Mi pequeño torbellino

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Al día siguiente les tocó despedirse de la familia de Flavio. Se marcharon después de comer en casa de Lola, sobre las tres del mediodía pusieron rumbo a Madrid. Durante el trayecto, Samantha se mareó mucho, y tuvieron que parar unas cinco veces, haciendo que el viaje que en un principio tenía que ser de casi cuatro horas se convirtiera en un trayecto de casi cinco. Llegaron a Madrid cerca de las ocho. Para aquella semana, uno de los empleados de Warner se iba de viaje, y sabiendo el problema que tenían con el párking les había prestado su plaza en su ausencia. Aunque el párking en cuestión no quedaba muy lejos de su piso, el cansancio que llevaba Samantha encima hizo que cogieran un taxi para llegar. 

Tan solo entrar por la puerta la rubia se tiró al sofá cuan larga era. Estaba exhausta y se había encontrado mal todo el día. Flavio se sentó a su lado y le quitó los zapatos delicadamente para masajearle los pies. Él también estaba cansado tras haber conducido todo el camino. 

-¿Pedimos algo para cenar? - propuso el chico. No le apetecía nada cocinar. Samantha asintió. 

-Sí, me apetecen fideos del tailandés de la esquina. - dijo la rubia. Flavio asintió y sacó el móvil para llamar y pedir dos pad-thai. 

Mientras esperaban la comida a domicilio Samantha se quedó dormida en el sofá. Flavio, que seguía sentado a su lado con los pies de la chica en su regazo, la miró y pensó en lo mucho que había cambiado su vida en pocos meses. Había llegado a Madrid siendo un chico introvertido al que le costaba horrores relacionarse, pero la había conocido a ella, que había necesitado apoyarse en él. Y sujetándola, se había hecho más fuerte sin dejar de ser él mismo. Se habían encontrado para guiarse respectivamente en sus caminos, y eso le parecía precioso. Y ahora, juntos, tendrían que guiar el camino de una nueva personita que traerían al mundo. Flavio sonrió sin dejar de mirar a la rubia que dormía plácidamente en ese sofá, pensando que no podía ser más poético todo. 

Además, su vida no solo había cambiado a nivel personal, sino también a nivel profesional. Su colaboración con Belén Aguilera había llegado a las 300.000 reproducciones en YouTube con tan solo dos días, y eso era mucho teniendo en cuenta que a él no le conocía nadie. Su representante le había contado que la canción había sonado en distintas radios, y al día siguiente tenían una entrevista en Vodafone Yu para promocionar la canción. Le estaba yendo muy bien, y cada vez veía más factible la posibilidad de vivir de la música.

A los quince minutos llamaron al timbre. Samantha se despertó sobresaltada, y Flavio se levantó a abrir. Cenaron tranquilamente y cuando terminaron la rubia se acercó a su chico, que estaba sentado en el suelo y recostado en el sofá. Se sentó junto a él y le besó el cuello. Él la rodeó con sus brazos. Cuando Samantha cambió los besos en el cuello por lametazos, Flavio notó sus intenciones. 

-¿Tú no estabas muy cansada? - preguntó riéndose.

-Ya no. - respondió ella. Se sentó a horcajadas encima de él y le besó. 

-Mira por dónde. - respondió él siguiéndole el juego y bajando las manos hasta su culo. 

-Las hormonas. - se excusó ella besándole de nuevo. El chico soltó una carcajada. 

Flavio no se hizo de rogar, y en seguida le quitó la camiseta. Sin cambiar de postura, bajó la copa de su sujetador y le lamió los pechos con toda la calma del mundo. Samantha sintió como se le erizaba la piel. Lo dejó hacer por un rato, y entonces le quitó la camiseta al chico. Pasó sus manos por su torso desnudo, y empezó a moverse contra él. Flavio suspiró de placer. Atrapó sus labios entre los suyos y decidió que era el momento de cambiar de posición. Agarró fuerte a la chica y se levantó, para dejarla sentada en el sofá. Él se arrodilló frente a ella, y procedió a quitarle los pantalones. La miró a los ojos llenos de deseo y, sin quitarle las bragas, le masajeó el clítoris. El chico sonrió al notar la humedad que había allí.

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