Los días juntos a sus amigos parecían pasar con suma tranquilidad. No existían sueños que la perturbara, ni miradas malignas que la hicieran temblar o aquella voz que le decía que su destino era la muerte.
Sin embargo, pese a que eran ellos tres, muchas veces solo era Arabella e Hisirdoux. Y allí Circe no tenía lugar. Lo cual le hacía notar su soledad a la hora de no estar con ellos.
—Siempre es mejor así.— se solía repetir así misma cuando la soledad de no tener ni siquiera un familiar la invadía. Después de todo tuvo que re hacer todo de nuevo cuando decidió escapar. Encajar en las vidas ya construidas de los demás no le era tarea fácil.
Cansada de hacer nada estando sola, y con algo de temor a como todo podría resultar le pidió a la gran matriarca que le ayudara con su magia. Luego de mucho tiempo rechazando la nigromancia, decidió que era momento de darle un lugar en su vida.
Caliope aceptó, ella no era experta, sin embargo tenia algunos conocimientos básicos, lo cual complemento con aquel pequeño escrito de Arabella.
La matriarca se vio sorprendida al ver la nota, aquel hombre que murió frente a los ojos de la rubia. Este aún seguía vivo y tenía una pequeña carpa en una zona mas apartada del campamento.
—No es malo, pero trae consigo mucho misterio. Llego un día, pidiendo un lugar, no se lo negamos, siempre hacen falta personas como él.— explicó.—Quizás te pueda dar una mano. Después de todo parecido a ti.
—¿Cómo?
—Decidió su propio destino.— respondió con una sonrisa.
Circe aceptó, no estaba encantada con la idea, pero tampoco disgustada. Estaba curiosa de saber como era alguien mas que compartía las mismas habilidades que ella, a pesar de no usarlas.
•
Se le había hecho tarde, aún estaba en su mente ir a hablar con aquel hombre. La noche cayo rápido. Aún con el cielo descubierto, y el brillo de las estrellas, el frío lograba hacer temblar a cualquiera.
Con miedo se dirigió al lugar mas apartado del campamento. Allí pudo ver una única carpa, con una extraña aura que la cubría. Por fuera no había más que una pequeña fogata. Aquel fuego era apenas una llama que lento iba consumiendo unos troncos.
—¿Hola?— llamo pero nadie le atendía.
Sin pensarlo demasiado entro a la carpa. Dio unos pasos, y volvió a llamar, sin embargo nadie aparecía.
—Quizás es una buena señal.— murmuró nerviosa.
Después de todo estaba en un sitio sin su dueño. Circe se dio la vuelta para marcharse, y chocó contra un hombre. Nerviosa, dio unos pasos hacia atrás. Su presencia, tal alto y grande, con una mirada de cazador, le hizo gritar despavorida.
Era como si alguna extraña presencia de sus sueños se hiciera presente frente a ella.
Este le cubrió la boca de inmediato, y la vio con reproche.
—No grites.— dijo con voz rasposa.
Cerro con mucha fuerza sus ojos, y se limito a asentir con la cabeza.
—Tienes razón, no es buena señal entrar donde no te incumbe.— señaló.
Con algo de fuerza Circe se saco el peso de la mano de su boca, tomo aire por nariz, exhaló por la boca. Su respiración era temblorosa, pero lento fue recobrando la estabilidad de sus funciones.
—Lo siento.— murmuró.
—¿Quién eres?
—Oh, Circe, Circe Hestigio.— respondió dando una leve sonrisa.
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¿A Que Le Teme Circe? - [Tales Of Arcadia, Au]
Fantasi🔸Libro 3🔸 Negar la naturaleza de la magia nunca fue tan difícil hasta que esta se hacia presente cada día que pasaba. Circe Hestigio estaba convencida de que nunca llegaría a ejercer la nigromancia o la magia de sombras, pero su curiosidad ingenu...