su bolsa a una Antonieta completamente estupefacta y se dirigió a todas las muchachas que observaban en silencio.—les voy a enseñar cómo se hace, somos una de las firmas más reconocidas de este país, lo último que quiero es que mis modelos no den la talla para esto.
—Victoria.—Intentó llamarla Pipino, el ambiente estaba tenso.
Pero ella no le presto atención, se subió al estrado y modelo como hace tantos años no lo había hecho, recalcando la manera tan elegante como debían caminar, la manera en la que se movía hipnotizaba a cualquiera, señalando que nadie sería lo suficientemente buena como para cumplir todos sus estándares y eso iba rígido a la joven que yacía en los brazos de Pipino, María solo quería llorar.
—¿Lo ven? ¿Tan difícil es?.—Cruzaba las piernas en su pose final.—Tan difícil es pedirles que hagan las cosas bien.—Decia mirando directamente a María, todas las muchachas se removían incómodas y sin poder creer lo que estaba pasando.
—Victoria, creo que ya todas entendieron a la perfección.—Dijo Antonieta tratando de entender que le sucedia a Victoria, últimamente no hacía más que arremeter contra la pobre muchacha.
—Eso espero.—Se acercó a ella y tomó su bolsa mirando en desaprobación a Pipino, quién acunaba a María en su pecho.—Ya estás bastante grandecita para andar llorando.—Le reprochó girandose para salir de ese lugar, no se sentía culpable por todo lo que había dicho, pero por alguna razón algo le decía que había cruzado una raya, sin embargo poco le importaba, ella no tenía límites, no los conocía.