Miedo

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El miedo es el sentimiento más inútil de todos.

Scarlet Oliva

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Magnus había prometido una fiesta intima con algunos amigos y uno que otro conocido, pero un error al enviar el mensaje y ¡PUM! todos estaban ahí. Sin duda Robert le diría una cosa o dos mañana al recuperarse de la cruda.
Aun así, Magnus la disfrutaba, a mitad de la fiesta Wesley llegó con una playera más que envidiable y comenzó a bailar tan bien que un círculo se cerró a su alrededor. Magnus regresaba de la cocina con un par de bebidas cuando vio a Clary pasar preguntando por Jace mientras su hijo se retorcía en sus brazos, justo cuando la pelirroja subía junto a su esposo, todo se paralizó de golpe. Incluso la música ya no sonaba, Wesley se había quedado a medio giró y unos cuantos a punto de aplaudir.
Magnus recorrió la casa en busca de alguien capaz de moverse. Fue a la cocina y vio a Jocelyn con Luke en lo que parecía una conversación, a Maryse y Robert en un beso muy caliente (¡por Lilith!, incluso Robert tenía una mano en su trasero). Salió al patio y vio a Catarina que veía con una cara atónita a una bruja de piel morena y manos palmeadas. Más adelante estaban Isabelle y Simon en una posición bastante parecida a la de sus padres. De tal palo tal astilla.
Estuvo a punto de salir de la casa del Inquisidor para correr al Gard en busca de ayuda, pero un brillo inusual en la cocina le llamó la atención.
Al entrar vio un pentagrama formarse en el suelo. Magnus escuchó pasos en las escaleras, Clary bajaba y miraba a su alrededor con sorpresa. La tomó del brazo y le pidió que no se moviera, antes de regresar a la cocina donde un hombre lo esperaba dentro del pentagrama. Alto, con cabello negro, ojos de gato y un traje pulcro y blanco que tenía moscas grabadas en plata como botones.

–Linda fiesta, hijo –saludó Asmodeus.

–¿Qué haces aquí? –preguntó con voz neutra.

No debía mostrar ninguna expresión frente a él, una lección que aprendió hace mucho.

–No recibí mi invitación –se encogió de hombros, un acto tan humano que no parecía posible en él–. Pensé que seguramente se perdió y vine para comprobarlo.

–¿Tu invitación? No pensarás que me tragaré ese cuento ¿verdad? Dime a qué viniste o te regresaré al infierno.

–Quiero hablar contigo.

–Lo siento, –Magnus miró su muñeca sin reloj– ya terminó la cita ¿te parece el próximo siglo?

–Sé que te he dado razones suficientes para que desconfíes de mí, pero créeme cuando te digo que tú me importas, Budi.

–No me llames así –advirtió con la mandíbula tensa y de su mano brotaron chispas azules.

–¿Por qué no? Yo elegí ese nombre especial para ti.

–Mi nombre es Magnus. Magnus Bane.

–Creo que ambos son perfectos para ti. Budi significa razón, mente y carácter en indonesio. Magnus es grande y culto proveniente de la antigua España. Ambos sin duda te definen.

Magnus no necesitaba que le recordaran el nombre con el que nació, un nombre que dejó atrás igual que muchos recuerdos dolorosos ligados a él.

–¿Viniste a decirme el significado de mi nombre? Lamento que te tomaras la molestia, hay diccionarios ¿sabías?

–Como ya dije, vine a advertirte.

–Suponiendo que tu advertencia sea cierta, ¿qué querrás a cambio?

–Nada.

–Mientes, un demonio siempre busca algo.

Cazadores de sombras: Ciudad de espejismosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora