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Durante la época de la guerra, Circe fue enfermera, mientras que Hisirdoux evitaba lo mas que podía que lo manden a combatir, según él lo último que necesitaban en su vida era asistir a una guerra sin sentido, como todas las que vio pasar en sus años sobre la tierra.

Olivia les escribía cada vez que podía, de diferente ciudades o pueblos, hablaba sobre lo mucho que el mundo la sorprendía, que cada día mejoraba aun mas el manejo de la magia, que con Zoe estaban mas feliz y juntas que nunca. Ambos padres estaban felices con el crecimiento de su hija, a pesar de que la extrañaban.

Vivieron en Estados Unidos por mucho tiempo, lograron sobrevivir a los diferentes combates, a todos ellos. Para los años cincuenta, Circe no sabia que mas hacer, estaba un tanto aburrida con su vida ahora, pero le agradaba esa sensación. 

Otra vez se casó, esta vez por amor, con un hombre simple, era artista, alguien que le daba un color diferente a sus días.

-Tan brillante como todas las mañanas.- siempre le comentaba cada vez que la veía en su amado jardín acomodando el huerto o las flores.-¿Existirá un día en que no lo seas?

-Fred, amor mío, me haz hecho esa pregunta los última diez años, sabes los que pienso sobre mi resplandor.- le respondió besando su frente sin tocarlo mucho para evitar llenarle de barro.

-Igual ayer a la noche brillabas mucho, hablo literal.

Su amado esposo sabia de su magia, lo cual aceptaba pero a la vez le preocupaba. Desde que la empezó a usar para hacer replicas de si misma un poco su estabilidad mágica se había desequilibrado.

-Tu no te preocupes, nada de lo que haga me puede matar, créeme cariño.- era lo único que le podía responder a cualquier tipo de inestabilidad.

Su vida era diferente a las anteriores, esta vez estaba mas calma que nunca, era una mujer normal, que dentro de su hogar se podía multiplicar.

Una ama de casa, contaba orgullosa cada vez que podía.

 Se casaron tras la segunda guerra mundial, y muy lento entro Frederick se fue introduciendo en el mundo mágico que era su esposa, y Circe estaba encantada de enseñarle.  

 Aun seguía sin creer mucho de lo que la pelirroja le decía. Le costaba entender la cantidad de años que vivió en la tierra, que Hisirdoux, a quien conoció de forma tramposa antes que fueran pareja, sea su hermano. Mas aun que una joven muchacha de ojos grises le dijera mamá pese a que se veían de la misma edad. O que un conejo pudiera ser algo mas que un conejo.

 Pero Frederick le encantaba todo eso.

Si, su vida era normal, tranquila. Era lo que ella creía, pues estaba ignorando todo lo que ocurría a su alrededor.

Varias veces veía algo sospechoso ocultarse en la oscura noche, o su marido le comentaba sobre algo extraño, fuera de lo normal, pero ella solo lo ignoraba, su respuesta a la preocupación era que pronto iba a pasar, no había nada de que preocuparse, a pesar de que había mucho de que preocuparse.

Una noche invernal, donde se habían ido a la cama mas temprano, por el frío de la estación, Circe cayo en cuenta que algo andaban mal.

Era mas de media noche cuando Fred sintió los fríos pasos de unos tacones acercándose al cuarto.

-¿Oyes eso?- preguntó preocupado.

-Si, lo oigo. Quedare acá iré a ver que es.- respondió Circe fingiendo valentía.

Por dentro su cuerpo temblaba mas que por el frío era por el miedo.

-¿Estas loca? Iré contigo, que tengas magia no significa que no deba protegerte, es mi deber también.- agregó Fred un tanto enojado por la valentía de su esposa.

¿A Que Le Teme Circe? - [Tales Of Arcadia, Au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora