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- Haneul

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- Haneul... ¿Qué sabor quieres? - JongWoo compraba helados para comer con su hijo.

- Quero de lucuma. - Pidió el niño aferrado a la pierna de su padre, feliz de que este mostrara por fin interés en él.

- ¿Tú SeokYoon?

- Chocolate... - Miraba atento al mayor.

- Bueno. - Después de recibir los helados, los guió a una banca para sentarse y degustar sus dulces.

- Papi, ¿cuál sabo ténes?

- El mismo que el tuyo, pequeño.

Haneul sonrió y se apegó más a su padre, mientras disfrutaba el helado, pero disfrutaba más la compañía de su padre, reposó su cabecita en el brazo del mayor y levantó su cabeza posando sus ojitos en el perfil de su padre.

- Papi es el mejor... - Sonrió el menor.

JongWoo bajó la mirada al escuchar al menor y le dedicó una cálida sonrisa, la cual fue correspondida con emoción. Luego de acabar los helados, el niño llevó a su padre y a su hyung a jugar con él a los columpios, donde se mantuvieron ahí por un rato, JongWoo se alegraba cada vez que oía las risas del menor, estaba amando mucho a ese pequeño, se estaba olvidando del dolor que solía causarle, sólo quería quedarse con él y no perder más tiempo del que había perdido, sus ojos se desviaron hacia el paisaje, un hermoso paisaje, la primavera era hermosa, el clima era fresco y abundaban los hermoso cerezos que adornaban el parque.

Mirando aquellos pétalos logró apreciar a lo lejos a un hombre, de espaldas, al parecer mirando el atardecer, una silueta extrañamente familiar que hacía latir a mil el corazón de JongWoo, quien se detuvo y bajó de aquel juego, avanzando unos cuantos pasos, sin avanzar más, ya que el hombre había volteado levemente su cabeza, dejando ver su mirada, unos ojos lejanos y fríos, tan distantes y profundos, donde JongWoo temía tanto volver a caer y está vez no volver a salir, donde su cuerpo se congelaba teniendo que encorvarse y dejar que esos ojos lo recorrieran por completo para volver a experimentar el calor, aunque, el calor que recibía de estos era extraño, le hacían tener más frío, y las palabras que salían de esa boca, de esos labios rojos como la sangre que bebía, fueran tan cortantes, que llegaban a herir su alma, lo que lo delibitada y humillaba, podía sentir el oculto aroma apoderarse de sus fosas nasales, ese aroma que lo mareaba y lo llenaba de náuseas y recuerdos aterradores, ese horrible y exquisito aroma, normal para cada mañana, o cada tarde, incluso cada noche de insomnio, que ayuda a relajarte y hasta te vuelve adictivo, volvía a atrapar al omega, quien confuso aún no distinguía o sólo no quería creer quién era aquel sujeto, el café aún era fuerte y doloroso para JongWoo.

- Hyung, Haneul te esta llamando, hazle caso.

El omega se volteó al oír la voz del beta, bajó la mirada mirando al niño quien lo miraba con ojos confundidos, hizo una señal de espera y se volteó, para darse cuenta que el extraño había desaparecido, el aroma a café se desvanecía poco a poco, suspiró olfateando este aroma una última vez y luego se volteó para volver con su pequeña familia, el beta miró lo desconcertado que se notaba el omega.

Tragedia AgridulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora