Depresión

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...una de las amarguras de la depresión es que borra la idea y los sentimientos de esperanza.

Juan Antonio Vallejo-Neguera 

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Estaba fuera de la enfermería, paseaba de un lado a otro incapaz de contener sus ansias.

–¿Café? –Clary levantó la vista y vio que Simon llagaba con una bandeja de tres cafés en cada mano– Créeme, te sentirás mejor.

Ella asintió y aceptó uno. Tenía razón, al primer sorbo el calor la invadió y de alguna forma la relajó. Simon se paseó repartiendo los cafés a los demás, Alec casi tiró el suyo por los nervios, estaba temblando y fue necesario que Magnus lo ayudara a sentarse. Clary observó con un poco de alarma que debajo de sus ojos brillantes de gato había unas ojeras profundas y negras que revelaban qué tan cansado estaba realmente el brujo, pero su novio no parecía advertirlo y este se levantó excusándose de ir al baño para así desaparecer a la distancia. Ella aprovechó que estaba solo para acercarse y susurrarle al oído.

-Si quieres puedes ir a dormir, pareces cansado.

-No, quiero quedarme aquí.

-Magnus, si es por Alec, él necesita que tú estés bien. Déjamelo a mí y sino le diré a Jace, le puede hacer compañía.

Ambos miraron al mencionado que estaba muy tensó a unas sillas, con un café lleno en la mano izquierda.

–Muy bien.

Perezosamente, Magnus se levantó de la silla y se metió a la primera puerta que encontró a sólo unos pasos.

–¡Oh, por Lilith, me quedaré ciego!

Clary volteó y vio a Magnus regresar con una expresión divertida.

–¿Qué pasa? –preguntó con una sonrisa picara– ¿Pillaste a Simon e Izzy en plena acción?

–¿Fue tan obvio?

Clary se quedó sin habla, sólo había sido un comentario sarcástico ¡sólo eso! Y ahora viviría con esa imagen el resto de su vida.

–¿Enserio eso pasó?

–Aja, ahora no importa cuánto me esfuerce, no podré dormir.

Se sentó de nuevo al lado de Clary y permanecieron en silencio. Isabelle y Simon salieron, ambos con las ropas que llevaban esa misma mañana puesta de cualquier modo y con el cabello revuelto.

–Nos descuidamos tres segundos y ustedes ya van a revolcarse –los reprendió Clary.

–¿Quién se revuelca con quién? –preguntó Alec que regresaba del baño.

–Nadie –dijeron los cuatro al unísono.

Antes de que Alec preguntara cualquier cosa, la puerta se abrió y un hermano silencioso salió de ella. Después de la guerra y de perder a todos esos hermanos silenciosos por culpa de Valentine, muchos jóvenes cazadores decidieron unirse a la hermandad. Por eso la mayoría de los hermanos apenas tenían unas marcas, aún conservaban los ojos y sus bocas todavía no se cosían. El hermano que salió tenía su cabello corto y rubio destacando bajo la capucha.

–Pueden pasar –si bien no podía hablar con la mente, su voz era suave y pausada como la de todos los hermanos silenciosos–. No la alteren más de lo que ya está.

Sin pensarlo dos veces, Clary fue la primera en entrar seguida por Alec, Jace e Izzy. Dentro, en una cama sujeta de las muñecas, estaba Helen. Miraba perdida al frente y no pareció advertir que los demás la estaban mirando.

Cazadores de sombras: Ciudad de espejismosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora