8. Cambios de perspectiva

764 57 53
                                    

Así que aquello había sido a lo que Marcel se había referido cuando había dicho que necesitaría que olvidara la parada que haríamos. Era algo realmente molesto. Podía recordar a la perfección lo que había sucedido en aquella habitación con postigos de madera y muebles cubiertos por sábanas blancas y amarillentas... pero no podía recordar absolutamente nada del trayecto del bar hasta aquel lugar. Era literalmente, una laguna mental. Una oscura y profunda laguna mental.

- Dime todo lo que puedas recordar, cada minúsculo detalle. - había pedido Rebekah, que estaba enfocada en recuperar a Elijah y no podían importarle menos los planes de Niklaus.

Le conté tanto como recordaba, cada pequeño detalle; y Rebekah había tomado la decisión de que así tuviera que buscar en cada maldito ático en toda New Orleans ella misma, iba a encontrar a Elijah... y no la había visto más en el resto del día.

Niklaus, por su parte, parecía convencido a disuadirme de mis planes. Tanto, que había renunciado al día de tretas y complots que había planeado con anticipación, para rondarme todo el día y cuidarme, aún cuando yo había insistido en que no era necesario.

Pero él por su parte había insistido en que le parecía apropiado intercambiar algunas palabras con Marcel, en relación a andarse a sus espaldas conmigo y también había insistido en que me quedará en la plantación con él, Rebekah y Hayley. Así que aproveche la oportunidad.

- Accederé a quedarme aquí si me das tu palabra absoluta de que te mantendrás a raya con respecto al tema de Marcel y la magia. - exigí, hinchando el pecho con orgullo tras tomar una manzana del suelo y darle un mordisco.

Klaus, que me había seguido de cerca durante los últimos veinte minutos y me había observado mientras tomaba aire a través del manzanal, me fulminó con la mirada.

- No me parece un trato muy justo. - observó y me dedicó una mirada incrédula. - ¿Yo te ofrezco seguridad y confort y a cambio me mantengo fuera de tus asuntos? - alzó una ceja y yo hice una mueca, para disfrazar la sonrisa que amenazaba con aflorar en mis labios. - Parece que tú eres la única que gana.

Me encogí de hombros, le dí otro mordisco a la manzana, que estaba jugosa y dulce y solté, con la boca llena:

- Tómalo o déjalo.

Klaus hizo un mohín y me arrebató la manzana de la mano. La observó un segundo y le dió un mordisco, pensativo.

- ¿No hay nada que pueda hacer o decir para disuadirte de éste tema de la magia? - inquirió con ojos de cachorro.

- Nop. - solté ipso facto. - Ya te dije que no pienso ser una damisela en peligro. - tercié. - Así que a menos que vayas a encarcelarme, drenarme de sangre y tenerme como prisionera... deberías aceptar mi trato. - Klaus le dió otro mordisco a la manzana y puso gesto pensativo.

- Debo confesar que es una idea tentadora. - soltó y yo bufé y entorné los ojos. - De acuerdo, tienes mi palabra. - accedió finalmente, tendiéndome la fruta de regreso. - No voy a mencionarle nada a Marcel. - yo asentí y guardé silencio, sabiendo que no había terminado de hablar. - Pero por favor, al menos déjame acompañarte a éstas... sesiones... que tienes planeadas.

- Absolutamente no. - negué rotunda y él entornó los ojos, molesto. - ¡No! - insistí. - Esa bruja apenas aceptó ayudarme sabiendo que estaba relacionada contigo. - señalé. -  No va a ayudarme contigo presente; y tampoco te quiero ahí. - le espeté, resoplando. - Estoy bastante nerviosa respecto a esto y no necesito ese tipo de presión. Necesito hacer esto por mi cuenta. - sentencié y lo miré directo a los ojos, para que le quedara claro que hablaba en serio y no estaba jugando.

Él asintió lentamente pero no pudo evitar chasquear la lengua en señal de frustración.

- Sólo estoy preocupado por ti. - soltó finalmente y suspiró.

Alexandra Petrova: Fin del CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora