Preguntas

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Hacer preguntas es prueba de que se piensa.

Rabindranath Tagore

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–¿Puedo sentarme?

Magnus se veía diferente. Sin maquillaje y su cabello lacio y sin peinar.

–Claro –Jace palmeó el césped–. Esta reunión de idiotas es pública.

Magnus se acercó y sentó a su lado, chasqueó sus dedos y aparecieron varias botellas de alcohol. Vino, whisky, ron, tequila y mucha cerveza.

–¿Quieres? –ofreció el brujo destapando la botella de ron.

–Prefiero una cerveza.

–Aquí tienes.

Jace le dio un sorbo y sintió el liquido quemante en su garganta. Supuso que después de unas veinte se sentiría mejor.

–¿Sabes? –mencionó Magnus– Si alguien me hubiera dicho que terminaría en el lago Lyn bebiendo contigo, le habría dicho que prefiero a los morenos.

–Bueno, si alguien me hubiera dicho que terminaría contigo me habría reído.

Magnus lanzó una pequeña risita, pero rápidamente cambio a una seriedad como nunca antes Jace lo había visto.

–¿Qué le dijiste? –aunque se dirigía a él, nunca despegó sus ojos del horizonte.

Jace supo exactamente a qué se refería.

–Cosas que nunca me perdonaré.

Y nunca lo haría. Había destruido tanto a Alec, lo había roto en mil pedazos... jamás se perdonaría por ello y no esperaba que Alec lo hiciera.

–Apesta esto, Herondale.

–Lo sé.

–Me hubiera gustado nunca conocerlo –soltó Magnus de golpe–. Así, tal vez no hubiera sufrido tanto...

–Magnus –Jace se acercó para consolarlo, el brujo había comenzado a llorar y honestamente a él también se le humedecían los ojos. Jace se sorprendió de lo sensible que estaba desde la muerte de Tessa–. Alec te ama...

–Lo sé y odio eso. ¿Cómo puede seguir amándome después de esa carta? –lo miró con lagrimas en las mejillas y ojos rojos, ojos humanos.

–Tú le diste una carta, letras y tinta. Yo se lo dije de frente, cara a cara.

Y jamás olvidaría esa cara, tan llena de dolor y horror. Jace siempre vio a Magnus como alguien fuerte, estable, que había soportado la perdida de muchas personas; pero ahora no se veía mejor que un adolescente confundido. Se preguntó si Magnus estaba pensado lo mismo de él.

–¿Cómo lo hiciste? –Magnus sorbió su nariz– ¿Cómo lo soportaste?

–Recurrí a todo el odio en mi interior. Por Valentine, Sebastián, la Clave... todos, y deje que explotara en su cara.

Magnus se limitó a tomar el resto de su botella de un golpe y después se dejó caer en el pasto usando sus brazos como almohadas. Jace también se tomó el resto de su cerveza y ya fuese por dolor o un poco ebrio, se recostó sobre el vientre plano del brujo y dejó que las lágrimas cayeran. Al poco tiempo sintió a Magnus acariciar su cabello de forma dulce y eso lo hizo sentir cómodo. Era extraño, pero cómodo.

–¿Nos perdonará?

–No lo sé.

–Quizá si le explicamos...

Cazadores de sombras: Ciudad de espejismosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora