✨La hechicera y el pintor✨

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NYC, 1943

Circe dio un último vistazo en el espejo, y sonrió orgullosa de su misma postura. Desde el día que recibió a Olivia como su hija, iba erguida, retando tanto a la joven como a su hermano hasta por estar sentados torcidos.

Andar con la espalda bien derecha era para que los demás la respetarán y era lo que quería para su hija y hermano.

Ese mediodía era como el de todos los días, solo que la noche anterior, como pasaba cada dos semanas, Hisirdoux llegó de visita. Cuando él estaba salían juntos a hacer las compras, mientras ella seguía a la guardia como enfermera, el volvía al pequeño departamento.

También lo que hacia esa mañana diferente a las otras, es que ahora debía disimular su mirada cada vez que pasaba frente a la galería de arte.

  No era que le gustara la pintura, le gustaba el extravagante pintor.

—¿Por qué tan hermosa hoy?— preguntó el pelinegro irrumpiendo en la sala.

—¿Qué? Siempre me veo así.— respondió abandonando su reflejo.—¿Quieres apurarte? Hoy te dormiste.

Hisirdoux la vio de reojo, desistió de ir con ella si andaba de mal humor, a lo que Circe se negó, y alegó que salir con la hora justa a la almacén le molestaba. No le gustaba elegir a las corridas, mas aun si se tomaba el tiempo con cada producto, o ingrediente para la cena.

—No vayas, iré mas tarde a hacer las compras, toma el atajo, es mas cerca.— le indico mientras tomaba una taza de café, y esperaba la reacción de su hermana.

—No haré eso ¿Por qué debería cambiar mi rutina?

Su hermano la vio aun mas fijo, y lento una sonrisa se fue dibujando en su rostro. Él sabia algo, también hizo algo, que si su hermana se enteraba sería hombre muerto.

Dejo de jugar con sus nervios, lo ultimo que quería es que llamaran del hospital diciendo que le quito el brazo a un paciente.

—Esta bien Hestigio, no alteraré tu mañana, ve tranquila.— dijo sentándose a leer el periódico.—Solo no mueras por suspirar tanto.

Confundida, y sin ganas de indagar en nada, tomo su abrigo, el bolso y se marchó sin decirle adiós.

Recién empezaba el otoño, que pese a la calidez de sus colores, los días eran un tanto fríos, mas aún si vestía el uniforme de enfermera. Aún consistía en un vestido, y muchas de sus compañeras se quejaban de lo incómodo que era atender gente así.

—Un café no me vendría mal.— pensó en voz alta de camino al trabajo.

Paso al lado de la galería, y llevó su mirada bicolor a su interior pero no vio a nadie. Suspiro decepcionadas, y se encogió de hombros.

Su camino a la guardia se vio interrumpido media cuadra pasando la galería. Era Casandra, una joven que trabajaba ahí, y debes en cuando detenía a Circe para que le diera una mano con alguna de sus dolencias.

—Señorita Hestigio.— la detuvo.—Necesitó su ayuda.

—¿Qué te ocurre ahora?— preguntó sin preocupación.

—No soy yo, es el señor Vanhause, se cayo, esta herido.— contó alarmada la rubia.

Creyendo que se trataba de un hombre adulto, porque así indicaban las palabras de la mas joven, se apuro en volver. Si algo sabia bien Circe es que los ancianos eran seres frágiles, al menos en ese tipo de situaciones.

Casandra entro gritando a la galería, seguida de Circe, y a lo lejos se oía los quejidos de un hombre.

—Señor Vanhause, traje ayuda.— indico la rubia.

¿A Que Le Teme Circe? - [Tales Of Arcadia, Au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora