Bienvenidos a Nueva York

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Hay algo en el aire de Nueva York que hace que dormir sea un desperdicio.

Simone de Beauvoir

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–Vamos.

–No.

–Vaaaamos.

–Magnus, deja de insistir, la respuesta es no.

Magnus dejó su posición recostado en el sofá sobre las piernas de su novio, para levantarse y quedar cara a cara con él.

–Alexander, deja de ser un amargado.

–Si ser amargado significa no ponerme purpurina en el cabello, entonces sí, soy un amargado.

Alec ni siquiera había dejado de ver el libro que tenía en sus manos.

–Sólo un poco. ¿Por mí? –Magnus usó la voz más convincente y seductora que pudo.

–Si lo hago ¿prometes dejar de fastidiarme?

–Palabra de honor –alzó una mano y puso la otra sobre su pecho.

Alec lanzó un bufido, dejó el libro en la pequeña mesa de café a un lado del sofá, se puso de pie y tomó con sus brazos la cintura del brujo.

–Eres irritante, ¿ya te lo habían dicho?

–Unas mil veces.

El mayor condujo a Alec al cuarto y lo hizo sentar en la silla al frente de su espejo, después le dio la vuelta y comenzó a trabajar. No quería ponerle mucho y dejarlo como una Drag Queen, pero sí quería que se notara el cambio, así que puso una fina capa de purpurina en su cabeza y otra aún más fina rodeando sus ojos; finalmente decidió aplicar un poco de delineador para resaltar ese hermoso tono azul que su novio poseía. Estaba terminando cuando el teléfono sonó.

–¡Voy yo! –se apresuró a decir Alec.

Era obvio que no quería estar ahí y tomaría cualquier excusa para irse.
Magnus se sintió un poco ofendió, muchos pagarían millones por dejar que él los maquillara. De mala gana comenzó a organizar su maquillaje en el mueble, cuando Alec regresó con una cara seria y algo perdida.

–¿Alec? ¿Qué ocurre?

–Era Jace. Atacaron el Instituto de los Ángeles... y...

–¿Le sucedió algo a los Blackthorn?

Magnus rezó por que no fuera eso, ellos ya habían sufrido mucho en la guerra al perder a sus hermanos y padres.

–Aline está muerta y el Instituto reducido a cenizas.

Magnus se quedó sin habla, no sólo porque para poder destruir un Instituto entero se necesitaba gran poder, sino también porque sabía que Aline era amiga de Alec.

–¿Qué pasará con los Blackthorn?

–Se mudarán aquí, hasta ver qué hará la Clave con ellos... Es también por eso que Jace llamó, quiere que vayamos de inmediato.

–¿Por qué yo?

–Para que los recibas en el portal.

–Oh. ¿Y debe ser de inmediato?

Alec asintió, incapaz de hablar. Magnus no era bueno consolando personas, pero podría serlo con él. Se acercó a su novio y lo abrazó. Al principio, Alec dejó sus manos colgando a cada lado de su cuerpo, pero en pocos segundos también rodeó a Magnus para así quedar ambos en un abrazo silencioso.

Cazadores de sombras: Ciudad de espejismosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora