22- Prt1

66 9 23
                                    

Circe recuerda aquel viaje en barco como el mas incómodo de su vida. El primer día ella era la intermediaria entre aquellos dos que no se querían hablar. Cuando se empezaron a mandar notas no sabia bien a que punto de su discusión había llegado. Si a una reconciliación con palabras que no debían decirse en voz alto o la guerra se había puesto tan intensa que los insultos quedaban mejor por escrito. De lo único que estaba seguro es que un día mas con esos dos la obligaría a saltar por la borda.

Cuando llegaron a tierra firme, no lo dudo ni dos segundo, y escapo de ambos con Cáliz en brazos. Sabía que algún día se los iba a volver a cruzar. Después de aquel viaje tan estresante lo único que quería era tiempo para ella sola.

Se alejo lo mas que pudo del mar, adentrándose en la ciudad de Casablanca de Marruecos. Allí conoció una familia que requerían de una institutriz que ayudara en la crianza de una de sus hijas. Lo cual Circe no dudo ni un segundo.

 Vivió por años con esa familia, casi no usaba magia para nada, tampoco podía hacerlo. No sabia como una familia tan conservadora reaccionaria ante una hechicera como ella.

La menor de las niñas que cuidaba algo de su secreto conocía. Creyó haber visto a Circe hacer magia curativa en una de las mascotas que iban a sacrificar, sin embargo aquello que vio se lo guardo como un secreto mágico. Cuando la niña creció, a los quince años ya no podía guardarse mas eso que vio cuando a penas tenia seis años. Tampoco aguantaba ver que la única que no envejecia era la niñera.

 Era 1793, la mas joven de la familia cumplía recién veinte años, mientras que Circe ya cargaba como seiscientos sesenta años de edad. Los días libres iba a visitar a Hisirdoux que vivía cerca de la costa junto con Rebeca. Aunque sospechaba que su situación era bastante rara. La modista no le quería contar nada mientras que el pelinegro guardaba silencio cada vez que podía. En lo único que coincidían es que había un nombre prohibido entre ambos, algo que le costo respetar. Muchas veces quería saber sobre Arabella, que era de ella, casi siempre a sus oídos llegaban terribles noticias, de las cuales prefería no creer en ninguna.

  Para el día del cumpleaños de Isabela dejaron a la criada invitar a alguien. Ese alguien fue Hisirdoux, quien moría de ganas de conocer a la familia que cobijaba a su hermana de la vida.

—Voy yo.— dijo la mas joven a la hechicera tras escuchar que alguien tocaba.

 Cuando abrió la puerta, se llegó una grata sorpresa. Ella había oído muchas historias sobre el pelinegro, por eso lo imaginaba como alguien avejentado, no como un joven apuesto que traía una sonrisa de oreja a oreja. 

—Douxie, cariño.— saludo de atrás Circe.—Ven pasa, conoce a la familia. Primero que nada ella es Isabella, mi protegida.— la presento trayendo a la realidad a la mas joven de los dos. 

 El pelinegro la saludo con un beso en dorso de su mano, y regalándole una de sus sonrisas coquetas, llevándose como regaño un codazo de Circe. Esta sabia bien el efecto que algo así tendría en las jóvenes humanas, y no humanas también. 

 Muy entusiasmada Circe lo llevo a recorrer la gran casa donde se quedaba. Le presento a los padres de Isabela, a la hermana mayor, su esposo, y sus cuatros hijos. Luego de eso le presento al hermano del medio, a su hermosa esposa, y sus dos hijas. Esa familia vivía para que cada día creciera un poco mas, sin embargo no veían que eso pasara con la menor de todos. Les urgía conseguirles un esposo antes que los años la convirtieran en una solterona. Lo que le molestaba a Circe pues ella lo era sin embargo con la falta de compañía marital era bastante feliz.

De igual forma su condición no le importaba, mas bien les favorecía. Una institutriz solterona era lo mejor para nunca sacarle los ojos de encima a la mas joven. 

¿A Que Le Teme Circe? - [Tales Of Arcadia, Au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora