No sé quien soy

2.6K 59 3
                                    

Samantha era la chica que todo el mundo quiere tener cerca en su vida. Era el tipo de persona que no necesitaba mucho para tener una vida llena, y podía decir que la tenía. Era divertida, simpática, alegre, directa, magnética... Desprendía luz sin tan si quiera saberlo. Vivía en un pueblo pequeño de Valencia donde se conoce todo el mundo, y era muy feliz allí, donde había construido toda su vida. 

Pero de repente, toda la luz de Samantha se apagó. Se apagó de tal manera que dejó de ser la chica que todo el mundo conocía y adoraba. Aunque, por otra parte, es lo más normal del mundo teniendo en cuenta lo que sucedió. 

El punto de inflexión en su vida ocurrió casi un año atrás, cuando tenía 22 años. Siempre recordaría aquella mañana. Era diciembre y estaba trabajando en un hotel Lanzarote, en el que había empezado en septiembre, unos meses después de acabar la carrera de turismo. Se había levantado a la hora de siempre y había encontrado un mensaje que su novio, que no estaba con ella en la isla y al que echaba mucho de menos, le había dejado la noche anterior y no había contestado, así que fue a hacerlo. En el mismo momento que mandó el mensaje, una llamada entró en su teléfono. Era su cuñado, cosa que la sorprendió mucho, y lo que le contó la rompió. Su mejor amigo de toda la vida, que también era de su pueblo pero estaba en Lanzarote trabajando con ella, se había compinchado con su novio para darle una sorpresa a ella. Los dos también eran muy amigos, y Dani, su novio, había viajado a la isla aquella noche y le iba a dar una sorpresa a la mañana siguiente. Joan, su mejor amigo, había ido a recogerle al aeropuerto. Habían tenido un accidente de tráfico y habían muerto los dos. 

Con la devastadora noticia, lo primero que hizo la cabeza de Samantha fue volver a la tarde del día antes, que la había pasado con Joan, y a una conversación que habían tenido. 

-¿Qué hacemos este año por tu cumpleaños? - le había preguntado Joan con su típica naturalidad. 

-Lo de siempre, ¿no? - le había contestado ella. 

-Por favor, me apetece mucho. - le había dicho. Su amigo siempre se lo pasaba en grande por sus cumpleaños. Solían alquilar una casa e iban con todo su grupo de amigos a no hacer nada y simplemente pasarlo bien. - Yo ya he empezado a mirar casas. - Samantha rió. 

-¿Pero qué dices? Si queda mucho para mi cumple. - el chico se encogió de hombros. - No sé ni qué voy a hacer mañana, sabré qué hacer dentro de cinco meses. - Joan soltó una carcajada. - Igual mañana estamos muertos, yo no me daría prisa. - el chico volvió a reir. 

-También es verdad. - le dijo. 

Cuando le dices a tu mejor amigo que quizás mañana esté muerto, y unas horas después muere, el primer sentimiento que te invade es la culpa. Que la culpa no era de ella, para nada, pero es algo inevitable. El proceso de después de la muerte de Joan y Dani, fue muy duro para ella. Perder a tu mejor amigo y a la persona de la que llevas tres años enamorada a la vez, te cambia por completo. La semana siguiente al accidente, Samantha la recuerda a trozos. Su mente había bloqueado cosas, como todo el entierro o los dos días que se quedó en Canarias porque había que desplazar los cuerpos y no quería irse de allí mientras ellos seguían en la isla. Lo que sí que recuerda es a Teresa, la madre de Dani, abrazándola cuando la volvió a ver y diciéndole:

-Se ha ido, Samantha, Dani se ha ido. - como si no lo supiera ya. 

También recordaba, y eso sonará extraño, los recuerdos que había tenido toda aquella semana. Era como si su vida con ellos se le reproduciera una y otra vez en el cerebro sin darle tregua. Recordaba sus últimas vacaciones con Dani. Ellos no eran muy románticos, pero estaban enamorados de verdad, y a veces se permitían momentos de cursilería. En aquellas vacaciones tuvieron muchos:

EncontrarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora