Así que aquello había sido a lo que Marcel se había referido cuando había dicho que necesitaría que olvidara la parada que haríamos. Era algo realmente molesto. Podía recordar a la perfección lo que había sucedido en aquella habitación con postigos de madera y muebles cubiertos por sábanas blancas y amarillentas... pero no podía recordar absolutamente nada del trayecto del bar hasta aquel lugar. Era literalmente, una laguna mental. Una oscura y profunda laguna mental.
- Dime todo lo que puedas recordar, cada minúsculo detalle. - había pedido Rebekah, que estaba enfocada en recuperar a Elijah y no podían importarle menos los planes de Niklaus.
Le conté tanto como recordaba, cada pequeño detalle; y Rebekah había tomado la decisión de que así tuviera que buscar en cada maldito ático en toda New Orleans ella misma, iba a encontrar a Elijah... y no la había visto más en el resto del día.
Niklaus, por su parte, parecía convencido a disuadirme de mis planes. Tanto, que había renunciado al día de tretas y complots que había planeado con anticipación, para rondarme todo el día y cuidarme, aún cuando yo había insistido en que no era necesario.
Pero él por su parte había insistido en que le parecía apropiado intercambiar algunas palabras con Marcel, en relación a andarse a sus espaldas conmigo y también había insistido en que me quedará en la plantación con él, Rebekah y Hayley. Así que aproveche la oportunidad.
- Accederé a quedarme aquí si me das tu palabra absoluta de que te mantendrás a raya con respecto al tema de Marcel y la magia. - exigí, hinchando el pecho con orgullo tras tomar una manzana del suelo y darle un mordisco.
Klaus, que me había seguido de cerca durante los últimos veinte minutos y me había observado mientras tomaba aire a través del manzanal, me fulminó con la mirada.
- No me parece un trato muy justo. - observó y me dedicó una mirada incrédula. - ¿Yo te ofrezco seguridad y confort y a cambio me mantengo fuera de tus asuntos? - alzó una ceja y yo hice una mueca, para disfrazar la sonrisa que amenazaba con aflorar en mis labios. - Parece que tú eres la única que gana.
Me encogí de hombros, le dí otro mordisco a la manzana, que estaba jugosa y dulce y solté, con la boca llena:
- Tómalo o déjalo.
Klaus hizo un mohín y me arrebató la manzana de la mano. La observó un segundo y le dió un mordisco, pensativo.
- ¿No hay nada que pueda hacer o decir para disuadirte de éste tema de la magia? - inquirió con ojos de cachorro.
- Nop. - solté ipso facto. - Ya te dije que no pienso ser una damisela en peligro. - tercié. - Así que a menos que vayas a encarcelarme, drenarme de sangre y tenerme como prisionera... deberías aceptar mi trato. - Klaus le dió otro mordisco a la manzana y puso gesto pensativo.
- Debo confesar que es una idea tentadora. - soltó y yo bufé y entorné los ojos. - De acuerdo, tienes mi palabra. - accedió finalmente, tendiéndome la fruta de regreso. - No voy a mencionarle nada a Marcel. - yo asentí y guardé silencio, sabiendo que no había terminado de hablar. - Pero por favor, al menos déjame acompañarte a éstas... sesiones... que tienes planeadas.
- Absolutamente no. - negué rotunda y él entornó los ojos, molesto. - ¡No! - insistí. - Esa bruja apenas aceptó ayudarme sabiendo que estaba relacionada contigo. - señalé. - No va a ayudarme contigo presente; y tampoco te quiero ahí. - le espeté, resoplando. - Estoy bastante nerviosa respecto a esto y no necesito ese tipo de presión. Necesito hacer esto por mi cuenta. - sentencié y lo miré directo a los ojos, para que le quedara claro que hablaba en serio y no estaba jugando.
Él asintió lentamente pero no pudo evitar chasquear la lengua en señal de frustración.
- Sólo estoy preocupado por ti. - soltó finalmente y suspiró.
ESTÁS LEYENDO
Alexandra Petrova: Fin del Camino
Hayran KurguAlexandra estaba lista para dejar Mystic Falls pero... nunca es tan fácil ¿o sí? Cuando un gran giro inesperado pone de cabeza su mundo, Alexandra no tiene otra alternativa más que adaptarse y valerse de su pasado para enfrentar su presente y asegur...