✨Buenas noches, brujo✨

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Circe no era de dormir muy profundo. Durante el tiempo que vivió con el clan de nigromantes aprendió que no era seguro hacerlo. Una costumbre que le enseñó su madre, y que arrastró hasta los descansos en Camelot,  sin importar la compañía de Hisirdoux. Tenia en claro que en las sombras existía algo que la acechaba, y no se podía dejar llevar por la tranquilidad de cerrar los ojos. Mucho menos al saber que no todos los peligros se escondía en la oscuridad, y los veía a plena luz del día.

Madeleine la educó para mantenerse en vilo durante la noche, y aun así sentirse descansada en la mañana. Era su manera de estar alerta, ella lo estaba todo el tiempo, pese a las sonrisas o el cansancio de la enfermedad. 

 Sin embargo, cuando descubrió lo que era dormir con Baltimore, se libró de aquella costumbre tan cansadora. A su lado, ya no le temía del todo a lo que la noche podía ocultar de sus ojos. Entre sus brazos, unida a su pecho, con el calor de su cuerpo, se entregaba a la profundidad de una noche libre de miedos. 

 Baltimore era capaz de murmurar en su oído que durmiera tranquila, y Circe lo hacia sin recriminar nada, ni preocuparse por el sueño de él. Su esposo era un lobo, un brujo capaz de descansar bien hasta con los ojos abiertos, estar alerta sin agotarse, cuidarla de la oscuridad sin pedirle nada a cambio. Ella dejaba de ser presa del miedo por las horas que duraran las noches. 

 Pronto, con el tiempo, aprendió (porque no le quedaba otra opción) a desapegarse de él, y su cuerpo en las noches. Ella mismo se hizo capaz de dormir tranquila, al mismo tiempo en que estaba atenta a su alrededor. 

 Se sintió orgullosa de dejar de necesitarlo, y mas aun cuando se separaron, por lo que ella creyó que sería para siempre. Al principio tuvo miedo de sentirse desvalida, de otra vez ser la niña incapaz de dormir en paz. Mas aun cuando la noche le traía los peores recuerdos. Se atrevió a no ser ella de vuelta, se alejo de su hermano, y por una semana se animo a romper sus propias reglas, dormir sin nadie en lo profundo del bosque. 

Scanno, Italia. 

 Lo malo de haber aprendido a dormir tan profundo, es que no siempre se daba cuenta de lo que sucedía a su alrededor. Mas aun cuando tenía largos días como curandera.

A veces, quienes iban por ella necesitaban mas que algunos yuyos para curar sus males. Algunos hechizos, los que ella era capaz de hacer, y que trataba de ser limitados para evitar que la confundan con una bruja, le consumían muchas mas energías de las que llegaba a tener. Era lo que debía dar a cambio, para salvar a un niño muy enfermo, o darle un segundo aire a alguna anciana que lo necesitaba. 

Ser una nigromante que jugaba con la vida de una manera distinta.

Un viernes, tras días de arduo trabajo en el pueblo, llegó a su pequeña cabaña alejada del resto de casitas, aun mas alejadas de la gran población italiana. Un lugar perfecto para pasar desapercibida, y trabajar mas tranquila en algunas medicinas elaboras. 

El invierno no ayudaba a que sus energías no se drenaran con facilidad. Y que Hisirdoux no viviera con ella, mucho menos. Con él, al menos, tenia la chimenea prendida. Hacia un par de años, que se encargaba de todo ella sola. No le molestaba, hasta decía ser mas servicial cuando él o alguna de sus amigas iban de visitas. 

 Era una extraña independencia, aunque a veces deseaba que el fuego ya estuviera listo con su llegada a casa.

 Prendió el fuego, y cuando hubo un poco mas calor, se puso a cortar verduras para hacer una sopa. Calentaría la hogaza de pan con la que un paciente le pagó (aunque ella se negó, pues en casos así prefería que no le dieran nada, antes que sacarle la comida a alguien mas), y luego, con todo listo, acariciaría a Cáliz hasta que los dos se quedaran profundamente dormidos. 

¿A Que Le Teme Circe? - [Tales Of Arcadia, Au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora