Cicatrices

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Todas tus cicatrices significan que sobreviviste a algo.

Scarlet Oliva

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El salón de los acuerdos estaba casi listo. Alec veía como Jia y su padre distribuían papeles al frente de cada lugar de los representantes, mientras él y Simon, acomodaban las veinte sillas que usarían en la reunión dentro de pocos minutos.

–Alec ¿qué haces? Sabes que son sólo cinco por representante –Alec miró confundido a Simon. Claro que lo sabía ¿por qué se lo recordaba?–. Mira lo que haces.

Miró la silla que colocaba para los hijos de la luna y vio que era la octava que ponía en ese lugar. Regresó su mirada a Simon un tanto avergonzado.

–Estoy distraído –se disculpó y cargó la silla para colocarla en el lugar donde estarían lo hijos de la noche.

Simon se acercó a él y le arrebató la silla que colocó a un lado.

–¿Qué pasa? –preguntó serio.

No respondió.

–Alec, sé que te preocupas por volver a ver a Magnus y esa bruja, pero recuerda lo que dijo tu padre, debemos ser precavidos con ella.

Asintió y se excusó con ir al baño para poder salir, necesitaba aire y golpear algo para sacar su frustración. Cuando llegó al baño, cerró la puerta con estruendo y se miró en el espejo. Se vio igual que como se había visto por una semana, con ojeras profundas bajo los ojos y su cabello más largo y lleno de purpurina, a tal punto que se caía un poco cuando caminaba.
Durante toda esa semana había tenido pesadillas sobre Magnus, temía por él, si esa mujer lo pudo latiguear con él presente ¿qué le haría al estar a solas? No dormía, tenía poco apetito y en un intento por sentirse cerca de él, había tomado la purpurina de su buró y colocado a grandes cantidades en su cabello... incluso intentó maquillarse, pero terminó por quitarse todo de la cara. Cuando su padre lo llamó como representante de los nefilim, aceptó sin vacilar al tener la esperanza de ver a Magnus. Alba dijo que él sería uno de los cinco brujos que la acompañarían. Estaba tan nervioso que comenzó a morderse las uñas, pero al sentir un sabor horrible en la boca sacó su dedo y miró el esmalte azul marino que se había astillado. Sonrío, ni siquiera recordaba que tenía pintadas las uñas.

Sí, hasta ese punto extrañaba a su brujo.

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Los licántropos llegaron primero. Entre ellos Jace distinguió a Maia, Bat (los cuales iban de la mano) y Luke. Los otros tres eran desconocidos. Uno era alto y musculoso como buen licántropo, tenía la piel oscura, se veía de unos cuarenta años y era calvo; el otro se veía más joven, con cabellos rubios, tez tan clara como la nieve y no tenía la oreja derecha; finalmente, una mujer de cabello largo y negro sujeto en una trenza que caía a su espalda, su piel era morena y extremadamente delgada y alta. Maia fue directo a su lugar en el consejo, no sin antes darle un beso a ¿su novio?, en realidad no lo sabía, mientras los demás tomaron asiento en sus sillas al frente de sus representantes. Para que se viera elegante, las sillas del consejo y de los representantes eran de vidrio unidas con plata, excepto la de los lobos, ellos tenían acero inoxidable, con los símbolos respectivos grabados en el respaldo del consejo.

–¡Ah!

Jace giró al escuchar el grito de la mujer loba y vio como se levantaba de golpe y miraba con dolor su pierna, que tenía una quemadura de manera vertical. Jace se levantó y fue directo a ella, al mismo tiempo, el desorejado tocó con cuidado la parte metálica de la silla y rápidamente retiró la mano. Eso era plata.

Cazadores de sombras: Ciudad de espejismosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora