Mañana

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Lo que cuenta no es mañana, sino hoy. Hoy estamos aquí, mañana tal vez nos hayamos marchado.

Félix Lope de Vega y Carpio

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Fue la primera en reaccionar y entrar a la casa. Caminó decidida, aunque a cada paso una pregunta en su cabeza sonaba más fuerte: ¿acaso Jace la golpearía? No, no, él no sería capaz de eso... Claro que nunca pensó que sería capaz de hacerle algo a Alec. Clary entró a su cuarto y vio a Jace al centro de la habitación, mecía a Christopher con la mirada perdida.

–¿Jace? –habló en un tono moderado para evitar despertar a su hijo.

Jace la miró sin mirarla, parecía perdido en el infinito. Clary entró en la habitación y se plantó frente a él.

–Hola, Clary.

–¿Cómo puedes estar tan tranquilo, acabas...?

–¡¿Crees que no lo sé?!

–¡¿Entonces, por qué lo hiciste?!

Christopher comenzó a llorar. Los gritos lo despertaron, pero no hubo forma de detenerlos.

–¡No tuve opción!

–¡¿Esa es tu excusa?!

–¡Jace! –ambos giraron y vieron a los demás en la puerta–. Dame a Chris –exigió Maryse extendiendo sus brazos.

Sin objeción, Jace le entregó a su hijo y Maryse salió del cuarto. En cuanto lo hizo, Robert lo tomó del cuello y estampó contra la pared.

–Ahora –habló amenazante y Clary decidió no intervenir–. Dime, ¿por qué corriste a mi hijo?

–Lo merecía –respondió su esposo con dificultad.

Era notorio que le comenzaba a faltar el aire.

–Bien –Robert tensó el agarre–. ¿Y por qué?

–Por marica.

Eso le rompió el corazón a Clary. ¿Enserio había dicho eso?

–¡Lárgate! –rugió Robet y comenzó a jalarlo del brazo para sacarlo de la casa.

Clary se dejó caer al piso. Simon se acercó y la abrazó mientras Isabelle veía por la ventana.

–Ya se fue –informó Isabelle.

–Querrás decir: ya lo corrieron –corrigió Simon.

–Estoy embarazada –informó Clary con lagrimas en los ojos–. Lo supe hace poco. Iba a decirle mañana a Jace, pero ahora ya no sé qué pasará mañana.

–Yo sí –habló Isabelle–. Mañana tendré a un hermano menos y otro desaparecido, qué buen panorama ¿no?

–Isabelle... –Simon intentó tocarla, pero ella se apartó.

–Quiero estar sola –se fue a su habitación y Simon parecía debatirse entre quedarse o ir tras su prometida.

–Ve –le dijo Clary–. Sé que quieres.

–No. Fue tu esposo el que hizo esto, tú estás más afectada.

Se acercó y la llevó a la cama, donde se quedó a su lado mientras asimilaba lo sucedido.

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–¿Cómo está? –Maryse miró hacia la puerta para ver a Isabelle.

–Bien –dirigió de nuevo su mirada al pequeño Chris que permanecía dormido junto a ella–. ¿Y tu Izzy, cómo estás?

Su hija se acercó y acomodó enfrente de ella, dejando al bebé entre las dos.

–Fue demasiado –dijo con lagrimas en los ojos.

–¿A qué te refieres?

–Perdí al bebé.

–¡¿Qué?! –se levantó tan rápido, que hizo rebotar a su nieto y lo despertó.

Maryse lo cargó y comenzó a arrullar sentada en la cama.

–Lo que escuchaste –continuó su hija–. No me sentí bien después que corrieron a Jace. Fui al baño... y lo perdí.

–Oh, Isabelle –su madre se acercó y la abrazó lo mejor que pudo con Chris de por medio–. Lo siento.

–¿Y papá?

–Fue a la reunión para saber si las hadas serán de nuevo bienvenidas a la Clave, pero por favor no pienses en eso. Isabelle, si quieres llorar, llora.

Dejó al bebé en la cama, ya se había quedado dormido, y se acercó para abrazar a su hija que sin pensarlo se derrumbó en sus brazos. Isabelle comenzó a llorar en silencio y Maryse escuchó Clary hacer lo mismo en su cuarto. Vaya día, tan lleno de tristeza y decepciones.
Sólo podía esperar ansiosa el mañana.

Cazadores de sombras: Ciudad de espejismosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora