13. Los viejos hábitos son difíciles de matar

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- Podemos quedarnos aquí el tiempo que sea necesario. - anuncié, mientras les daba a Katherine y a Nadia un pequeño tour por la mansión Mikaelson. - Klaus la dejó a mi nombre, así que supongo que es mía ahora. - hice un mohín.

- Dulce. - Nadia alzó las cejas ligeramente impresionada.

- ¿Dónde está el bar? - preguntó Katherine malhumorada, porque aquella mañana había despertado con dos mechones de cabello blanco en su cabeza y Caroline la había botado del dormitorio en Whitmore pues ahora necesitaban el espacio para Bonnie, que estaría comenzando la experiencia universitaria pronto.

- Al final del pasillo, tercera puerta a la izquierda. - indiqué, señalando el pasillo en cuestión.

Había sugerido mudarnos juntas a la mansión Mikaelson porque no me parecía una buena idea que Katherine se hospedara en la casa Salvatore... para ninguno de los involucrados.

Silas, Qetsiyah y Amara habían muerto... lo que significaba que no quedaba nadie vivo que supiera lo suficiente de la cura para encontrar una solución para la condición de Katherine. Así que en relación a Katherine, sólo contaba con la ayuda de Nadia para resolver lo que estaba sucediendo. Debíamos permanecer juntas y aquella me había parecido la mejor opción.

Muchas cosas habían cambiado desde aquella noche, en la que Bonnie había vuelto a la tierra de los vivos. Cuando Damon me había curado con su sangre, había descubierto que ya podía digerir la sangre de vampiro... lo que significaba que podía volver a transformarme. Pero había muy poco que podía hacer por la situación de Katherine como vampira; y con Bonnie de vuelta... había trazado un nuevo plan en mi cabeza. Además todavía quería tener un hijo con Niklaus; incluso si no habíamos cruzado palabra desde que había dejado New Orleans.

Me había costado muchísimo convencer a Bonnie y aún después de una semana, sentía que seguía teniendo sus reservas con respecto a mi plan.

- No estás en serio pidiéndome que te enseñe la magia que me mató. - había replicado Bonnie con incredulidad, un par de días después de caminar entre los vivos.

- Bonnie, por favor. - había insistido por mi parte, uniendo mis manos en posición de plegaria. - Te lo suplico.

- La Expresión es peligrosa, Alexa. - me recordó con gravedad. - Yo creí que podía controlarlo y terminó matándome. - repitió. - Además, ya no soy una bruja. - señaló. - Supongo que ser el ancla anula mis poderes. - terminó por encogerse de hombros.

- Bonnie. - reproché, mirándola con seriedad. - El profesor extraño no era un brujo y te enseñó a usar la Expresión. - la morena se removió incómoda, atrapada en su excusa. - No me tomes por tonta. Sabes muy bien que eres la persona indicada para enseñarme. - di un par de pasos en su dirección y sujeté su brazo, apremiante. - Por favor. Necesito salvar a mi hermana.

Algo en mí, suponía que mi desespero, había logrado convencer a Bonnie de ayudarme, aunque a regaña dientes y en muy estrictas condiciones y parámetros. Llevábamos tres días practicando o mejor dicho, intentando practicar y hasta entonces no había habido progreso. Era mucho más difícil de lo que aprender a canalizar o Bonnie estaba conteniendo información para evitar que tuviera éxito. Apostaba por la segunda alternativa.

- Bonnie, esto no está funcionando y Katherine perdió otra muela está mañana. Me estoy quedando sin tiempo. - urgí llevándome las manos a la cabeza y enterrando mis uñas en mi cuero cabelludo, rascándome frustrada. La morena me miró, contrariada. - Sé que quieres ir despacio porque te preocupa que esté bien pero necesito esto, ya. Ahora. Mañana puede ser demasiado tarde. - insistí, mirándola a los ojos.

Bonnie miró alrededor del salón de baile de la casa Mikaelson, insegura. Todo estaba cerrado, las luces apagadas y estábamos sentadas en el centro de un círculo de hierbas y velas encendidas, que se suponía que debían ayudarme a concentrarme, pero eran verdaderamente malas en aquella tarea.

Alexandra Petrova: Fin del CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora