36. Lazos Inquebrantables

386 43 25
                                    

- ¡CIERRENLO, AHORA!

Había sucedido tan rápido. Cuando aterricé de nuevo en el suelo de la habitación de Klaus encima de la persona que me había salvado, el mundo seguía temblando y el zumbido era ensordecedor.

Esa voz...

Entonces las puertas del balcón se cerraron y todo volvió a quedar en absoluto silencio. Sintiéndome a salvo entre los brazos que me sujetaban, cerré los ojos e intenté recuperar el aliento. Había estado realmente cerca de desaparecer.

Había voces a mi alrededor que murmuraban cosas y manos que me sujetaban, intentando incorporarme. Finalmente, cuando me sentí menos mareada abrí los ojos.

- Esta es una vista familiar... - soltó burlón con una sonrisa torcida en los labios.

Estaba tendida sobre nadie más y nadie menos que Kol Mikaelson. Kol Mikaelson me había salvado de ser devorada por la nada.

- ¿Kol? - musité confundida, cuando dos pares de manos me sujetaron de los brazos y me levantaron.

- No le hagas caso. - soltó otra voz familiar. - Su ego probablemente es más grande que su pene.

Kol bufó para disimular una carcajada.

- Ella podría decirte, cariño. - replicó entonces, guiñándole un ojo a su interlocutora.

Pero no podría importarme menos la estúpida riña que estaban teniendo. Aunque seguía mareada, me volví bruscamente para encontrarme con... Lexi.

- ¡Lexi! - chillé y los ojos se me anegaron en lágrimas cuando la rodeé con ambos brazos, estrechándola con todas mis fuerzas. - Oh, por Dios... - suspiré aliviada.

Retrocedí para mirarla y ella tenía una sonrisa amplia en el rostro, me frotó los hombros efusivamente y dijo en apenas un susurro:

- Voltéate.

Así que lo hice. Gruesas lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos sin que pudiera evitarlo.

- Nadia... - balbuceé y ella acortó la distancia que nos separaba para fundirnos en un abrazo infinito.

Mi sobrina estaba ahí, con sus brazos alrededor de mi cuerpo y podía sentirla... algo que jamás creí volviera a ser posible. Era a Nadia y a Lexi a quien Kol les había gritado. Ellos me habían salvado, los tres. Y si había tres personas que jamás creí ver juntas... eran Kol, Nadia y Lexi. Pero ahí estaban, justo a mi lado. Estaba sobrecogida por el momento y realmente no sabía que pensar.

Respiré profundamente para inhalar el olor de su cabello que tanto añoraba y retrocedí para sujetar su rostro entre mis manos y suplantar un beso en su frente.

- Estás aquí. - sonreí con el rostro humedecido de lágrimas y sangre.

- Si. - asintió Nadia y su voz fue como música para mis oídos... como el más dulce sonido. - Pero tú no deberías estarlo. - negó con la cabeza preocupada. - Y debes volver antes de que sea muy tarde o eso vuelva por ti. - agravó señalando el balcón con la cabeza.

- ¿Cómo...? - inquirí retrocediendo para mirarlos a los tres por igual. Pero ni siquiera fui capaz de formar una oración completa.

- Te lo dije... - dijo Lexi con una sonrisa cálida en el rostro. - Siempre estoy cuidando de ustedes. - se encogió de hombros y sujeté su mano con efusividad. - Lamento haber tardado tanto. Toma un poco de práctica poder unirnos por acá. - explicó haciendo una mueca.

- No... gracias. - agradecí, completamente abrumada, en el buen sentido. - Me salvaron. Todos ustedes. - agregué entonces dedicándole un asentimiento a Kol, que me dedicó una sonrisa torcida. No siempre nos habíamos visto ojo a ojo y él me había salvado.

Alexandra Petrova: Fin del CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora