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 Se encontraba frente a una puerta blanca, se notaba que no fue forzada, sino golpeada tan fuerte que dejo una marca en esta.

Circe estaba nerviosa, de allí dentro salia una especie de magia maligna. Toco la madera, y un fuerte chispazo trepo por su brazo, haciendo que lo quitara de repente. Con temor, trago saliva, que bajo por su garganta, lento y doloroso, y abrió la puerta.

  El interior del cuarto estaba desbastado, polvoriento, oscuro, con un desagradable olor a humedad y viejo. Al entrar, sobre la chimenea había un cuadro rasgado, por el color del vestido, y la parte que se podía divisar del cabello, dio a entender que era Arabella, además que por la palabra bruja que tenia escrita en rojo, estaba claro que era ella. 

 Camino a oscura sin saber que es lo que estaba buscando. En su sueño pudo ver el lugar, por alguna razón tenía que estar allí. Debajo de la cama, una pequeña luz verde titilaba, cuando la tomo, reconoció aquello. Era el collar de piedra de Avalon que Morgana le regalo a Arabella. Lo tomo, se lo guardo, y con gran sigilo salió de la habitación.

  Cuando termino de cerrar la puerta, y volteó para salir de ahí, se choco con la última persona que deseaba ver en ese momento.  

—¡Baltimore!— grito sorprendida.—¿Qué haces aquí?

—No ¿Tu que haces aquí? No puedes entrar allí.— murmuro. 

—¿Por qué no? ¿No quieres que veas lo que le hicieron a mi amiga?— pregunto enojada, casi al borde del llanto.—No te dignaste a decirme nada.

 Ambos habían comenzado una discusión en susurros, aun que parecía que se aproximaban los gritos por parte de ambos. Nunca discutían, no tenían razones que validen una discusión, pero cuando ocurría, el griterío que se armaba espantaba hasta al mismo Alack, quien huía despavorido junto con los otros dos familiares e Hisirdoux. 

 Cuando la discusión alzaba temperatura, unos fríos pasos que se acercaban a ellos, los hizo detenerse en seco. Se callaron, Baltimore le indico a Circe que guardase silencio; ella miro sobre los hombros del brujo, y la vio. Su instinto la obligo a tocarse el vientre, como si aquella fría hechicera fuera un mal augurio. 

—¿Qué es lo que veo? Los dos Ateria ¿Ya la conocías Baltimore de Ateria?— pregunto Desdemona a su espaldas. 

 Ambos giraron para verla, y quedar al fin frente a ella. Su aura magica era siniestra, como si disfrutara estar en ese castillo, esperando a que pronto cayera quien controlaba todo.

—Si, nos conocimos recién, cuando me pidió que le diera un recorrido por el castillo.— respondió viendo a Circe, que solo se limitaba a asentir.

—Que bueno. Catalina, al rey le encanto tu infusión mágica.— procedió a contar.—Le gustaría que le enseñes a una de las sirvientas como se hace. Te paga por ello.

—Con gusto lo hare.— sonrió como pudo.

Desdemona se acercó a Baltimore, incrustó sus fríos ojos azules en los de él, como buscando algo en ellos. Este solo se limitó a verla, con gran fuerza podía fingir que nada le pasaba. Tras un largo minuto, ella sonrió, y le palmeó el pecho. En realidad no buscaba intimidarlo a él, si no a Circe, quien no podía evitar mirarlos, esperando a que algo sucediera. Lo único que pedía era si esos dos estaban juntos, ella no lo besara frente a sus ojos, porque en ese momento de su vida no sabia que tan racional podía actuar.

—Te pagaremos los suficiente para que tu embarazo sea lo más placentero posible, y aquel bebe viva bien.— comunicó, para luego irse.

Ante la sorpresa, Circe tapó su boca con la mano, y muy lento llevó su mirada a Baltimore que estaba perdido mirando al frente. El brujo la tomo del brazo y la saco al parque. La llevó lejos, en el límite entre el verde campo y el bosque. Se ocultaron detrás de un gran árbol, y ninguno de los dos dijo nada. Habiendo tanto que decir, y tan pocas palabras.

¿A Que Le Teme Circe? - [Tales Of Arcadia, Au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora