35. Una mano amiga

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- ¡¿Has perdido la cabeza por completo?! - el grito había provenido de lo más profundo de su pecho. Había sido hosco y gutural, casi animal.

- Escúchame... - pedí intentando mantener la calma, pero sin abandonar la urgencia. Cada segundo que Hayley pasaba inconsciente contaba.

- ¡NO VOY A PERDERTE! - bramó dando una zancada, para gritarme literalmente a centímetros del rostro. Estaba enloquecido y claramente mi propuesta no ayudaba.

Genevieve dio un saltito en su lugar cuando el grito de Nik hizo vibrar los cimientos del complejo. Elijah simplemente me observó como si desvariara, pero no por demasiado tiempo... estaba concentrado en monitorear los signos vitales de Hayley. Pero los gritos de Klaus no me asustaban ni sobresaltaban en lo más mínimo.

- ¡ENTONCES SERÁ MEJOR QUE ESTÉS PREPARADO PARA PERDER A TU HIJA PORQUE ESO ES LO QUE VA A PASAR! - bramé de vuelta, levantando la quijada y mirándolo directamente a los ojos.

Nik giró la cabeza, rechinando los dientes, como si no soportara mirarme en aquel momento. Como si mirarme en ese instante representara algo insoportable. Apretó los puños con fuerza y retrocedió, mientras los ojos se le anegaban en lágrimas.

- Esto no está pasando. - negó con la cabeza para sí mismo, retraído. Entonces de repente se volvió y en un arrebato, lanzó una silla contra la pared, haciéndola añicos y gritando desenfrenado. - ¡MALDITO SEAS MIKAEL!

Sabía que era una decisión imposible para él: elegir entre mi vida y la de su hija. Pero realmente no había una decisión que tomar; él lo sabía, yo lo sabía. Y aunque la hubiera, yo no iba a darle la oportunidad de decidir. Así que me adelanté decidida y me interpuse en su camino antes de que terminara de destruir el lugar. Cuando sujeté su brazo se sacudió con fiereza, casi lastimándome. Molesta, lo empujé con todas mis fuerzas... que no eran suficientes para inmutarlo en absoluto.

- ¡Hey! ¡Escúchame! - exigí abriéndome paso como pude y sujetando su rostro entre mis manos para que me mirara. Lo hizo finalmente, aunque renuente. - No quería decirte nada para que no te preocuparas, pero absorbí la masacre de los viajantes. - Genevieve no pudo evitar volverse con violencia; y aunque hacía apenas unos minutos nos habíamos conocido... dio la sensación de lucir preocupada.

- ¿Hiciste qué? - musitó Klaus apenas audible. El pobre estaba en shock. En su mirada pareció aflorar un poco de decepción.

- Tengo suficiente poder para hacer esto. - solté convencida, determinada y esperando que pudiera pasar por el alto el hecho de que le hubiera ocultado aquella información. - Para traer a Hayley de vuelta del Otro Lado y volver también. - aseguré y él negó con la cabeza renuente. - Pero te necesito. - enfaticé con la súplica escrita en el rostro. - Necesito que seas mi ancla. Necesito - hice énfasis, mirándolo directo a los ojos - que me traigas de vuelta.

Klaus me miró con detenimiento, escudriñando mi rostro con detalle... temeroso de que aquella fuese la última vez que viera mis ojos y una gruesa lágrima rodó por su mejilla.

- No puedo perderte. - soltó entonces resignado, como alguien preparado para perder la batalla. La angustia que emanaba era verdaderamente triste y me rompía el corazón ponerlo en aquella situación; pero no había suficiente tiempo para conseguir otra alternativa.

- No vas a hacerlo. - aseguré, acariciando sus mejillas con ternura; rezando porque lo que le decía no se convirtiera en una mentira. - Pero si no hago esto, vas a perder a tu hija. - Klaus cerró los ojos con fuerza y otra lágrima rodó por el borde de su rostro. - Eso es un hecho. - me lamenté. - Tengo el poder para al menos intentar evitarlo. - traté hacerle entender. - Si no hago nada... eso me mataría más. - solté con un nudo en la garganta al final.

Alexandra Petrova: Fin del CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora