Naturaleza

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Echarle la culpa de tus errores a tu naturaleza no cambia la naturaleza de tus errores.

Thomas Harris

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–Simon ¿estás bien?

Isabelle había estado preocupada por él desde que lo vio marchar de la casa por culpa de esa bruja. Después de ser convencida por Clary que ella debía buscarlo, decidió dormir para tener energía por la noche. Al despertar, se encontró con la pelirroja en la cocina, le dijo que aún estaba alterado y lo mejor sería irse al salón donde seguramente las esperaba. Y así fue, al llegar lo vio caminando en dirección a un árbol y corrió para abrazarlo por detrás.

–Isabelle, yo...

–Sé que te ocultamos cosas –desde que escuchó todo lo que Alba le había mostrado quería disculparse y explicar su posición–. Pero fue para que no sufrieras. Te oculté esa vez cuando entré al Instituto porque fue una estupidez, yo estaba molesta y quería dejarte fuera, pero no era porque fueras vampiro sino porque quería estar sola. Te juró que jamás te volveré a ocultar algo.

–¿Nunca? ¿Aunque sea doloroso?

–Lo juro por el ángel.

Simon sonrió e Isabelle suspiró aliviada, sabía que la había perdonado.

–¿Por qué tu padre me amenazó con una cruz?

–Porque estabas drogado fuera de mi casa y comenzaste a gritar: ¡Isabelle, te amo, deja caer tu negra cabellera!

Simon se vio horrorizado y avergonzado.

–Oh, es bueno saberlo.

–¿Y adónde ibas?

–¿Qué?

–El salón esta por allá, –señaló la dirección contraria a la que se dirigía Simon– pero tú venias acá, como si quisieras estar con el árbol.

–Estaba buscándote –tomó su mano–. Vamos, quiero escuchar toda la historia.

No muy convencida, pero satisfecha de su respuesta, Isabelle se dejó guiar por su prometido.

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–¿Ya son todos?

–Lo son, mi señora.

–Perfecto –Alba se levantó de su asiento justo al centro de todos en el salón.

Por su voluntad habían colocado las sillas a manera de círculo, rodeando otra donde ella se encontraba, se suponía que sólo sería con el consejo, pero ella esparció la noticia y ahora todo Idris estaba allí.

–¡Aliados! –los llamó y todos guardaron silencio– Lo que estoy por contarles es mi vida, mi pasado y lo que pocos ven como el inicio de este mundo. Esta historia ha sido relatada de brujo a brujo, pero ahora que todas nos hemos unido, he decidido no tener más secretos –se sentó de nuevo y extendió una mano, en la cual Diin le entregó el libro.

Diin era una de los pocos hijos de Lilith que podía decir tener una familia de verdad, su hermano, Ñau, compartía su piel escamosa y amarilla.

–Alba era una niña... –comenzó a leer.

Para ella esa historia no era más que eso, una linda historia que resumía el verdadero horror que había vivido. Cuando Lilith y Satanás la eligieron fue porque había huido de casa y nadie la extrañaría, o eso es lo que recordaba, en realidad poco recordaba de su vida antes de despertar sin boca ni ojos, su marca natural que revelaba el oscuro linaje demoníaco que corría por sus venas. Ella era la única bruja creada y no nacida, la primera de su especie y la más poderosa. Por eso cuando los nefilim nacieron y se volvieron una amenaza para los suyos, Alba reunió a los pocos brujos que existían en ese entonces y se declaró la líder de ellos, fundó el Laberinto espiral, un lugar donde pudieran estar a salvo y declaró grandes brujos en todo el mundo que sirvieran de ayuda al resto. Esa parte también estaba en el libro, lo que no estaba era su repentina desaparición hace dos siglos, cuando fue convocada por sus padres para darle una tarea muy especial.
Al terminar, cerró el libro y miró al techo donde se encontró con cuatro pares de ojos curiosos mirando desde el tragaluz, les hizo una señal con su mano indicando "silencio" y los cuatro asintieron con la cabeza mientras se iban. Alba regresó su vista al frente, a los más de setecientos espectadores sin palabras.

Cazadores de sombras: Ciudad de espejismosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora