Circe amaneció unas horas antes del medio día, su cansado cuerpo le imploraba dormir mas horas, pero su espíritu deseaba despertar ya. Al despabilarse se dio cuenta que estaba por completo sola. No veía nadie, ni a Cáliz, ni al brujo o su familiar, mucho menos a Hisirdoux y Archibald.
El fuego de la chimenea estaba encendido, la casa estaba cálida. En la mesa acompañado con un té de hierbas* una nota de Hisirdoux avisando que salió a caminar con los familiares para ver si encontraba mas monedas de plata.
Aun faltaba una persona, y ella no sabía donde podría estar, muy lejos no por el grave estado de su salud. Escucho un ruido de salpicadura proveniente del cuarto donde estaba la bañera; llego hasta la puerta, llamo pero nadie atendió.
—¿Puedo pasar? Juro que no veré nada.— preguntó pegando la oreja a la puerta.
—Adelante Circe.— se pudo oír del otro lado.
De espalda, paso al cuarto, con un gran grado de vergüenza invadiendo su cara. Al cerciorarse de que el brujo estuviese en el agua, muy lento dio la vuelta, sin verlo directamente.
—No hay nada nuevo que no hayas visto antes, a demás estoy bajo el agua.— le aseguro.—Pero si quieres puedes quedarte de espalda, si estas mas cómoda.
Aunque aun sostenía la vergüenza en su cara, se relajo un instante, y dio un par de pasos hasta llegar a la bañera, se sentó en el suelo, y no quito su mirada bicolor de la seria cara de Baltimore, quien entre cerro los ojos sin entender que es lo que pretendía lograr.
—¿Qué deseas? ¿Por qué me ves así?— pregunto un tanto confundido.
—Nada solo me aseguro de que tus ojos sean amarillos y no negros como ayer.— le respondió dándole una leve sonrisa.—¿Tienes fiebre?
Como un acto inconsciente, se estiro para besarle la frente, como solía hacer con los enfermos que iban a verla. En los últimos años ella había aprendido muchas cosas sobre la medicina de ese momento. Tanto sobre plantas para curar dolores, formas de tomar la temperatura de la manera mas certera, hasta hechizos como pócimas que pudieran curar varios malestares a causa de la hambruna o la guerra por las cruzadas. Circe había dejado de lado la nigromancia, por temor a que le volviera a ocurrir una posesión. Dejo de lado su verdadera naturaleza para hacer todo lo contrario a esta, curar.
—Tienes un poco, supongo que es normal.— aseguro alejándose de su frente para quedar cara a cara.
Sus ojos temerosos no podían sostener por mucho tiempo los pensamientos que la estaban molestando desde que lo volvió a ver, se sentía de veinte años otra vez. Ella había enterrado sus temores, sus deseos, todo junto, pero al parecer no muy profundo. Poco a poco estos se iban escapando del ataúd de dónde estaban. Invadiendo la parte cuerda que aun le quedaba.
—No se como ayudarte.— musitó con voz quebradiza.—En realidad no se muchas cosas, justo ahora.— dijo casi en un susurro, apoyando la mano sobre la cicatriz sobre le pecho de Baltimore.
—Esta bien.— murmuró, posando su mano sobre la de ella.—No hace falta que lo sepas todo.
Ella trago algo de aire, y parpadeó un par de veces para evitar que sus ojos se sigan nublando por las lágrimas.
—Baltimore, ¿Por qué no me buscaste antes? —pregunto Circe, sin estar segura de querer saber la respuesta.
El silencio se apodero del lugar por completo. Lo único que se podía oír era una que otra gota caer sobre el suelo, y sus respiraciones chocar la una contra la otra.
—Circe —murmuro él.
La tensión en el habiente estaba creciendo, se podía sentir a través del vapor del agua, en el silencio que guardaban ambos. A pesar de no decir nada, estaba en el aire mismo lo que ambos querían, lo que ambos se debían, desde aquella noche en la que decidió partir. Baltimore la tomo con destreza y delicadeza por la nuca, aproximando su boca a la suya, lo único que los separaba era un suspiro. Circe cerro los ojos, entregas por completo a la magia del momento. Al instante de romper con la nula distancia que había entre ambos, Hisirdoux entro por la puerta, gritando por la sorpresa.
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¿A Que Le Teme Circe? - [Tales Of Arcadia, Au]
Fantasy🔸Libro 3🔸 Negar la naturaleza de la magia nunca fue tan difícil hasta que esta se hacia presente cada día que pasaba. Circe Hestigio estaba convencida de que nunca llegaría a ejercer la nigromancia o la magia de sombras, pero su curiosidad ingenu...