19. Desahuciada

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Elijah había alegado que su decisión de acompañarme estaba sostenida por el hecho de que Klaus no podía dejar New Orleans; no con todo lo que estaba sucediendo. Pero en el fondo, yo sabía a ciencia cierta que no era la verdadera razón de que me acompañara.

En primer lugar, era su manera de disculparse por lo que había sucedido, sin disculparse directamente. En segundo lugar, y creía que era el motivo más importante... sin importar lo que hubiera pasado entre ellos, Elijah se preocupaba por Katherine.

- Me sorprende que estés aquí. - admití, mientras sobrevolabamos Louisiana.

Elijah dió un respingo. No habíamos intercambiado palabra desde que hubiéramos abandonado la plantación y cada uno había estado ensimismado en sus propios pensamientos. Excepto que yo ya me había cansado de los míos, que sólo auguraban lo peor.

- ¿Porqué? - quiso saber con genuino interés.

- Pensé que Katherine no te importaba ya. - me encogí de hombros, siendo sincera y sin caretas. - Especialmente con Hayley en la fotografía. - agregué perspicaz. Mi comentario tomó al mayor de los Originales por sorpresa; había resultado evidente: sus cejas se habían alzado y había exhibido una expresión perpleja. - ¿Qué? - espeté de mala gana. - No estoy ciega. - entorné los ojos, dejándole claro que no podía hacerme pasar por idiota.

Elijah negó con la cabeza brevemente y se enderezó el cuello de la chaqueta del traje, como si eso le devolviera un poco de la dignidad que le había arrebatado al exponerlo de aquella forma.

- Siempre me va a importar tu hermana. - admitió con solemnidad. - Y por lo demás... es complicado. - contestó arrastrando las palabras, visiblemente incómodo.

- Siempre lo es, ¿no es cierto? - espeté sagaz, diciéndole exactamente lo mismo que él me había dicho el día que había llegado a New Orleans con respecto a mi relación con Niklaus.

Elijah captó la referencia inmediatamente, esbozó una sonrisa amarga y eso fue todo. Ninguno dijo nada más durante el resto del vuelo. Para cuándo empezábamos a volar sobre Virginia, Stefan me envió un mensaje diciéndome que se habían llevado a Katherine a la casa Salvatore. Suspiré aliviada. Si la habían dejado salir del hospital, debía significar que estaba mejor.

De cualquier manera el trayecto desde el helipuerto hasta la casa Salvatore me había parecido un tormento sin fin. Cada vez que el auto tomaba una curva, ansiaba ver la entrada a los jardines de la casa pero simplemente no sucedía. Elijah colocó una mano sobre mi hombro y presionó con fuerza, intentando tranquilizarme. No había funcionado.

Cuando finalmente llegamos, ni bien la limusina se había detenido, yo abrí la puerta y salté del vehículo. Elijah se bajó casi al instante, despidiendo al chófer con su compulsión y cuando empujé la puerta de la casa, ya estaba a mí lado. Stefan estaba en la sala, de pie frente a la chimenea, con la mirada fija en las llamas y una mano bajo la barbilla. En la otra mano sostenía un trago de bourbon.

Se sobresaltó cuando irrumpí en la estancia dando grandes zancadas. Cuando me miró, una mueca agotada cruzó su rostro.

- Elijah. - saludó, pareciendo sorprendido de que el hermano Original estuviera ahí.

- Stefan. - correspondió Elijah a su saludo, con un pequeño movimiento de la cabeza.

- ¿Dónde está? - urgí sin dejar de moverme, estaba demasiado nerviosa.

- Arriba con Nadia. - soltó y me dispuse a dirigirme escaleras arriba, pero Stefan apareció frente a mí y me sujetó por los brazos, deteniéndome con delicadeza. - Espera. - pidió y me miró a los ojos.

Alexandra Petrova: Fin del CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora