Pesar

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El pesar oculto, como un horno cerrado, quema el corazón hasta reducirlo en cenizas.

Shakespeare

-

–¿Dónde...?

–Shh, guarda tus fuerzas. Recuéstate –susurró la nueva reina de las hadas.

Con cuidado volvió a recostarlo en la cama, sabía que tenía vendas en todo su torso y piernas, las sentía. Miró confundido el lugar, una sencilla y pequeña habitación, con ningún otro mueble más que la cama y una silla al fondo.

–¿Dónde estoy?

–A salvo.

–Helen...

–Ese ya no es mi nombre y te pediré que no me llames así. Porque te conocí te permitiré nombrarme: Seelie.

–Seelie, ¿dónde...?

–Te dije que guardes tus fuerzas.

–¿Dónde estoy? –repitió su pregunta que aún no tenía respuesta.

–En la Corte, claro.

–¿Qué pasó?

–Hubo un incendio. Las casa de los subterráneos explotaron. Gracias a mi influencia sobre las líneas telúricas pude sacarte a ti y al resto de los hijos de la luna.

–¿Dónde están?

Se sentó de golpe con la intención de levantarse, pero una extraña sensación le impidió hacerlo.

–¿Lucian? ¿Sucede algo?

–No... –lanzó una risita que se convirtió en sollozo mientras volvía a recostarse– No siento mis piernas.

-

–¿Clary?

Se giró y pudo ver a Jace acercarse con paso sigiloso y delicado, como si ella fuese una serpiente que lo mordería. Regresó su vista al frente y miró como el sol se ocultaba, dejando ver al lago Lyn con un resplandor naranja. Después de llorar en los brazos de su madre decidió no ver más esa escena de muerte y dolor. Creó un portal que la llevó frente al lago donde se pensó seriamente sumergirse y tomar tanta agua como fuera posible, pero pensó en Christopher. En su hijo que la necesitaba.

–Linda vista –mencionó su marido–. ¿Te gustaría pintarla?

–Yo no pinto, dibujo.

–¿Cuál es la diferencia? Utilizas papel ¿no?

Lo estaba haciendo. Estaba siendo sarcástico y desviando por completo el tema. Eso sería bueno en cualquier otro momento, pero justo ahora ella necesitaba escuchar: Es verdad, no un sueño o una broma, Luke murió.

–Cuando pintas utilizas pintura –Clary dejó caer su cabeza contra el hombro de Jace–. Duele –susurró tan bajo como pudo, pero su esposo logró escucharla.

–Lo sé.

La abrazó como si de una muñeca de porcelana se tratara. De nuevo eso fue todo lo necesario para romperla, comenzó a llorar desconsoladamente y él se limitó a abrazarla sin decir nada.

–¿Por que viniste al lago? –preguntó con la cabeza hundida en su cabello pelirrojo.

–La primera vez que vine aquí, a Idris, terminé en el lago y Luke me sacó, fue cuando me contó la historia de Raziel. Terminé bebiendo un poco de agua y me llevó a la casa de Amatis para curarme. Pensé beberla de nuevo.

–¿Lo hiciste? –no lo veía, pero Clary pudo sentir como su cuerpo se tensaba.

–No –Jace relajó los brazos y ella involuntariamente sonrío–. Pensé en Christopher y en ti.

–¿Pensaste primero en él? –la alejó de su cuerpo y vio a los ojos, esos hermosos ojos dorados.

–¿Qué?

–Se supone que debes pensar primero en tu increíblemente atractivo esposo que en cualquier otro.

–Es tu hijo.

–Eso es aún peor. Si tú estás buena y yo estoy para morirse ¡imagínate nuestro hijo! Pero no importa, ocultaré mis celos porque sé que él nunca se fijaría en ti.

–¿Disculpa? –preguntó ofendida.

–Bueno, ya te dije que será un don Juan, y cuando eso pase le dejaré muy claro que puede tener a cuantas le plazca, pero tú eres sólo mía.

–¿Sólo tuya? –Clary se abalanzó sobre Jace y ambos quedaron recostados sobre en el césped– Entonces, demuéstramelo.

-

–¡Al fin llegan! ¿Magnus, por qué sonríes?

–Porque parece que algo en este universo quiere dejarme muy en claro que lo que tiene Jace en el trasero es un elefante.

Robert no supo qué responder a eso y decidió no hacerlo. Después de disipar el humo, Maia y Alba exigieron una reunión con el consejo, pensaba hacerla de inmediato; pero la bruja decidió informar a los hijos de la noche sobre lo sucedido para que pudieran enviar otro representante. Al llegar el ocaso le pidió a Magnus que buscara a Jace y Clary, a los cuales ya habían rastreado hasta el lago Lyn.
En el salón, las sillas marcadas con cuatro C eran ocupadas por Jia, Isabelle, Simon y Maryse; las del libro por Alba, Lucas, Ñau, Catarina y Magnus; las de la luna por Maia, Bat y Kai, y las de la estrella permanecían vacías. Justo cuando Robert tomó asiento, entró un hombre de cabello blanco, rapado de los lados dejando un copete al centro. Su piel era extremadamente pálida, con piercings en la boca y nariz. Iba vestido con lo que Robert denominó estilo Magnus. Pantalones rotos color verde fosforescente, una playera de tirantes pegada roja con una estrella plateada pintada al centro y botas militares negras con salpicaduras de pintura rosa.

–¡Hola, hola, hola! –saludó el desconocido con una amplia sonrisa dejando ver sus colmillos.

–¿Tú eres el vampiro? –preguntó con un poco de sorpresa y desconcierto.

Había visto a muchos en su vida. La mayoría siempre eran elegantes y clásicos, o en el peor de los casos "modernos" como una vez fue Simon. Nunca se imaginó a uno así.

–Así es, mucho gusto –el vampiro hizo una reverencia por más exagerada, dejando ver que la parte trasera de su playera tenía un estilo corsé–. Mi nombre es Wesley y soy el nuevo representante de los vampiros.

Cazadores de sombras: Ciudad de espejismosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora