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El tiempo les corrió a su favor, los años que le siguieron luego de aquella muerte repentina, de la cual volvió mas viva que nunca, fueron calmos y de crecimiento. Tanto Circe como Hisirdoux habían pasado la barrera de los cien años juntos. Iban por los mismos caminos, otras veces los tomaban por separados, pero al final de un nuevo año se reencontraban, era hermanos de la vida y estaban felices con eso. 

 A pesar de que Circe no practicaba con frecuencia la nigromancia, no se alejo de esta por completa, el correr de su vida, no le quedo mas que aceptarla, siempre y cuando siguiera los propios limites que ella misma se estableció. Siguió trabajando de curandera mágica, iba de pueblo en pueblo, se instalaba en aldeas, iba a donde la necesitaban.

Se casó con Baltimore. Su relación era fuerte, y soportaba lo que el tiempo y las distancias les imponían. Luego de ese día, donde cada uno murió para volver a vivir, el amor que se tenían, no hizo más que crecer, y ellos no hicieron más que amarse. La noche era su mejor aliada, y todas las estaciones al lado de su esposo eran sus favoritas.

Amaba a Baltimore, como nunca imaginó que amaría a alguien.
 
Él aun seguía siendo un maestro para ella, nunca le soltó la mano al aprendizaje. No solo se especializo en la magia y la medicina tradicional, fue mas alla; aprendió a usar la espada, a reconocer plantas, hacer brebajes asquerosos que curaban hasta el peor de los males. Aprendió a defenderse, a observar con los ojos cerrados, a manejar las sombras y ver en ellas. 

Siempre los unió la pasión por viajar, habían ido de una punta a la otro de toda Europa. Con suerte podían ir a otro continente, con mala suerte, pasaban hambre en países extraños, y no les quedaba otra que malabarear con lo que tenían a su alcance, como barrer o ganarse pocas monedas atendiendo a la gente común. Hicieron muchas amistades en su camino, mas como ellos, otros humanos que compartían su pasión por la magia. 

 Estaba en lo que ella llamaba estable, sin embargo aun había alguien que podia desestabilizarla. No era Baltimore, aun que a veces, luego de mucho tiempo sin verse, este era capaz de despertar en ella hasta el mas caótico fuego.

Se trataba de Arabella de Pericles. Ella le rompía todos los esquemas, nunca podía dar en clavo. Cada vez que se la cruzaba esta era diferente, podia ser una dama colorida hasta un cuervo oscuro que solo salia de noche para atacar a sus víctimas. Nunca la supo entender, ni Hisirdoux lograba entenderla por completo; él la amaba mucho, sin embargo también le dolía.

  Lo que sentía Circe hacia Arabella siempre fue un secreto indescifrable hasta para la misma hechicera. Hisirdoux no lo sabia o fingía que no, mientras que Baltimore prefería no meterse entre ellas. Lo último que deseaba era disputarse el amor de Circe con la bruja. 

 Así fue que pasaron mucho mas que cien años, donde no faltaba nada, donde el único problema era entrar en un sitio donde este prohibido la magia, volver a altas horas de la noche y cruzarte en desgracias con Bular o algunos de sus secuaces de piedra, o confiar de manera ciega en el cambiante equivocado. Nadie se salvaba de eso, ni aquel que tenia la mayor experiencia sobre la tierra. 

Italia, septiembre 1645 

El invierno era cruel. Había una guerra de por medio, que lo hacía aún más cruel. Durante el día Hisirdoux le daba una mano a Circe para curar a los enfermos; al finalizar su turno, volvían a la pequeña casa que podían sustentar. Compartían la habitación de noche, si era necesario juntaban sus camas para compartir frazadas, pues el frio podría ser mas cruel que el humano.

 En mitad de una noche larga, Circe despertó agitada, y nerviosa. Tuvo una pesadilla. Soñó con algo que vio cuando aún era muy joven. Algo que por mucho tiempo creyó que fue una equivocación, pero no. De igual manera aquello, no fue lo único que la despertó.

¿A Que Le Teme Circe? - [Tales Of Arcadia, Au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora