Confusión

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Pero ahora algunas conexiones estaban causando confusión ¿y por qué? Porque yo ya no sabía lo que quería.

Haruki Murakami

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–¿Alba?

Con esfuerzo se había levantado del piso y recostado en la cama. Les pidió a Jace e Isabelle que salieran de la habitación para estar solo y que les dijeran a los demás que no entraran, pero escuchó como abrían la puerta y se giró sobre la cama. Nunca esperó ver a la bruja en la puerta.

–Hola, Alexander –saludó antes de entrar y cerrar la puerta.

–¿Qué haces aquí?

No quería hablar con su familia, mucho menos con ella.

–Tranquilo –le dijo con voz dulce–. Vine a hablar.

–Yo no quiero hablar.

–Vamos, –se sentó en la cama y acarició su pierna sobre las sabanas- vine a consolarte...

–¿Consolarme?

–Siento que fue mi culpa que Magnus terminara contigo.

Alec abrió los ojos de sorpresa, ¿lo sabía? ¿Magnus le habría contado?

–Te sorprendí ¿no? –preguntó con una sonrisa dulce– Recuerda que son pocas las cosas que no sé. Lamento enserio lo sucedido. Fue muy cruel.

–No importa –Alec relajó se expresión y voz sin darse cuenta–. Gracias, por venir.

–De nada. Sabes yo... cuando te vi por primera vez te me hiciste familiar, como si ya te conociera.

–¿Enserio?

–Sí. Pero quizá me recordaste a alguien, después de todo, he vivido muchos años.

Alec se sorprendió de la decepción que sintió.

–No es la primera vez que un brujo me dice algo parecido.

–Alexander –Alba se estiró para quedar justo frente a él y susurró contra sus labios– ¿Podría besarte?

Sin darle tiempo de responder, Alba se lanzó a sus labios. Primero estaba en shock, pero al sentir la lengua de la bruja se relajó y abrió la boca permitiéndole entrar. Su lengua se introdujo y exploró cada rincón hasta encontrar la suya, ambas bailaron en un vals tan dulce, que por un segundo sintió que esa boca era la de un asiático de ojos dorados. Ante esa imagen, intensificó el beso al pasar la mano detrás de la cabeza y la atrajo más hacia él; sintió una mano tocar su abdomen debajo de su playera, pero no le importó hasta que el otro cuerpo se recostó sobre su abdomen y sintió sus pechos. Era Alba, ¡Alba y no Magnus! Se separó de ella y levantó de la cama para mirar perplejo a la bruja.

–¿No te gustó? –preguntó inocente.

–Esto fue...

¿Pero qué había sido? ¿Acaso sintió algo?

–Tranquilo. No tienes que decir nada. Me voy –Alba salió del cuarto tan repentinamente como entró.

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–Lo siento –se disculpó tras chocar con una joven.

–No hay pgoblema –le dijo la chica mientras recogía sus bolsas de la calle.

–Te ayudo –Robert comenzó a recoger unas naranjas y mangos.

Al terminar, se levantó y ayudó a la chica a hacer lo mismo, la pobre tenía ya tres bolsas y era obvio que necesitaba ayuda.

Cazadores de sombras: Ciudad de espejismosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora