10. Mientras no estabas...

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- ¿Qué?

Fue la única cosa que logré soltar, mientras mis ojos se clavaban como cuchillos en el rostro de la chica que acababa de hablarme. Tenía una sonrisa nerviosa en los labios y los ojos anegados en lágrimas, resplandecientes de emoción.

- Me convertí en vampiro para encontrarlas. - explicó rápidamente. - Y me tomó cientos de años pero... finalmente lo hice. - su sonrisa se expandió un poco más.

Miré a Katherine por entre las lágrimas y me dedicó un asentimiento y una sonrisa cálida. Volví a mirar a la chica, que tenía aspecto de estar en sus veintitantos, ¿podía ser posible? En mis pesadillas, algunas veces, rememoraba el momento en que mi padre me había arrancado aquella pequeña bebé feliz de mis brazos. Y pataleaba, gritaba y peleaba... pero siempre terminaban llevándosela; nunca era suficiente para protegerla. Justo como había sido en la vida real.

Su piel era preciosa, ligeramente dorada. Sus cabellos eran castaños oscuros y caían en ondas bien formadas, que eran naturales. Y sus ojos, eran castaños y profundos. Las proporciones de su cuerpo eran casi divinas. Lucía como Katherine, como yo... y mientras más la escudriñaba con la mirada, más similitudes encontraba.

Y la sensación de familiaridad que me había embargo cuando la había tocado... no sabía que había sido, pero sí sabía lo que había significado... era la verdad. Esa mujer, de pie frente a mi, con los ojos llenos de ilusión... era mi sobrina. Mi propia sangre.

Me acerqué lentamente a ella, conteniendo la respiración por la expectativa y alcé una mano temblorosa, que posé delicadamente sobre su mejilla. Y ahí estuvo la sensación de nuevo: algo vibrando en mi interior y una sensación de calidez inconfundible.

- Nadia... - solté el aire que había contenido de golpe, y dije entonces en apenas un susurro. El nombre dejó mis labios por primera vez con dulzura, como si fuera el nombre más hermoso que jamás hubiera pronunciado. - ese es un nombre realmente hermoso. - lloré y acaricié su mejilla con delicadeza antes de que ella diera un paso adelante y enroscara sus brazos con desespero, a mi alrededor.

Correspondí a su abrazo con efusividad y acaricié sus preciosos cabellos, mientras ella lloraba en mi hombro. Era extraño. Ella era mayor que yo en aspecto, pero en aquel momento, por la manera en que me aferraba con ansías... no era más que una niña pequeña, finalmente encontrando el lugar al que pertenecía.

Cuando el momento de emotividad inicial hubo pasado, tras largos minutos llorando y fundidas en un abrazo; tuve la oportunidad de conocer a mi sobrina, por primera vez. No pegué un ojo en toda la madrugada pero, no me había importado en absoluto, tampoco había sentido el primer indicio de sueño. Estaba demasiado fascinada, compartiendo una taza de café con Nadia, mi sobrina. Y no podía recordar la última vez que había sentido tanto júbilo.

Había intentado descubrir quién era su familia biológica desde los trece años y eventualmente había terminado por convertirse en vampiro, cuando había descubierto lo que había sucedido con nosotras.

- Llegué a la conclusión de que no podría rastrear a dos vampiras mientras fuera humana. - contó, haciendo un mohín.

Y había hecho todo lo posible por encontrarnos pero, habíamos estado escondiendonos de Klaus por mucho tiempo y, habíamos desaparecido del radar; lo que había hecho su trabajo imposible. Finalmente se había aliado con un grupo de Viajantes, y gracias a esa alianza se había topado con Matt y Rebekah en Praga... en dónde habían tenido un trío. La idea de que mi sobrina hubiera tenido un trío con mi cuñada, era realmente extraña... así que intenté avanzar de esa parte de la historia con bastante ímpetu.

- ¿Porqué no dijiste nada cuándo nos encontramos en ese bar? - inquirí, con el ceño fruncido.

- No lo sé. - Nadia se encogió de hombros. - Supongo que quería conocer a mi madre a solas antes. - confesó.

Alexandra Petrova: Fin del CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora