Nuestro encuentro

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Aquella mañana Flavio se levantó motivado. Empezaba el campus de composición de Warner, y aunque estaba muy nervioso, tenía ganas de empezar. Se duchó y se vistió, y salió a la cocina, donde se encontró a Hugo desayunando. 

-Buenos días. - le dijo a su compañero. 

-Buenos días, illo. - le contestó. El rubio notó que Flavio estaba contento. - ¿Nos hemos levantado de buen humor hoy?

-Pues sí, la verdad. - admitió Flavio. 

-¿Puedo preguntar a qué se debe? 

-A que empiezo el campus de composición. 

-Es verdad, como mola. - dijo el cordobés. - Pásate luego por el bar a tomar algo y me cuentas qué tal. - Hugo insistió en que el chico fuera a su bar. 

-Tal vez. - se limitó a decir Flavio. 

Desayunó rápido, tenía que estar en el estudio a las diez. Salió de casa con tiempo, y fue paseando tranquilamente. De repente, alguien pasó muy deprisa por su lado, y le dio un golpe con el bolso. Flavio se dio cuenta de que a la persona en cuestión se le había caído la cartera, y se agachó a cogerla para devolvérsela. Le gritó a la chica rubia para que se detuviera. 

-¡Perdona! - pero la muchacha no lo escuchó, o no se dio por aludida, y Flavio tuvo que correr para alcanzarla. - ¡Oye! - la volvió a llamar, cuando estuvo delante suya.

La muchacha abrió mucho los ojos, se asustó un poco con la intrusión de Flavio en su camino. Enseguida cambió su expresión a una muy seria, pero Flavio no pudo evitar fijarse en aquellos ojos azules. Era muy guapa. 

-Se te ha caído esto. - le dijo levantando la cartera que había recogido. La chica se volvió a sorprender. 

-Ah, gracias. - murmuró antes de intentar cogérsela de las manos. Flavio, sin saber porque, agarró la cartera con más fuerza, impidiendo que se la quitara. 

-¿Cómo te llamas? - no sabía por qué había preguntado eso, él no era así, pero la chica solo frunció el ceño y tiró de la cartera con la fuerza suficiente para quitársela y seguir andando sin contestarle. 

Flavio la vio marcharse, y no entendió qué acababa de pasar. Pensó que lo más probable era que hubiera pensado que quería robársela al notar que no quería soltar su cartera. ¿En qué momento se te ocurre preguntarle cómo se llama?  Se preguntó Flavio, maldiciéndose. 

Para un chico tímido, es difícil ser el que da el paso de acercarse a alguien. Cuando lo haces y ni siquiera te responden, las inseguridades de ese chico solo aumentan. Y eso mismo era lo que le acababa de pasar a Flavio. 

Llegó al campus de composición, y después de las presentaciones les dijeron que ese día iban a componer en solitario para que después pudieran ver sus estilos y decidir con quién les agrupaban para componer en conjunto. Aquel día, Flavio consiguió hacer dos canciones y media, y todas trataban sobre lo mismo: de inseguridades, de miedos y de rechazo. 

Unas horas antes, en otro apartamento de Madrid, una Samantha con los ojos hinchados de llorar la noche anterior se levantaba de la cama. A las diez de la mañana había quedado con una agencia de búsqueda de empleo para tratar de encontrar un trabajo. Miró la hora. Las 9:15. Llegaba tarde. 

Se levantó tan rápido como pudo, se vistió con unos vaqueros altos y un top blanco, se peinó y maquilló un poco y salió de casa sin desayunar. Musitó un "voy tarde, nos vemos luego" a Eva, que era la única que seguía en el piso y puso rumbo al centro de la ciudad. Fue andando, aunque tenía media hora de camino llegaría antes que con el metro, con el que tendría que hacer transbordo. 

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