Jack

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Me desperté a las seis de la mañana por una pesadilla. Estaba en un callejón oscuro y había, a lo lejos, un hombre mirándome. Por lo que pude ver, estaba vestido con ropa negra y su cara era tan pálida que tenía este brillo blanco proveniente de esta.
—Ayuda —el hombre susurró.
Se comenzó a acercar, y me di cuenta de lo flaco que era.
—Ayuda —susurró nuevamente.
Mis pies estaban clavados en el suelo y las palabras no salían de mi boca.
—¡Ayuda! —gritó y comenzó a correr hacia mí, con los brazos estirados como si me fuera a estrangular.
Cuando iba a atraparme, me desperté.
Me senté con la espalda recta, respirando rápidamente y sudando. Vi el reloj, y aunque podría dormir por un tiempo más, decidí prepararme para otro día de clases.
Me vi en el espejo, después de lavarme la cara con agua fría. Mi cabello castaño estaba desordenado y mis ojos verdes eran eclipsados por las grandes ojeras con las que me desperté. Pasé mi mano por mi cara. Todavía ni un rastro de barba. Sé que solo tengo dieciséis, pero no estaría mal, especialmente por mi mala suerte con chicas.
Me tomé mi tiempo en la ducha, seguía muy dormido.
Me vestí con lo primero que encontré en mi armario, una camiseta blanca, unos vaqueros azules y mis zapatillas negras, ya muy gastadas.
Como siempre, mi hermana melliza, Mary, ya estaba sentada desayunando. Su largo cabello rubio estaba tomado en una trenza y escuchaba música, o en realidad probablemente un podcast, de sus audífonos blancos.
A diferencia de Mary, la chica perfecta, rodeada de amigos y buenas notas, yo solo tengo un amigo, Adam. Supongo que menos es más en este caso.
—Buenos días —le dije. No me escuchó porque lo que sea que estaba escuchando estaba a máximo volumen.
Le quité los audífonos y me puse en frente de su cara con una gran sonrisa.
—¡Jack! —exclamó enojada.
Me reí y luego entraron nuestros padres a la cocina. Mi papá, Garret, ya parecía estar casi listo para trabajar. Mi mamá, Jenny, por el otro lado, estaba usando una bata y tenía su pelo en un moño alto, completamente desordenado.
—Buenos días, niños —dijo mi padre, dándole un beso en la cabeza a Mary y luego me guiñó y sonrió.
—Prepárense para irse, el autobús debe estar por llegar —dijo mi madre con una sonrisa cansada y se sirvió café.
Terminé de desayunar rápidamente y salí de mi casa a la parada del autobús, Mary siguiéndome.
—Me inscribí a matemática avanzada —me comenta.
—No me sorprende —le dije con una pequeña risa.
—Estoy cien por ciento segura que si dejaras de estar en el computador todo el día, o con Adam perdiendo el tiempo, podrías mejorar exponencialmente tus notas.
—"Podrías mejorar exponencialmente tus notas" —dije imitándola con un tono tonto.
Mary puso los ojos en blanco y se volvió a poner los audífonos.
—¡Hey! —Dijo Adam saludando con una sonrisa desde la parada.
—Pase, princesa Mary —le dijo a mi hermana, haciendo una reverencia, dejándola pasar al bus.
Ella lo ignoró.
—Siempre con ese humor tan espectacular —me dijo riendo.
Me reí y fuimos a buscar nuestros asientos.

Como Morí (Corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora