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No era ninguna novedad el desacuerdo entre los hermanos. Y es que en los últimos días, Circe no hizo más que presencia malos tratos entre ellos de manera constante. Nadie le decía con exactitud que fue lo que les hizo estarse en dos bandos diferentes.

Desde que se iba a la cama, dentro del castillo se libraba una batalla diferente que a las afueras de este.

Y una mañana, amaneció más convulsionado de lo normal. Todos iban y venían. El rey y la hermana habían discutido, y él la trato de traidora. Lo cual era algo nuevo.

—Tu perdiste tus ideales.— dijo ella cabizbaja dejando al rey mucho mas enojado.

  Circe miraba todo a lo lejos, parecía absorta en algo que no eran las tareas que Merlín que le había asignado.

—Espiar es de mala educación.— la sorprendió Arabella sacándola del trance.

—Yo lo siento, es que hoy esta todo tan...

—¿Raro? Lo se, Morgana esta muy enojada.— finalizó la frase la rubia.—Levantate de ahí, y ve a finalizar tus encargos. No quieres tener problemas.— ordeno muy seria, como si algo también le pasara.

La pelirroja asintió, siguió con lo que su maestro le ordeno, y su día fue como todos los demás, solo que con gente enojada a su alrededor.

El día caí lento, y la noche traía consigo muchas malas noticias.

En la tarde, el Rey Arturo, junto con su hermana, y la caballería salieron rumbo al Bosque Eterno para acabar por una vez con la plaga de cualquier criatura mágica. Morgana solo iba para hacer recapacitar al Rey.

En cuanto el sol bajo lento y sereno por el horizonte Circe sintió que algo malo estaba a punto de ocurrir, dejo sus tareas de lado, e impulsada por aquel sentimiento corrió a la salida del castillo. El aire se movía de manera diferente, y podía sentir la tragedia bajo sus pies.

—Oh no.— murmuró.

Su mirada bicolor no podía creer lo que estaba viendo. Los hermanos peleando a la orilla del barranco. Rezo para que solo fuera una discusión. Sin embargo, fue más que eso. Ocurriendo con una lentitud, haciéndole pensar que el tiempo se detuvo al ver a Morgana caer por el barranco.

El Rey se percató que la joven criada vio todo lo ocurrido, en cuanto la llamo esta escapo despavorida.

Con los nervios de punta logró entrar al castillo, allí vio a Arabella; se la notaba preocupada, iba y venia de una punta a la otra.

—Lady Pericles.— llamo Circe a lo lejos, obteniendo la atención de ella.—Traigo noticias.

Arabella camino asustada hasta Circe, quien al verla la tomo de los brazo, la miro muy fija, con un semblante serio a punto de partirse por las lágrimas.

—¿Qué ocurre?— pregunto Arabella fingiendo enfado.—¡Maldición Circe, Dime que ocurre!— grito descolocando a la pelirroja.

—Morgana, ella, ella.— tartamudo.—Ella ya no esta.—musito desviando su mirada.

La rubia se hizo hacia atrás, tomándose el pecho, abriendo su boca para decir algo pero nada salia, solo una temblorosa respiración. Su mirada se enrojeció, no por el llanto que amenaza aparece, sino por rabia, enojo. Y Circe temió lo peor.

—Arabella —hablo.

—¡Sueltame nigromante!— grito zafándose del agarré.—No me hables de muerte. Tu la trajiste en cuanto pusiste un pie en Camelot.— dijo sin medir sus palabras.—Ahora vete de acá.

Los ojos de la morena se llenaron de lágrimas, y cuando quiso decir algo, su boca tembló, impidiéndole hacerlo.

—Solo vete —insistio Arabella.

¿A Que Le Teme Circe? - [Tales Of Arcadia, Au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora