22. Esto es Guerra

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A pesar de mis continuas reiteraciones de que estaba bien, Niklaus había estado particularmente atento a todos mis movimientos. Era como si esperara que en medio de una noche, me levantara de la cama y le clavara un cuchillo en el pecho, si eso pudiera herirle. Había intentado dividir su tiempo entre su plan maquiavélico para recuperar New Orleans y estar conmigo.

Se había asegurado de cocinarme siempre mis comidas favoritas y de discutir conmigo hasta que terminara toda la comida en mi plato; y aunque era molesto, en el fondo agradecía tener a alguien que cuidara de mí, cuando yo misma no podía hacerlo. Había mantenido contacto constante con Nadia y me había disculpado con Stefan por lo que le había hecho. Él le había restado importancia y al igual que Klaus, sólo había querido saber si yo me encontraba bien.

Elena y Bonnie también habían llamado. La primera para asegurarse de que estuviera bien y hacerme saber que estaba para mí si la necesitaba; y la segunda para mostrar su preocupación con lo que había sucedido con mi magia.

- Te dije que era una mala idea. - terció preocupada la antigua bruja.

- Estoy bien. - insistí y juré en mi mente que a la próxima persona que tuviera que decirle que estaba bien iba a golpearla. - De hecho mi control ha mejorado mucho desde lo que pasó. - observé.

- ¿Estás diciendo que tras lo que pasó tienes mejor control de la Expresión? - verificó.

- Sí. - entorné los ojos, con fastidio. Era exactamente lo que había dicho. Bonnie guardó un silencio que llamó mi atención. - ¿Qué? - quise saber.

- Puede pasar. - explicó con delicadeza. - A veces... los eventos traumáticos... pueden cambiar la magia para una bruja. - mencionó intentando tener tanto tacto como le fue posible.

- Sí, ok, bien. - le resté importancia, renuente a hablar de cómo me sentía con Bonnie. - Tengo que irme. Adiós.

Sin ni una sombra de duda, le colgué la llamada. No iba a hablar sobre cuánto me dolía la muerte de mi hermana con nadie que hubiera levantado una copa en favor de su fallecimiento.

Me dirigí a la cocina por algo de beber. Estaba sola en la casa. Desde que Hayley había descubierto que tenía familia en el pantano, había pasado la mayor parte del tiempo allá; intentando averiguar más sobre la historia de su familia. Elijah temeroso por su integridad, pasaba sus días como un perro faldero, detrás de la chica. Rebekah últimamente pasaba menos tiempo en la casa que nunca. Se lo atribuía al hecho de que seguía enfadada con Niklaus por haber mordido a Elijah.

Suspiré mientras vertía un poco de jugo de manzana de un envase de cartón, en un vaso de cristal. Le di un sorbo, coloqué el cartón de vuelta en la nevera y giré sobre mis talones para volver al jardín: mi proyecto personal.

Desde que había regresado a New Orleans, me había dedicado a trabajar en el control de mi nueva magia con determinación. Luego de saber que Sabine había estado involucrada con la bruja que había intentado matar al bebé de Klaus, ya no podía volver a confiar en ella. Me entristecía un poco, porque realmente había llegado a pensar en la bruja como en una amiga. Pero la familia estaba primero en aquel escenario.

Así que me había dedicado a la tarea de investigar y trabajar por mi cuenta... y el jardín había sido mi conejillo de indias. Tras haber matado varios sectores del manzanal en los primeros intentos; había logrado no sólo revivirlos, sino dotarlos de una belleza distintiva, cargados de frutos brillantes y bien formados. Además, me había dedicado a cultivar distintas especies de plantas y flores, aquí y allá.

- Cuando Finn y Kol murieron, - había escuchado que Rebekah le espetaba a Elijah un día. - maté a un montón de personas. - entonces se había encogido de hombros. - Al menos ella está plantando cosas.

Alexandra Petrova: Fin del CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora