9. Niños del Futuro (Pasado)

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Rebekah, sin que hubiera sido su intención realmente, había arrojado nueva luz sobre todo el tema de la humanidad. Había tenido razón al decir que podía formar una familia; y sabía que se había referido a que podía encontrar un agradable humano con quién envejecer... pero todo lo que yo había oído, era que tenía la oportunidad de tener un bebé... con Niklaus.

Sabía que era un tiro a distancia pero, últimamente mi vida entera había sido un tiro a distancia, ¿qué era una cosa más que agregar a la lista?

Era posible. Sabía que no ocurriría de inmediato... cuando había sido humana antes, había tenido un montón de sexo con Klaus por un tiempo bastante considerable y nada había sucedido. Y no existían los métodos anticonceptivos en 1492. Por supuesto, nunca llamó la atención de ninguno de los dos: él estaba muerto y los muertos no podían generar vida; eso era obvio.

Pero eso había sido antes de que se convirtiera en un híbrido y fuese mitad hombre lobo que, en teoría, lo hacía estar mitad vivo. Y si había ocurrido con Hayley, en cosa de una noche... podía pasar conmigo también.

Así que al día siguiente, tenía una misión en mente: seducir a Niklaus, tener sexo con él, embarazarme y darle una familia. Un plan de cuatro pasos. Estaba bastante segura de que las primeras dos fases no me tomarían demasiado trabajo, lo que significaba que realmente no tenía porqué ser tan complicado.

Cuando cayó la noche y hube tomado una refrescante ducha, me atavié en mi mejor pijama: ropa interior de encaje negra y una bata de seda del mismo color. Me aseguré de perfumar e hidratar cada centímetro de mi piel y antes de salir de la habitación en la que me había estado hospedando, me pellizqué un poco las mejillas para darles un poco de color, como solía hacerse en la vieja escuela. Cerré la bata alrededor de mi cuerpo con un elegante lazo y salí de la habitación, asegurándome de que mi cabellos lucía ligeramente despeinados. No quería ser tan obvia.

Arrastré los pies hasta el otro extremo de la planta superior y me detuve frente a la habitación de Klaus. Sintiendo un escalofrío recorrer mi cuerpo con agresividad, llamé a la puerta con los nudillos y ésta se abrió inmediatamente. No sabía que había sido: destino, sexto sentido o audición vampírica... pero había dado la impresión de que Niklaus había estado esperando que tocara a su puerta por mucho tiempo ¿era posible que quizás incluso lo hubiera esperado desde que me había estado hospedando en su casa?

Sus ojos brillaron lujuriosos cuando no pudo evitar mirarme de pies a cabeza. La intensidad en su mirada hizo que me sonrojara y repentinamente sintiera un calor intenso en las mejillas.

- Hola. - jadeé, descubriendo que tenía la boca seca. Klaus estaba ataviado en un pantalón de algodón y nada más.

- Hola. - respondió con voz profunda y ligeramente temblorosa. Ya no era vampira pero, lo conocía como a la palma de mi mano: la manera en que su pecho subía y bajaba con irregularidad, el brillo abrasador que desprendía su mirada, la forma en la que su mano reposaba, crispada sobre el pomo de la puerta... yo no era la única ansiosa.

- ¿Estás ocupado? - inquirí, lamiéndome los labios después de hablar, para humedecer mi boca.

- ¿Para ti? Nunca. - soltó rápidamente y una pequeña sonrisa torcida afloró en su rostro. Mi estómago se encogió.

- Bien, bueno... - solté y sin esperar nada más, me abalancé sobre él; rodeando su cuello con mis manos temblorosas y estampando mis labios ansiosos contra su boca abierta.

Hubo un segundo en el que no se movió, probablemente no esperando aquella reacción de mi parte. Pero luego, la mano que había estado crispada en el pomo de la puerta, se posó firme en mi espalda baja y sus labios comenzaron a besar suavemente los míos. Me estremecí de pies a cabeza cuando con la otra mano sujetó mi rostro y se alejó para verme a los ojos.

Alexandra Petrova: Fin del CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora